Esta sociedad quiere y debe educar a los niños en la empatía. Pretende conseguir que los niños se pongan en el lugar de la otra persona: ¿Cómo le sentará si hago este comentario, si realizo esta acción?
Pero, al mismo tiempo, les grita con todos los altavoces que tiene a su disposición: “Eres libre para pensar, decir, vestir y actuar como te dé la gana”. Y si encima eres mujer, ya ni te cuento…: nadie se atreverá a hacerte la menor corrección. Cuando ocurre esto, ya se sabe el resultado: "Orden y contraorden, igual a desorden".
¿Cómo conseguir educar en la empatía? En temas de educación, nada nuevo bajo el sol. Cuanto antes, mejor. Pero no te olvides de que hoy es el día perfecto si es que no lo has hecho antes.
En casa, desde que los niños son pequeños, les animamos a que, si sacan una nota muy buena en un examen, lo pongan boca abajo cuando se lo entreguen para:
Desde muy pequeñitos, tienen que ser conscientes de que sus acciones, sus palabras, su mera presencia, provocará sentimientos en el corazón de los que les rodeen, y de que son responsables de ello.
Todos estaríamos de acuerdo en considerar mala persona a quien se deleitara comiendo un pastel delante de otro que estuviera a régimen. Hemos de tener la delicadeza (virtud que nada tiene que ver con la debilidad o la fragilidad, sino con la fortaleza puesta al servicio de los demás) de esconder discretamente el 9,8 conseguido en un examen, de compartir una deliciosa manzana con el amigo a dieta, de vestirnos…
Vestirnos con una libertad real, la libertad de ser conscientes de lo que podemos despertar en el corazón, en el interior de las personas que nos rodean. Somos verdaderamente libres cuando, conociendo las consecuencias de nuestras acciones, las seguimos escogiendo deliberadamente.
Y, en este tema del atrezzo, las formas de vestir femeninas son especialmente difíciles de tratar en nuestros días, porque es políticamente incorrecto hablar a la luz de la verdad. Es políticamente incorrecto afirmar que el órgano sexual por excelencia del hombre es el ojo. La imagen vista durante unos segundos se puede grabar durante días en su cabeza.
Qué nos ponemos
Si eres mujer, la sociedad te gritará: ¡Sólo faltaría que no te pudieras vestir como te dé la real gana! Pero, si cedemos en esa "libertad" para darle prioridad a la empatía, dedicaremos un tiempo a reflexionar antes de decidir qué ponernos: ¿Puedo despertar algún deseo o anhelo inapropiado o inconveniente con mi outfit?
Sé de sobra que, muchas veces, el deseo no lo provoca la ropa que llevas, pero también es cierto que, en las calles donde por desgracia se practica la prostitución, donde viven de provocar el deseo, no van precisamente con atuendos recatados.
¿De verdad no les puedes evitar que deseen algo que no pueden conseguir? ¿No es más empático, no ayudamos más evitando a los demás codiciar sin necesidad? De esta forma, ganamos todos: el niño que esconde el 9,8 podría ser un petulante presumido o ser amable, discreto, y estar pendiente de si puede ayudar al del 3,5. Y así con la comida, el dinero, la ropa…
Volvernos todos un poco más empáticos implicaría que no sólo yo tengo que estar pendiente de lo que me conviene, sino que toda la sociedad lo va a estar también, ampliando así de una forma estratosférica el perímetro de mi zona de confort moral.
Para representar esta delicadeza, esta fuerza puesta al servicio de los demás, nadie mejor que Ella, María de Nazaret. ¡Con qué naturalidad ocultaría su 10! ¡Con qué delicadeza rechazaría un donuts delante de un diabético! Incluso conseguiría hacer atractiva una zanahoria. ¿Cómo se vestiría para no despertar deseos que no podían ser satisfechos? Ante cualquier duda, tómate un café imaginario con Ella, pregúntale desde el corazón cómo lo haría. A su manera, siempre se acierta. Why not?