Este miércoles, 17 de agosto, en la audiencia general, un niño de cinco años – al que el propio Papa llamó “valiente” – saltó los controles y subió al estrado donde el Pontífice predicaba sobre “el pacto de ancianos y niños” que, dijo, “salvará a la familia humana”.
En el aula Pablo VI del Vaticano, ante miles de fieles y peregrinos, el pequeño se robó la escena; pues se colocó justo al lado del papa Francisco y lo acompañó de pie con suma tranquilidad hasta en el momento de la oración final y de la bendición apostólica.
Los asistentes vieron al niño, mientras se rezaba el Padre Nuestro en latín, con un rosario en mano, regalado por su Santidad, y quedarse impasible junto a él, y, en algunas ocasiones, ambos se dirigieron miradas cómplices.
El papa Francisco estaba divertido de la temeridad del menor y de su carácter apacible, algo fuera de lo común, a esa tierna edad.
Apenas el Papa le vio le preguntó su nombre y le invitó a quedarse. Antes de la bendición, el Papa puso la mano sobre la cabeza del pequeñín para indicar a los presentes que su predicación se había convertido en carne y hueso y así, en testimonio concreto.
“En la audiencia general hablamos del diálogo entre viejos” y mostrando con la mano al chico… “y jóvenes…”, dijo el Papa con una sonrisa, entre los aplausos de los fieles y de los peregrinos presentes en Sala Nervi.
“El testimonio de los ancianos es un don auténtico, una verdadera bendición para los niños. La alianza de los mayores con los más pequeños salvará la familia humana”, afirmó el Obispo de Roma durante su predicación.