La Ley de Moisés exigía la redención de todo primogénito varón mediante sacrificio, una forma de asegurar la supervivencia del pueblo de Israel a través de la ofrenda de estas primicias. Aunque no existía una obligación similar -María era una niña-, los padres de la joven María decidieron, cuando tenía tres años, presentarla en el Templo para dar gracias a Dios por este don divino, que superaba la esterilidad de Ana, su madre.
Esta presentación se inscribía en la larga tradición heredada del Antiguo Testamento de consagrar a ciertos niños pequeños al servicio de Dios en reconocimiento de un nacimiento, como Ana con su hijo Samuel o el hijo de la mujer estéril de Manoa, Sansón, que se convirtió en un Nazir de Dios, un asceta israelita. Aunque los Evangelios no recogen estos hechos como tales, lo cierto es que esta larga tradición inspirada en el Evangelio apócrifo o protoevangelio de Santiago parece más que probable, dada la gran piedad de Joaquín y Ana y las tradiciones de la época.
El don total de sí
La idea de pureza ritual y consagración a Dios está en el corazón de este acto, y la presentación de María como niña en el Templo es conmemorada por los católicos cada año desde el 21 de noviembre. Como nos recordó el Papa Francisco en 2014, esta presentación sigue siendo un acontecimiento importante:
Hoy, la liturgia celebra la presentación de la Santísima Virgen en el Templo: una niña. Y como una mujer sencilla, como Ana, la Santísima Virgen entra en ese momento. Que Ella nos enseñe a todos, a todos los sacerdotes y a todos los que tienen una responsabilidad pastoral, a mantener puro el Templo, a acoger con amor a los que allí acuden, como si cada uno de ellos fuera la Santísima Virgen.
Esta entrega total de María a los tres años, subrayada por el Papa Francisco, lleva al niño a una disponibilidad ilimitada. Esta consagración a Dios anticipa su aceptación total en la Anunciación, en la que María se convierte en el Templo dispuesto a acoger al Dios hecho hombre. San Jerónimo cuenta que la niña dedicó sus días a la oración desde su más tierna infancia, una precocidad y una entrega total que le permitirían ofrecer un corazón libre de todo obstáculo a este don divino único.
Presentación de Tintoretto
El célebre veneciano Jacopo Robusti, conocido como Tintoretto (hacia 1518-1594), realizó innumerables obras maestras del arte sacro. Su carácter impulsivo y su energía le valieron el apodo de "El Furioso" por parte de sus contemporáneos. Entre sus numerosas e inolvidables representaciones de María, "La Presentación de la Virgen en el Templo", que aún se conserva en la iglesia de la Madonna dell'Orto (Virgen del Huerto) de Venecia, impresiona por su escala y su ardor dramático.
De hecho, este cuadro, con sus vastas dimensiones de 4.30 por 4.80 metros, decoraba los postigos del órgano y recuerda la obra sobre el mismo tema realizada por Tiziano años antes, actualmente expuesta en la Accademia de Venecia.
La solemnidad de estos dos cuadros se ve acentuada por la majestuosidad del marco arquitectónico, en el que la vertiginosa escalera de Tintoretto no es sino un Peplum… El cara a cara entre la joven María desnuda y el Sumo Sacerdote del Templo llama inmediatamente la atención.