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En una reciente entrevista concedida a Mundo Negro, como anticipo de su próximo viaje a África, el papa Francisco ha vuelto a decir que la evangelización no tiene que ver con hacer «proselitismo», al que califica como «el pecado más grave que puede tener un misionero».
Que «lo católico no es proselitista», como afirma el Santo Padre para la revista de los misioneros combonianos, es una idea que ya ha expresado con insistencia desde el inicio de su pontificado, y que estaba presente, incluso, en su primer documento pontificio, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, de noviembre de 2013.
Pero, ¿qué quiere decir el Papa con esta afirmación? Si el Diccionario Panhispánico de Dudas define proselitismo como «sinónimo de evangelización o misión apostólica», ¿qué diferencia hay entre hacer proselitismo y la evangelización tradicional, que implica dar testimonio de la propia fe, pero también una llamada explícita a la conversión y a sumarse a la Iglesia? ¿Acaso sugiere el Santo Padre que cuando se evangelice, sobre todo en territorios de misión como África, los católicos ya no deberían proponer el bautismo y la incorporación en la comunidad eclesial?
Un «avasallamiento comercial»
Aleteia le ha planteado esta cuestión al arzobispo franciscano monseñor Jesús Sanz, titular de la diócesis española de Oviedo y gran conocedor de los territorios africanos de misión, donde ha pasado numerosas temporadas.
Y su respuesta es contundente: «Lo que el Santo Padre está indicando con ese término es que el modo de anunciar el Evangelio, ganar discípulos para Cristo, y enseñar a guardar el modo nuevo de vida que se deriva de la moral cristiana, no puede hacerse con una carga ideológica, con injerencia abusiva, como un chantaje».
Cuando al anunciar el Evangelio se emplea «un avasallamiento comercial, frecuente en algunas sectas extendidas por ejemplo en Latinoamérica», explica monseñor Sanz, «no queda salvada la libertad de los destinatarios, que es la que Dios siempre respeta». Por eso, el Papa «intenta evitar ese modo violento de ejercer el apostolado».
Mantener el celo apostólico, sin falsos respetos
«Lo que hay que mantener –matiza el arzobispo– es el mandato de Jesús y lo que la larga tradición cristiana ha practicado en su misión: el celo apostólico». Ese es «el verdadero espíritu misionero que Jesús propone a sus discípulos en el momento de la Ascensión: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado” (Mc 16, 15-16) o “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20)», añade.
Como explica monseñor Sanz, sin hacer una propuesta, respetuosa pero explícita, a la conversión del corazón y a incorporarse a la Iglesia, «tendríamos un falso respeto, y por evitar caer en la patología proselitista, que es la que señala el Papa Francisco como inadecuada, estaríamos cayendo en una apatía muda e inmóvil, que sólo producirá “cristianos anónimos” y no católicos explícitos que se han encontrado con Cristo y han visto cómo cambian sus vidas y se transforma su mundo cotidiano según el proyecto del Reino de Dios».
Y concluye: «El Papa Francisco nos advierte de las desviaciones que se observan en ciertas sectas o en algunos fundamentalismos, pero sin que nunca nos mengüe el celo apostólico de anunciar a Jesucristo con la palabra y con la vida, como han hecho los santos misioneros de todas la épocas».