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El papa Francisco da un paso más en el proceso de canonización de dos beatos: un obispo que luchó por los migrantes y un consagrado que sirvió a los enfermos y veía en ellos a Jesús.
Durante el consistorio público ordinario convocado por el Papa para el próximo 27 de agosto, además de la imposición del birrete a los nuevos cardenales, también será la ocasión para definir la canonización de los beatos:
Giovanni Battista Scalabrini (1839-1905), obispo de Piacenza, fundador de la Congregación de los Misioneros de San Carlos y de la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlo Borromeo.
Artemide Zatti (1880-1951), de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco (Salesianos).
Estos datos fueron aportados este miércoles, 17 de agosto, por la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Vaticano.
Padre de los emigrantes
Scalabrini, impresionado por las dramáticas condiciones de las primeras migraciones masivas a América, especialmente a Estados Unidos y Brasil, se comprometió a darlas a conocer a las autoridades eclesiásticas y estatales y a sensibilizar a la opinión pública.
Precisamente para ayudar y proteger a los emigrantes fundó la Congregación de los Misioneros de San Carlos Borromeo en 1887.
De nuevo a favor de los emigrantes, desarrolló una intensa actividad con conferencias y publicaciones y, en 1905, la Congregación de los Misioneros de San Carlos Borromeo.
Asimismo, en 1901, vio aceptadas algunas de sus propuestas en la nueva ley de emigración aprobada por el Estado italiano.
En los últimos años de su vida visitó personalmente a los emigrantes y a sus misioneros en Estados Unidos y Brasil. Regresó a Italia, agotado, y murió en Piacenza (Italia) el 1 de junio de 1905.
Zatti y su amor por los últimos y abandonados
Por su parte, Artemide Zatti, fue un religioso de la Sociedad de San Francisco de Sales, se distinguió por su amor a los más pobres y por una profunda vida comunitaria marcada por la obediencia alegre y generosa.
En las grandes regiones de la Patagonia, dedicó su vida a los necesitados en el hospital de Viedma, con gran generosidad, paciencia y humildad.
Era un hombre de fáciles relaciones humanas, con una visible carga de simpatía, feliz de entretener a la gente humilde. Pero era sobre todo un hombre de Dios. Lo irradiaba. Esta es la descripción que emerge de su causa. Un médico del hospital, bastante incrédulo, diría: "Cuando vi al Sr. Zatti mi incredulidad vaciló". Y otro: "Creo en Dios desde que conocí al Sr. Zatti".