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Beata Humbelina: El alter ego femenino de San Bernardo de Claraval

BEATA HUMBELINA

archidiocesisgranada.es

Sandra Ferrer - publicado el 03/03/23

Hermana del santo, abandonó las riquezas mundanas para seguir sus pasos

Existen santos que nacen aislados en familias mundanas y otros que lo hacen en estirpes santas. Este es el caso de San Bernardo de Claraval. Doctor de la Iglesia y uno de los santos más celebrados del catolicismo, nació en una familia de santos.

Él siguió el ejemplo de sus padres y sus hermanos siguieron el suyo. Humbelina, la única chica de los siete, no fue una excepción.

Humbelina nació el año 1092, después de su hermano Bernardo con quien tuvo una estrecha relación fraternal. Ambos fueron compañeros inseparables en sus juegos de infancia. Una infancia que transcurrió feliz en el magnífico castillo de Fontaines-les-Dijon, en Borgoña, del que sus padres eran sus señores.

Estos dieron a sus hijos una esmerada educación y les transmitieron una fe que impregnó todos los momentos de su vida. Con unos padres tan piadosos, era solo cuestión de tiempo que sus hijos decidieran abrazar la vida religiosa.

Mientras sus seis hermanos se convertían en clérigos, Humbelina se casó con el conde Guy de Marcy, sobrino del duque de Borgoña. La pareja se convirtió en una de las más ricas de la zona y su hogar en punto neurálgico de fiestas y lujos. 

Reprendida por su hermano

Sin dejar su piedad, Humbelina empezó a disfrutar en exceso de las riquezas mundanas. Hasta que su propio hermano Bernardo le abrió los ojos. Sucedió un día en el que Humbelina, añorada de él, decidió viajar hasta Claraval. Hasta allí se trasladó como si fuera una reina, rodeada de un amplio séquito y de lujo excesivo.

Andrés, otro de sus hermanos que entonces ejercía como portero en el monasterio cisterciense, quedó perplejo ante la llegada de aquella inusual visita. Al ver que era su propia hermana, avisó a Bernardo de las condiciones en las que Humbelina había viajado hasta allí. Éste, indignado de saber que su hermana se había convertido en una mujer demasiado frívola, se negó a recibirla. 

Humbelina se dio cuenta entonces del error que había cometido y, arrepentida, se postró de rodillas en la puerta del monasterio clamando en voz alta que había pecado contra Dios. Conmovido por la reacción de su hermana, Bernardo salió y se fundieron en un abrazo.

Humbelina regresó a casa siendo una mujer nueva. Se había dado cuenta que vivía una existencia irreal, a la que no pertenecía, y así se lo comunicó a su marido quien, no sin dolor, entendió los argumentos de su esposa y aceptó su petición, abrazar la vida religiosa. 

Vida sobria

Después de dejar atrás su vida suntuosa, Humbelina ingresó en el convento de Jully-sur-Sarce, donde vivían su cuñada, Isabel de Forez, que ejercía de abadesa, y su sobrina Adelina. Cuando Isabel dejó el cargo, según las fuentes porque murió o porque marchó a fundar otro convento, Humbelina asumió el cargo de abadesa que mantuvo hasta su muerte.

Volcada de lleno en la vida monástica, Humbelina tuvo una vida sobria, austera, dedicada a la oración, el ayuno, la piedad y el trabajo manual.

Tenía cincuenta años cuando su cuerpo se agotó. En su lecho de muerte se encontraban alguno de sus hermanos, entre ellos su querido y adorado Bernardo, quien lloró sinceramente la desaparición de Humbelina, el 21 de agosto de 1141.

No fue hasta 1703 que fue proclamada beata, a pesar de que ya desde su muerte, todos los que la conocieron la consideraron santa.  

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