Un seguidor del equipo de fútbol del Osasuna viajó con su esposa desde Pamplona hasta Sevilla el pasado fin de semana para asistir al encuentro Real Madrid-Osasuna. Era la final de la Copa del Rey.
Viajaron 9 horas en coche para recorrer los 916 kilómetros que separan una ciudad de otra. No querían perderse el partido.
Pero lo más significativo del caso es que, al llegar al estadio, él se quedó fuera. Y es que solo tenían una entrada, y él prefirió que fuera su esposa quien asistiera a la final. Con lo que significa esto para un futbolero… es una sencilla pero rotunda expresión de amor.
Al hombre (que seguramente no habría pensado en darse protagonismo por este gesto) lo entrevistó un periodista en los aledaños del campo de fútbol. Y él, ataviado con camiseta de su equipo, explicó que permanecía allí fuera, que había viajado con su mujer y que solo tenían una entrada así que ella fue quien entró en el campo. Todo parece tan normal y tan lógico… cuando de lógico no tiene nada.
Él afirmaba que, aunque estando fuera, estaba contento. “Estoy oyendo el grito (refiriéndose al público) y ya me vale”, decía.
El amor de pareja se construye cada día en mil detalles pequeños pero que son una escuela de sacrificio. El premio es esa sonrisa, la que tiene este hombre, que aunque no ve el partido, está feliz por estar ahí, acompañando a su equipo y a su mujer en el día de un partido importante.