Dios es amor. Pero, con frecuencia, no vivimos como si fuéramos realmente conscientes de esta afirmación.
A veces vivimos a la defensiva, como si Dios fuera alguien que me complica la vida; para el que "tengo que hacer cosas" (ir a Misa, rezar…) para tenerle contento o dejar de hacer otras (pecados) para que no se enfade.
Esta forma de vivir me recuerda un poco al trato que tenían las civilizaciones precristianas con los ídolos: vamos "echando cosas" en su fuego para aplacarlo.
Otras veces vivimos como si Dios fuera un competidor que nos quita tiempo para otros amores u otras cosas que nos interesan más.
En cualquier caso, no estamos viviendo como amados, sino como siervos que obedecen porque no pueden protestar por temor a ser castigados.
Un poco como Israel en el desierto, protestando por las indicaciones que el Señor les daba para llevarlos a la Tierra Prometida, en vez de agradecer su cuidado.
Si es nuestro caso ¿qué podemos hacer?
El sentido de la ley
Si, por mediación de la Iglesia, Dios nos dice que un comportamiento es pecado y no lo entendemos, es bueno recordar que la ley es también un don de Dios.
Es una ayuda para vivir como Dios nos propone. Él que sabe mejor que nosotros lo que es bueno.
Y apreciar lo que viene de Dios, aunque haya momentos en que no lo entendamos, es ponernos en nuestro lugar de criaturas, que no sabemos más que el Creador.
Además de aceptarlo con humildad, podemos buscar apoyo para que nos ayuden a entender el bien que hay detrás y que la ley protege (por ejemplo el aborto es pecado porque protege el don de la vida).
La Iglesia no se inventa las leyes que recogen el derecho natural: hay detrás un bien, que es la verdad del Hombre con mayúsculas.
Amar de verdad
Una dificultad actual para comprenderlo es que lo que es de derecho natural sobre el matrimonio, la familia, la dignidad de la persona en todos los momentos de la vida…. ya no se recoge y defiende en las legislaciones nacionales.
Y sólo permanece en la doctrina, legislación y Magisterio de la Iglesia católica: por eso, muchas personas entienden que es sólo para creyentes y no dan una oportunidad de comprobar si esa doctrina contiene una forma de vida verdadera.
Precisamente porque la propuesta de la Iglesia se dirige a la verdad integral de la persona; porque defiende que cada persona, cada ser humano, es imagen de Dios que es amor y tiene un cuerpo: por eso, la Iglesia católica se posiciona en contra de los ataques a la dignidad de la persona (aborto, eutanasia, compra de niños, trata de personas…); propone el respeto a la dignidad del cuerpo, tan valioso como la persona (con una moral sexual que enseña a vivir el amor en la verdad, frente a las prácticas del sexo sin amor que provoca una despersonalización y grandes heridas) y defiende que el amor es querer el bien del otro.
Si sabemos que el mejor bien que podemos desear a otra persona es que llegue al cielo, teniendo delante esa meta será más fácil procurar hacer las cosas bien, poniendo lo que dependa de nosotros para lograr un ambiente que nos ayude a vivir así (oración, lecturas, formación, acompañamiento…).
Sí se puede, Dios puede en ti
Por otro lado, cuando nos resulta difícil vivir conforme a la ley de la Iglesia, con frecuencia nos enfadamos: "si no puedo vivir la fidelidad en mi matrimonio, es porque es imposible" (¿no suenan esto a algunas propuestas del camino sinodal alemán que quieren modificar la moral de la Iglesia?).
Nos situamos nosotros mismos como la medida de las cosas: si yo no puedo, es que no se puede; en lugar de aceptar con humildad nuestra incapacidad y pedir la gracia de poder vivir como Dios quiere. Poniéndonos ante Él en verdad, podemos decirle:
- No sabía y ahora veo que no lo hice bien: Él siempre está dispuesto a perdonar
- Me gustaría vivir así, pero no me veo capaz: Él siempre está dispuesto a ayudar.
- Me duele (el deseo incumplido de formar una familia/la muerte de una persona querida): Él siempre está para acompañar, consolar y dar sentido al sufrimiento.
Dios no viene a complicarnos la vida: lo que quiere es darnos una vida verdadera y, entre las distintas ayudas que nos propone, una de ellas es la doctrina y la ley de la Iglesia.