El pasado 19 de mayo, la sección de sucesos de los medios de comunicación españoles transmitían una triste noticia: en la localidad navarra de Corella falleció un niño de 3 años después de ingerir agua oxigenada de uso industrial (más potente que la de uso doméstico).
Las informaciones señalaban que la tragedia tuvo lugar en un espacio propiedad de la comunidad “Las Doce Tribus”; calificada por algunos como “comunidad autogestionada”, pero considerada secta por investigadores y ex adeptos. Sus integrantes aseguran vivir siguiendo los principios del “evangelio de Yashua”. Entonces… ¿son cristianos? ¿Una secta? ¿O simplemente una comunidad de vida alternativa?
Un cóctel de fe cristiana y movimiento hippy
Se conoce como “Las Doce Tribus” a un movimiento fundado en los Estados Unidos en 1972 por Elbert Eugene Spriggs (1937-2021), a quien sus seguidores llaman Yoneq, y que pretendió volver al estilo de vida de los primeros cristianos. El grupo nació en un contexto espiritual muy peculiar: hablamos de los años 60 y 70, en plena contracultura, que tuvo consecuencias en el ámbito religioso cristiano.
En dicha época tuvo lugar en los EE.UU. una intersección entre el movimiento hippy y el cristianismo evangélico, dando lugar a la corriente llamada Jesus People. Según explica Manuel Guerra en su Diccionario enciclopédico de las sectas, Las Doce Tribus “combina elementos de Nueva Era con una visión fundamentalista del cristianismo”.
Un fuerte acento judío
Destaca, sobre todo, por su vida comunitaria, algo que han preservado cuidadosamente hasta el día de hoy. Para comprender a esta secta es necesario tener en cuenta, además, la importancia que adquieren algunos elementos judíos en su identidad grupal; empezando por su propia denominación oficial, que alude a las doce tribus de Israel, de las que pretende ser su restauración; y continuando con el cambio de nombre que hacen todos sus miembros, tomando uno hebreo.
No se consideran judíos ni cristianos. En realidad, son milenaristas, celebran el sabbat y otras fiestas judías, y reconocen a Jesús como el Mesías; pero insisten en utilizar su “nombre original”: Yashua. Utilizan la Biblia y practican el bautismo por inmersión.
De Estados Unidos a Europa… y España
En la década de los 80, Spriggs y algunos colaboradores dieron el salto a Europa, viajando por Alemania, Francia, España y Portugal, dándose a conocer y haciendo proselitismo. Finalmente pudieron establecerse en el sur de Francia, adquiriendo en 1983 un castillo en Sus (en los Pirineos Atlánticos), cerca de la frontera con España.
Esta comunidad concreta, a la que denominaron Tabitha’s Place, ha tenido una importante proyección pública a nivel mundial por diversas denuncias, centradas principalmente en el trato dado a los hijos de los adeptos, menores de edad, que no son escolarizados y reciben la educación en el propio grupo.
También han sido frecuentes las acusaciones de dura disciplina física y desatención médica sufridas por los niños. Otro elemento que es importante reseñar es que, por encontrarse en el Camino de Santiago, constituye un foco considerable de atracción para los peregrinos (y algunos miembros han llegado a entrar en la comunidad tras conocerla en su trayecto hacia Compostela).
De cara al público
Según informa la propia secta en su página web, su presencia en España se remonta a 1994, por medio de unas pocas familias y personas solteras que se asentaron en San Sebastián –concretamente en una casa en el monte Ulía–; y cuya actividad pública más conocida fue su presencia en ferias y mercados medievales de toda la geografía nacional, vendiendo repostería artesana para sostener la comunidad.
En 1999 abrieron una segunda sede en un caserío en Irún (también en la provincia de Guipúzcoa), pasando a tener un trabajo de agricultura y ganadería que, más allá del consumo de los propios adeptos, dio lugar a excedentes. Esto motivó que en 2002 abrieran en San Sebastián una tienda de alimentación ecológica y productos naturales, llamada Sentido Común.
Más tarde, en 2010 fundaron una empresa distribuidora de los productos que elaboran, denominada Tribal Trading. Lo último que han abierto es el restaurante Yellow Deli, en la misma calle donde está la tienda. Como explican en su publicidad, toda esta actividad “para nosotros no es simplemente un comercio, sino un medio para servir a la gente y darnos a conocer”. Es decir: un escaparate atractivo para el proselitismo.
El sufrimiento de las víctimas
Hace unos años, Xavier Mas, ex adepto del grupo, compartía esta reflexión en un foro de la asociación RedUNE, pensando en los líderes de Las Doce Tribus: “¿Qué buscan? ¿Cuál es su motivación? ¿Cuál es su beneficio? En mi opinión es el poder. Poder sobre los demás. Poder económico. Poder de salvación”.
Y lo consiguen a través de la manipulación. De forma que, si alguien decide abandonar la secta, lo vive con un gran sufrimiento y estrés. “He hablado con gente que la ha dejado y todos sufrimos cinco años dentro de un ciclo depresivo, de auto-odio, duda, desesperanza y, finalmente, aceptación y recuperación”, explicaba en 2016 Kayam Mathias, un ex miembro que entonces contaba con tan sólo 22 años, y que salió del grupo a los 14.
“De una manera rara, yo estoy ahora en mi fase de aceptación”, añadía, para terminar con esta reflexión esperanzada tras su paso por Las Doce Tribus: “he puesto todo lo que me ocurrió por allí con la esperanza de que las personas se den cuenta de lo que está pasando, pero también como una forma de hablar de ello”.