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Un intento (fallido) por denostar al Papa, a la Iglesia y a la tradición católica

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Jaime Septién - publicado el 04/09/22
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Una exposición cargada de ideología que ha molestado a la comunidad de México

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El artista chino Ai Weiwei (1957) fue famoso en el mundo a partir de una serie de tres fotos realizada en 1995 que se hizo mientras dejaba caer en el piso un jarrón de la dinastía Han (202 a.C. – 220 d. C.) como protesta por las condiciones políticas impuestas por el Gobierno comunista, en ese entonces encabezado por Jiang Zemin.

En el tríptico en blanco y negro se ve a Weiwei presentando el jarrón, después en el momento que lo deja caer y al último el valioso objeto hecho pedazos en el suelo, mientras el artista chino sonrié a la cámara. Hijo del poeta Ai Qing, proscrito por Mao, sufrió en su niñez y también después de Tiananmen la brutal represión comunista.

Los avatares de la imitación

Imitando de una manera gratuita el ejemplo –se diría, calcando-- el ejemplo de Weiwei, el artista chileno Pablo Maire (Talca, 1975) tuvo la ocurrencia de hacer un tríptico escultórico parecido, pero usando en lugar de su imagen, la del papa Francisco, y en lugar de un jarrón de la dinastía Han, un bebé humano.

Maire, de quién la página web Singulart dice que está “inspirado principalmente por la muerte, la política y el homoerotismo”, expone desde ayer 25 de agosto su tríptico en la Galería Aguafuerte, situada en el distrito alternativo y artístico de la Colonia Roma (Ciudad de México), inmortalizada por la película homónima de Alfonso Cuarón.

La exposición lleva el nombre de “Químicas ácidas” y la pieza principal, que ha levantado ámpula entre la comunidad católica de México (y a través de los medios, de muchos otros países del mundo), es el tríptico con el que Maire intenta mostrar que la Iglesia católica y sus jerarcas perpetúan un modelo “violento y anacrónico”.

Chao tradición artística

Siguiendo el guión de Weiwei, Maire hace tres esculturas en poliresina de 27x11x9 centímetros, con base hecha de madera, en la que pone al Papa Francisco con un bebé en los brazos, ofreciéndolo como holocausto; en la segunda, con desparpajo, lo deja caer al suelo y en la tercera, el bebé yace hecho pedazos mientras el Papa con los brazos en jarras sonrié sarcásticamente.

Con un limitado ingenio, ha llamado a este trío de esculturas, pintadas de modo realista, “Chao tradición católica”. En opinión de Maire, “el arte es la posibilidad de crear una naturaleza distinta de las cosas”, lo cual cumple en esta exposición cargada de ideología: cambia al artista chino por el Papa argentino y al jarrón por un bebé.

“Él (Weiwei) hizo este gesto simbólico como de destruir la tradición china y yo lo transpolé, puse esta obra en el contexto occidental y me imaginé la tradición católica, que es una tradición que a todos nos afecta de algún modo porque somos del mundo occidental, sobre todo con temas como la pedofilia”, dijo Maire en una entrevista con la agencia Efe.

Y agregó: en la primera figura “el papa toma a un niño, que puede ser Cristo también y lo expone como ofrenda a Dios por eso está mirando hacia arriba, luego en la segunda lo deja caer y en la tercera se tritura y se ríe”. La confusión es total: ahora ya no es un bebé, es Cristo-bebé. Y su Vicario en la Tierra lo hace pedazos…

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Una valentía de pacotilla

Alguna vez asistió este reportero a una obra de teatro en Madrid que moderniza el fabuloso “Retablo de las Maravillas” de Miguel de Cervantes Saavedra. En una de las piezas, se ridiculiza a un cura católico, presumiblemente el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer (sin decir su nombre, claro).

Al salir del teatro, un amigo me preguntó si no me había golpeado en mi sensibilidad católica tan “valiente” denuncia. La respuesta fue que no me parecía una “denuncia”. Y mucho menos “valiente”. Sabían estos actores –como lo sabe Maire—que la Iglesia les va a sobrevivir y que su “venganza” será orar por ellos.

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