A partir de esta semana, personas del mismo sexo podrán legalizar su unión y casarse en todos los estados que componen la República mexicana. Tamaulipas había sido el Estado con mayor cantidad de amparos por el matrimonio igualitario.
En diversas ciudades del país, la comunidad LGBT festejó el hecho de que ya no tendrían que salir de su entidad para casarse con personas del mismo sexo.
Los matrimonios igualitarios, junto con la adopción homoparental, fueron aprobados en la Ciudad de México en 2010. La capital del país, gobernada por la izquierda desde 1997, ha marcado la pauta en este y en otros rubros (como la legalización del aborto, ocurrida en 2007).
Varios congresos estatales lo aprobaron por decisión propia mientras que otros estados lo aceptaron por una orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Este tribunal señaló en 2015 que las constituciones o código civiles de algunos estados violentan los derechos humanos al no reconocer los matrimonios igualitarios, por lo que ordenó aceptarlos.
A partir de ese ordenamiento, Chiapas, Nuevo León, Aguascalientes y Guanajuato optaron por aceptar el matrimonio igualitario, aunque no en todos los casos se ha aceptado la adopción homoparental.
No legislen para las minorías
Los obispos mexicanos han sido claros en exigir a los legisladores que fortalezcan la democracia representativa y legislen para la mayoría, no para las minorías.
Sin discriminar a nadie, pero atendiendo al sentido común, los prelados mexicanos han pedido a los legisladores que encuentren, si es que faltan, las garantías jurídicas para tutelar los derechos de las minoría, pero sin vulnerar a las mayorías.
En una carta, los obispos del Estado de México pusieron el dedo en el renglón diciendo: "No olviden que en ninguna declaración de derechos humanos está reconocido el "derecho" de dos hombres o dos mujeres a contraer "matrimonio", por lo que a estas uniones no se le debe conceder reconocimiento o equivalencia legal al matrimonio entre hombre y mujer".
Según la Congregación para la Doctrina de la Fe, el matrimonio es "un sagrado sacramento" y "corresponde a la unión entre un hombre y una mujer como parte del plan de Dios para la creación de vida".
Y ante la posibilidad que después de estas legalizaciones civiles las parejas de personas del mismo sexo pidan la bendición de un sacerdote, la Congregación para la Doctrina de la Fe advirtió:
No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo.