La estrategia de “abrazos no balazos”, establecida y defendida a capa y espada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, “no frena la violencia pero sí alienta la impunidad”. Lo dijo en una entrevista reciente el obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega al periódico Milenio.
La entrevista tuvo resonancia en todos los rincones de la vida política en México. En ella, el prelado zacatecano considera “necesario” tender puentes de comunicación con los líderes del crimen organizado para dar pie a un “pacto social” que pueda reducir la ola de homicidios en México:
Acciones de emergencia
La situación de la diócesis de Zacatecas –uno de los lugares donde se enfrentan los cárteles de la droga de Sinaloa y de Jalisco—ha motivado que el obispo Noriega instruya a sus sacerdotes a “no retar” a los criminales.
También trasladó a sacerdotes de parroquias situadas en comunidades conflictivas a las cabeceras municipales.
Si en la diócesis de Zacatecas (como en la de Matamoros, Apatzingán o Chilpancingo-Chilapa, por nombrar solamente algunas) la situación puede ameritar una serie de acciones de emergencia, como las que ha ordenado el obispo Noriega, ¿es posible llevar a cabo un “pacto” con los líderes de los grupos de narcotraficantes y lograr la paz?
Para indagar esa posibilidad (o no) Aleteia ha entrevistado a quien más conoce en México de crímenes, hostigamiento, extorsión, secuestros y las condiciones precarias con las que ejercen su ministerio los sacerdotes y religiosos en el país: el sacerdote paulino Omar Sotelo Aguilar, presidente del Centro Católico Multimedial (CCM).
Si yo mato al cura puedo matar a cualquiera
En el conocimiento acumulado al frente del CCM, ¿la situación de hostigamiento que actualmente sufre la Iglesia en México es más grave que nunca? Hay incluso voces que hablan de una situación similar a la de 1926, antes del inicio de la Guerra Cristera…
El hostigamiento que viven los sacerdotes y la Iglesia católica en la actualidad es algo muy distinto, desde luego, a lo que se vivía en 1926, sobre todo porque no es una persecución como tal: es un ataque que va más allá de una acción política.
El ataque va a deshacer algo muy importante porque el sacerdocio en México es un estabilizador social. La parroquia es un estabilizador social.
El sacerdote no solo brinda un servicio espiritual. También da a la comunidad esperanza, ayuda a migrantes, a indígenas, en educación, en medicina…
Incluso, la Iglesia llega a lugares donde las instancias políticas no llegan.
Esto puede ser una situación que “compite” con el crimen organizado: le quita muchos elementos e impide que hagan “su trabajo”.
Cuando eliminan a un sacerdote, no solo eliminan a una personas sino que violentan a toda una institución y dejan en la orfandad a toda una comunidad.
Entonces, se desestabiliza esa comunidad y ellos se enquistan.
Primero, estableciendo la “cultura del silencio”. Acallan a la comunidad. El mensaje es claro: “Si puedo matar a un cura, puedo matar a quien sea”.
Y la “cultura del temor”: Nadie se puede mover porque lo acaban, lo exterminan.
Hay así un caldo de cultivo para la narcocultura, para la narcoeconomía y, desde luego, para la narcopolítica.
En este último sentido, podemos decir que sí es más grave esta situación de hostigamiento a la Iglesia, porque va directamente a extinguir al sacerdocio, porque el sacerdote impide su acción. Por eso se le ataca y se le quiere eliminar.
Llegar a los que están a punto de enrolarse
Tú, que has tocado en la película Hermano narco la entraña misma del sujeto narcotraficante, más allá de que, obviamente, es un ser humano, ¿crees que sea posible “pactar”, “negociar” con los capos, con los criminales mayores, con los criminales, líderes de estas bandas?
Yo considero que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. Dios puede, ciertamente, mover los corazones.
Acercarse a las cabezas del crimen organizado es difícil porque han llegado a un grado total de deshumanización.
Nosotros cuando producimos Hermano narco, una de las propuestas, que va ligada al perdón, fue humanizar aquello que se ha deshumanizado.
El primer trabajo, antes de acercarse a pactar con el crimen organizado hay que ir por pasos.
Primero, humanizar aquello que se ha deshumanizado. Para ello es necesario ir a aquellos hombres y mujeres que se están acercando a los grupos delictivos porque no tienen otra opción.
Han sido reclutados por falta de oportunidades de trabajo. Les han abierto el camino, y muchos jóvenes que están a punto de enrolarse, habría que atenderlos a ellos, humanizarlos.
Se puede comenzar por ahí y, poco a poco, ir subiendo. Encontrar esos resquicios que puedan tocar el corazón de estos hombres y mujeres que han perdido toda capacidad de amar y de ver al otro como un ser humano. Es muy complicado.
Muchos que están en esos grupos han perdido toda capacidad de amar, de realizarse plenamente. Viven el aquí y el ahora sin más trascendencia que eso.
Hay que buscar humanizar a quienes han perdido la capacidad del perdón, de ver al otro como un ser humano.
El proceso será largo, complicado, difícil. Y más en estos tiempos en donde vemos los alcances tan tremendos en lo económico, en lo tecnológico, en el armamento que tiene el crimen organizado.
Pero, como dije anteriormente, lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios.
Construcción de la paz desde la familia
¿Cómo plantearías tú una mesa de diálogo nacional por la paz, algo que están reclamando los obispos, los sacerdotes, los religiosos, los laicos de todo el país?
Es muy complicado cómo planear una mesa de diálogo por la paz.
Quiero comenzar con esto: el crimen organizado tiene dos pilares muy fuertes: recursos materiales ilimitados y recursos humanos también ilimitados.
Se alimenta de muchos jóvenes que no tienen trabajo, de formar familia, de educarse, de crecer profesionalmente.
La paz comienza en el seno de la familia. Dándole a la familia los recursos necesarios para que cada uno de sus miembros tenga lo necesario para integrarse a la comunidad.
Al desintegrarse la familia con la migración, con la necesidad económica, el crimen organizado aprovecha y recluta a los jóvenes para hacerlos parte de sus bandas criminales,
¿Cómo planear una mesa de diálogo por la paz? Primero, con las familias, para solventar sus necesidades.
De ahí, tenemos que hacer conciencia en los jóvenes del camino que pueden tomar. Si hacemos un trabajo preventivo podemos construir la paz.
Eso nos ha faltado a lo largo de la historia de México: dejamos que esto creciera, dejamos a merced de los capos a los jóvenes y los hemos convertido en el recurso humano ilimitado de los criminales.
Se podría empezar con un trabajo muy fuerte en el diálogo para la construcción de la paz, a través de la familia, a través de sus jóvenes.
Se trata de tejer, de recomponer el tejido social de una sociedad tan lastimada como la nuestra.