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Maracas, el instrumento que conecta a un famoso músico con un obispo

VENEZUELA
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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 28/03/23
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Un venezolano ha logrado crear un método que permite al mundo adentrarse en las más profundas raíces de la música tradicional de la mano de las maracas, instrumento popular que también le regala un vínculo especial

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Las maracas son un instrumento de acompañamiento musical que hoy toma protagonismo y marca pautas. El asunto es que, al ser un ritmo transmitido por tradición oral, carecía de escuela, de método, de sistema, de técnica. No existen partituras para ellas como ocurre con otros instrumentos musicales.

Pionero musical

Un destacado músico  venezolano, Manuel Alejandro Rangel, instrumentista, guitarrista y maraquero con depurado estilo, decidió cambiar todo eso. Ya va por su segundo libro de método.

Su obra contiene ejercicios y combinaciones para abordar el sistema que inventó, basado en 5 movimientos y más de 200 combinaciones que ha permitido incorporar este autóctono instrumento en múltiples manifestaciones musicales tradicionales, clásicas, contemporáneas y experimentales de distintas culturas del mundo.

El doctor Barak Schmool, profesor del departamento de Jazz de la Royal Academy of Music de Londres, ha dicho:

«Es un trabajo exhaustivo que recoge la visión creativa de un verdadero pionero musical , uno que inspira y educa a otros para encontrar su propia dirección, y estoy especialmente agradecido por eso».

Y es que Manuel va de país en país, especialmente en Europa, constantemente invitado a conferencias, talleres y conciertos para enseñar su método y presentarse como solista en diversos conciertos donde el protagonismo de la maraca, en la impecable ejecución del joven músico venezolano, hace poner la piel de gallina a todos quienes, como americanos, nos identificamos con este alegre y sugestivo sonido. 

Un ritmo que aporta ánimo

También debe ocurrir a los africanos, ya que igualmente son las maracas originales de esas tierras, aunque suenen distinto. Es familiar ese chasqueo asociado a rituales religiosos, de origen básicamente chamánico,  que se toca de manera diferente según los pueblos y se emplea una o dos, de acuerdo a las celebraciones.

En las fiestas llaneras venezolanas, por ejemplo, son dos las que empuña el maraquero. En las festividades religiosas de los indios americanos o los nativos africanos, generalmente se ven los chamanes sonando una sola. Pero la maraca nunca falta. Es un ritmo que aporta ánimo y que, aparentemente, gusta a las “ánimas”.

Manuel conversó con Aleteia y nos explicó acerca del trabajo que ha venido haciendo y del éxito que ha tenido en los conservatorios del mundo. Fue seleccionado entre 2.500 músicos del mundo, como el único latinoamericano en participar en el programa ONEBEAT2013, organizado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, realizando una gira de conciertos y talleres por toda la costa este de Florida desde New Smyrna Beach hasta Nueva York.

Carecía de cultura metodológica

«Por tradición familiar estoy en la música -nos dijo- y en un momento de mi infancia-adolescencia me topé con las maracas que para mí se han convertido en un camino para descubrir nuevos horizontes.

Fue un mundo completamente nuevo para mí pues se trata de un instrumento completamente popular que carecía de cultura metodológica. No existía ningún recurso académico que pudiese explicar la magia de este instrumento, su lenguaje tradicional».

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Maracas

Una historia indígena

La maraca es un instrumento netamente indígena, chamánico, pero el indígena venezolano utilizaba la maraca no como un instrumento musical, sino ritual, espiritual, de invocación y sanación. De hecho, era el chamán de la tribu el que tenía la potestad de tener una maraca y ni siquiera era un par, sino una sola maraca.

«No tenemos-dice Manuel- idea de cuándo la maraca pasó a ser dos. No lo sabemos con exactitud. Con la colonización, llegan los africanos con su bagaje de instrumentación y de cultura con maracas que se anexó a lo que teníamos».

Existen algunas hipótesis que han manejado los estudiosos. Una de ellas plantea que en algún momento se intentó hacer con las maracas lo que se lograba con las castañuelas españolas, así habría comenzado la utilización de dos.

«Lo realmente significativo aquí – continúa- es que esa unión o confluencia de culturas  y tradiciones llevó a que, actualmente y desde hace muchos años, en Venezuela existan tres tipos de maracas: la llanera -la más popular- y la oriental,  que se toca en toda la costa este del país, las cuales se diferencian, tanto en la fabricación como en la interpretación».

«La llanera es de tamaño mediano, fabricada a partir de un fruto redondo llamado “tapara”; la oriental es mucho más grande y se toca emulando el sonido del mar, mientras que la llanera emula el galope del  caballo. Tenemos, además, la maraca tullera que se escucha en todo el centro del país, con un instrumento mucho más pequeño pero que constituye una guía muy importante para los bailadores», agrega.

De acompañante a principal

Lo cierto es que la maraca venezolana abarca todos los géneros, que son unos 11 o 12, en todo el territorio venezolano como instrumento acompañante. Su rol es protagónico en toda Venezuela. Y Manuel ha logrado darle estructura. «La intención -cuenta Manuel- ha sido sistematizar, diseñar para las maracas una metodología que permita conocer a profundidad el lenguaje del instrumento».

Con Manuel, la maraca ha pasado de acompañante a instrumento principal.

Nuestros instrumentos tradicionales venezolanos, el cuatro, la bandola, el arpa, las maracas, no tienen una gramática musical con la que se pueda escribir su lenguaje, a diferencia de los instrumentos académicos como el violín, el piano, la flauta… y todos los conservatorios en Venezuela enseñan con metodología europea.

«Mi trabajo -precisa- está orientado a que los nuestros tengan su propia gramática. Incluso hemos logrado diseñar una especie de pentagramas y partituras para las maracas».

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Portada de libro

El vínculo con un obispo

Manuel quiere conocer a un obispo venezolano, emérito de Los Teques que se le da muy bien el aire maraquero. Se trata de monseñor Ovidio Pérez Morales, quien presidió la Conferencia Episcopal Venezolana y el Concilio Plenario Nacional. 

La Navidad pasada, se fue a Coro, ciudad emblema por haber sido la primera capital de Venezuela, donde fue arzobispo por muchos años. Allí lo quieren mucho y lo invitan frecuentemente. Ya tiene 90 años pero su vitalidad y lucidez son proverbiales. Sangre andina.

Pues allí, no aguantó dos pedidas para ir de maraquero en los grupos musicales populares que acompañaban a las posadas navideñas. Vestido con su clergyman, pues nunca abandona su cuello clerical, blanco debido al calor falconiano, andaba en las procesiones como uno más.

Los videos circularon y todo el mundo aplaudió al maraquero más vistoso. No teníamos noticia de esa habilidad.  «Desde niño me atrajeron siempre las maracas. Aprendí a tocarlas y aquí voy», decía.

Cuando Manuel se enteró nos dijo: «Yo quiero conocer a ese obispo», y en esas estamos, solo que Manuel salió a presentar su nuevo libro en Ginebra, Suiza y luego a Francia, donde su método es tan exitoso que va de tanto en tanto a dictar talleres. Y también va a la República Checa a grabar suites, con él de solista maraquero. 

¿Podrán?

¿Quién quita que obispo y músico puedan tomar un par de maracas cada uno y medirse en buena lid? Monseñor rio de buena gana al siquiera imaginarlo. A fin de cuentas, lo hace como todo venezolano, sin método ni gramática, con naturalidad, sólo sintiendo el poder del instrumento, sin poder sustraerse a la sana tentación de tocarlas  y la relajante atmósfera que crea en todo ambiente.

Lo «hipnótico» es religioso

Manuel sostiene que la maraca tiene un origen chamánico, ritual y sanador. Es por ello que cuando observamos un maraquero nos cautiva. Sus movimiento rítmicos comunican una sensación difícil de explicar que se ubica entre lo hipnótico y lo magnético.

«La maraca es muy poderosa, es un instrumento de frecuencias y vibraciones muy importante porque está, además, hecho con elementos de la naturaleza que no se transforman para fabricar el instrumento, así que tiene un poder vivo en cada una de sus moléculas. Son la tapara, la semilla extraída de un árbol distinto y el mástil que viene directamente de otro árbol. Y es la fusión de esos tres elementos de la naturaleza lo que hace posible sus vibraciones y frecuencias y la hace poderosa. Definitivamente, es sanadora».

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