Tras su paso por las carteleras españolas, llega en estos días a las plataformas de streaming “Llenos de Gracia”, la segunda película de Roberto Bueso como director. Basada en hechos reales ocurridos en el verano de 1994, cuenta la historia de los cambios que se produjeron con la llegada de una monja, Sor Marina (Carmen Machi), al Colegio – Internado El Parral, en Madrid.
Al comienzo de las vacaciones, a casi todos los niños van a buscarlos sus familias. Salvo a unos pocos, que son huérfanos y tendrán que pasar allí el verano, aburridos en las clases mientras sus compañeros se divierten en las playas y en las piscinas.
Añoran a sus madres y a sus padres, y la rutina en un internado les ha ido convirtiendo en una banda de golfillos que se escapan por las noches, se dedican a cometer hurtos menores y a hacerles la vida imposible a las hermanas religiosas.
Incluso la Madre Superiora (Nuria González) ha perdido la esperanza de enderezarlos y se conforma con que alguien los eduque o, al menos, les haga pasar el tiempo en las aulas. Sobre el colegio, además, pende la evaluación de un cierre inminente. Sólo “un milagro” puede salvarles para que no los envíen a un hospicio al que los niños denominan La Perrera.
Sor Marina, que pertenece a las Esclavas de la Casa de Caridad de Cáritas, ya ha tenido algunos desencuentros en otros centros y la precede cierta fama de difícil: su empeño, su obstinación en cambiar las cosas desde dentro, la han convertido en una persona problemática a ojos de las autoridades eclesiásticas.
Cuando llega al aula se topa con una docena de niños desmotivados, que disparan palabrotas como si fueran metralletas, que no tienen apenas intereses y que se quejan de seguir asistiendo a clases mientras los demás alumnos disfrutan de las vacaciones junto a sus familias.
El fútbol y el espíritu de equipo
Sor Marina pronto hace piña con la Hermana Angelines (Paula Usero), bibliotecaria, y la Hermana Tatiana (Anis Doroftei), cocinera. Una noche, Sor Marina descubre que los chavales han salido de sus camas para jugar al fútbol en el patio. Por entonces, este deporte les estaba prohibido.
La monja halla ahí la esencia de la motivación. Y decide preparar un equipo, con el permiso de la Madre Superiora, para que los niños empiecen a entrenarse y jugar contra otros colegios. Al principio cuenta con la asistencia de Rafael (Pablo Chiapella), el jefe de bedeles, un hombre apasionado por el fútbol pero deprimido por su divorcio. Cuando este entrenador amateur renuncia, Sor Marina empieza a hacerse cargo del entrenamiento e incluso a lanzar unos pases con el balón.
Una de las virtudes de “Llenos de Gracia”, un filme bien rodado que rehúye la blandenguería propia de esta clase de películas, es la visión que nos ofrece de las monjas. No sólo las consideramos a través de nuestras miradas, también las vemos bajo los ojos de los niños a los que intentan domar: para ellos, es inaudito que una monja juegue al fútbol, fume algún pitillo y se ría y se divierta.
Ése es el personaje, carismático, agradable y cargado del afán de superación, que construye Carmen Machi, una actriz que siempre destaca. La Sor Marina real, que en la actualidad vive en Salamanca, contribuyó con su esfuerzo entre los muchachos a que uno de ellos, Valdo, se convirtiera en jugador del Real Madrid.
Otra de sus virtudes es que establece el espíritu de colaboración de las comunidades cerradas como un salvavidas para quienes no encuentran motivaciones. Aunque en ningún momento se habla de fe, la fe en ese espíritu de equipo es el motor del filme. Sólo colaborando unos con otros podrán destacar en ese deporte y, quizá, salvar el colegio del derribo. Necesitan cooperar y mantener una actitud deportiva que jamás incluya la violencia.
Con el cambio, la comprensión y la empatía podrán alcanzar esa gracia del título. Concebida como una comedia familiar, nos recuerda a esas películas en las que un profesor se encargaba de los alumnos más difíciles; pienso en “El rector”, “Mentes peligrosas” o “Rebelión en las aulas”.
El reparto también está a la altura. A los actores adultos mencionados hay que añadir el nombre de Manolo Solo, otro de esos intérpretes capaces de crear personajes llenos de matices incluso si su papel es mínimo. Los niños elegidos desprenden desparpajo y habilidades para hacernos reír con sus salidas de tono y sus ocurrencias. Es una película agradable, respetuosa y con la que uno pasa un buen rato.