“Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”, dijo el papa Francisco este lunes, 25 de julio, en su primer discurso en Maskwacis, donde tuvo lugar el encuentro con los pueblos indígenas de las Primeras Naciones, Métis e Inuit.
“Estoy dolido. Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”.
Tras escuchar estas palabras del Papa los indígenas exultaron, aplaudieron y muchos otros se secaron las lágrimas. Contundente exhortación, realizada en español, que resonará en todo el continente de la "esperanza".
“Llego hasta sus tierras nativas […], para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”, expresó el Papa Francisco.
A su llegada, el Papa ha sido recibido a la entrada de la iglesia de Nuestra Señora de los Siete Dolores por el párroco y algunos ancianos nativos de las Primeras Naciones, los Métis y los Inuit. Luego, al son de los tambores, siguió su traslado en silla de ruedas, empujado por un hombre de la seguridad, hasta el cementerio.
Cruces coloradas y de madera muy sencillas poblaban el campo santo donde yacían enterrados los cuerpos de niños y jóvenes.
El Papa en silla de ruedas escoltado por los líderes indígenas entró en el cementerio, que recuerda los sufrimientos padecidos en las escuelas residenciales, donde murieron niños y jóvenes a causa de la desnutrición, de enfermedad y en algunos casos debido a maltratos.
Perdón por la mentalidad colonialista
Entretanto, mantuvo silencio y realizó una breve oración.“Hoy estoy aquí para recordar el pasado, para llorar con ustedes, para mirar la tierra en silencio, para rezar junto a las tumbas”.
A continuación, todavía en silla de ruedas, se dirigió al Bear Park Pow-Wow Grounds, a cuya entrada le recibieron una delegación de jefes indígenas de todo el país. Tambores indígenas ‘pulso del corazón de la tierra’ y los saludos autóctonos en lengua Cree evocaban paz y comunión hacia el 266º Sucesor de Pedro.
Tras la entrada de los jefes indígenas y las palabras de bienvenida de uno de ellos, el Papa Francisco pronunció su discurso.
“Me encuentro entre ustedes porque el primer paso de esta peregrinación penitencial es el de renovar mi pedido de perdón y decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido”.
Entonces, reiteró: “pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas”.
El símbolo del dolor: Dos pares de mocasines
El Papa recordó sus encuentros en Roma hace cuatro meses con los líderes aborígenes y mencionó un símbolo fuerte que recuerda el dolor de las escuelas residenciales:
“En ese momento me entregaron en prenda dos pares de mocasines, signo del sufrimiento padecido por los niños indígenas, en particular de los que lamentablemente no volvieron más a casa de las escuelas residenciales.
Me pidieron que devolviera los mocasines cuando llegara a Canadá; lo haré al terminar estas palabras, y quisiera inspirarme precisamente en este símbolo que, en los meses pasados, reavivó en mí el dolor, la indignación y la vergüenza.
El recuerdo de esos niños provoca aflicción y exhorta a actuar para que todos los niños sean tratados con amor, honor y respeto.
Pero esos mocasines también nos hablan de un camino, de un recorrido que deseamos hacer juntos. Caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación”, expresó el Papa.
Hacer memoria: drama de las escuelas residenciales
“Hacer memoria de las devastadoras experiencias que ocurrieron en las escuelas residenciales nos golpea, nos indigna, nos entristece, pero es necesario”.
“Es necesario recordar cómo las políticas de asimilación y desvinculación, que también incluían el sistema de las escuelas residenciales, fueron nefastas para la gente de estas tierras”.
El Papa lamentó el comportamiento discriminatorio de los colonos europeos que llegaron aquí por primera vez al finales de 1700, por el comercio de pieles, mientras que los pueblos aborígenes eran allí desde tiempos inmemoriales.
Las políticas de asimilación
En su discurso arremetió contra “las políticas de asimilación” que terminaron por “marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas”.
Una marginación también “por medio del sistema de escuelas residenciales”, que no admitían “sus lenguas y culturas” y fueron “denigradas y suprimidas”.
El Papa denunció “cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; de cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y de cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos”.
Una “memoria sangrante”
El papa Francisco explicó que “las políticas ligadas a las escuelas residenciales han sido catastróficas. Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador, incompatible con el Evangelio de Jesucristo”.
Y en otro momento clamó: “Quisiera repetir con vergüenza y claridad: pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”.
El Papa que habló en español dijo que era consciente “de que «mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado»”.
Buscar la verdad
Por ello, afirmó, que una parte importante de este proceso es hacer una seria “búsqueda de la verdad acerca del pasado y ayudar a los supervivientes de las escuelas residenciales a realizar procesos de sanación de los traumas sufridos.”
“Rezo y espero que los cristianos y la sociedad de esta tierra crezcan en la capacidad de acoger y respetar la identidad y la experiencia de los pueblos indígenas”.
Por su parte, expresó que seguirá “animando el compromiso de todos los católicos respecto a los pueblos indígenas”.
Así como lo hizo también por medio de una Exhortación apostólica (Querida Amazonia).
El Papa se disculpó porque en este viaje no podrá visitar los “centros como Kamloops, Winnipeg”, lugares símbolo de los abusos y de otros cementerios.
“Silencio y oración”.
El Papa pidió “silencio y oración”, “ante el mal recemos al Señor del bien; ante la muerte recemos al Dios de la vida”.
“Nuestro Señor Jesucristo hizo de un sepulcro —la última estación de la esperanza ante la cual se habían desvanecido todos los sueños y sólo quedaban el llanto, el dolor y la resignación— el lugar del renacimiento, de la resurrección, donde comenzó una historia de vida nueva y de reconciliación universal”.
No bastan nuestros esfuerzos para sanar y reconciliar, es necesaria su gracia, es necesaria la sabiduría afable y fuerte del Espíritu, la ternura del Consolador. Que Él colme las esperanzas de los corazones. Que Él nos tome de la mano. Y que Él nos haga caminar juntos”, concluyó.
La acogida de los pueblos indígenas al Papa
Antes del discurso del Papa, los indígenas hicieron un baile tradicional que evoca la cura de las heridas ante lo sucedido en las escuelas residenciales, entre los presentes miles de “sobrevivientes”.
El obispo de Roma también saludó en su discurso a la Gobernadora General, Sra. Mary Simon y el Primer Ministro, Justin Trudeau.
A continuación, tras la interpretación de una canción y el rezo del Padre Nuestro, el Papa saludó individualmente a algunos ancianos indígenas.
Al final del encuentro con los indígenas de las Primeras Naciones, los Métis y los Inuit, el Obispo de Roma regresó en coche al Seminario de San José, donde participará a un almuerzo privado.