Hace dos años estaba previsto en lanzamiento en salas comerciales del filme ‘Fátima. La película’, dirigida por el cineasta italiano de 56 años, Marco Pontecorvo.
La producción corrió a cargo de Diamond Films, con el apoyo en la promoción de Bosco Films. Pero a consecuencia de la pandemia, el estreno no llegó a producirse, a pesar de que incluso tenía fecha.
Una fecha, el 16 de octubre de 2020, significativa por cuanto representa en la vida del Papa Juan Pablo II, dado que ese día fue elegido pontífice.
Si cabe, la nueva fecha también tiene algo de especial; puesto que hoy, pero en 1981, el terrorista turco Mehmet Ali Ağca disparó cuatro veces contra el papa polaco en la Plaza de San Pedro. Sería el primero de otras tentativas de atentado. Se incluye desde hoy en el catálogo de Amazon Prime Video en España.
Como se sabe, Wojtyla reconoció que la virgen de Fátima le había salvado la vida, que ella con su mano había apartado la trayectoria de una bala mortal.
‘Fátima. La película’ está inspirada en los hechos ocurridos en la ciudad de Fátima (Portugal), durante la Primera Guerra Mundial y protagonizada por Harvey Keitel (‘El Irlandés’), Sônia Braga (‘Wonder’), Goran Visnjic (‘Doctor Who’), Joaquim de Almeida (‘Una vida a lo grande’) y la española Stephanie Gil (‘El mejor verano de mi vida’).
El drama, tomado a partir de hechos históricos y de las memorias de la Hermana Lucía, tiene su punto de origen en Portugal, en 1917. Tres niños afirman haber visto a la Virgen María en la tierra de Cova de Iría, en la ciudad de Fátima.
Son Lucía, de 10 años (hoy sierva de Dios), y sus primos Francisco y Jacinta, de 9 y 7 (hoy santos). Sus revelaciones enfurecen al gobierno y a algunos miembros de la curia, que intentan persuadirlos de esa historia sobre las apariciones.
Sin embargo, y a medida que se extiende la noticia, miles de peregrinos acuden al pequeño pueblo portugués con la esperanza de presenciar un milagro. Lo que allí experimentan cambia sus vidas para siempre.
Bravo por la valentía de Marco Pontecorvo (hijo del aclamado cineasta Gillo Pontecorvo, autor de la espléndida ‘La batalla de Argel’, de 1966); por dotar de actualidad –no sólo en perfección técnica y estilo– a unos sucesos llevados al cine con anterioridad con buenos resultados.
Pontecorvo demuestra tener gran personalidad narrativa y logra un brillante resultado –por encima de las películas ya conocidas del género; que abundaron en los años 50 por estar centradas en temática religiosa– al dejar más espacio para la reflexión sin caer en el adoctrinamiento o en una fe enmascarada.
Con exquisita sensibilidad y sencillez muestra a la Virgen insertada en medio de la naturaleza con todos los elementos que la conforman. La brisa se agita con tiento en el campo de trigo y así preludia su presencia, descalza, moviendo ligeramente los pies, ataviada con una túnica y un velo blanco.
De esta manera, Pontecorvo ha conseguido una Virgen creíble, a la que vemos su hermoso rostro, sin necesidad de artificios, igual que Gibson logró un Jesús creíble en ‘La pasión de Cristo’ (2004).
El anticlericalismo consustancial a la Primera República portuguesa se sintetiza en la incómoda presencia de la autoridad eclesiástica, por un lado; y en los desengaños de la Gran Guerra, por otro; como explicita la historia cuando el alcalde recita periódicamente la lista de fallecidos ante unos familiares rotos.
En este sentido, el contexto socio político resulta apasionante. Por otro lado nos encontramos con la esencia de los tres pastorcitos; que se resume en su modo de ver un mundo donde reina la pobreza, pero también cómo rezan o cómo ríen. O sus encuentros con la Virgen, acaecidos entre el 13 de mayo y el 13 de octubre.
Su espontaneidad al encarar sus personajes es la mejor baza del filme, especialmente remarcado por el talento de la joven Stephanie Gil, que da vida a Lucía. Su mirada transmite ilusión, esperanza, desengaño y también la pesada carga que ha caído sobre sus hombros. Respecto a la dirección de actores, Pontecorvo también sabe exprimir de ellos lo mejor, incluso de los que no tienen ningún diálogo.
Desde el punto de vista argumental, resulta gratificante conocer, a pies juntillas, no solo la reacción inicial de los padres de Lucía y los de Francisco y Jacinta al enterarse de la noticia que hace tambalear el pueblo, sino también las vivencias internas de cada uno de los progenitores en su día a día, dentro y fuera de la familia, una de las aportaciones fílmicas que se han trabajado menos en el cine y que, en este caso, ocupan todo el relato y dan una idea mucho más terminada de cómo se manejaron durante esos meses.
Y en el entretanto se desarrolla la episódica subtrama, acaecida en 1989, entre el profesor Nichols, al que da vida un espléndido Harvey Keitel, y sor Lucía, encarnada por la veterana Sonia Braga.
En ella Pontecorvo pone el acento en la dicotomía entre razón y fe de modo honesto; es más, la Hermana Lucía pregunta a Nichols si se ha avanzado algo en eso de rezar para alcanzar la paz, sin ironías ni segundas lecturas.
Por último, Pontecorvo no rehúye de informar sobre el tercer secreto de Fátima, de mostrar las visiones del infierno con realismo.
Pero donde más se luce es con una puesta en escena realista del conjunto que a su vez disfruta de una muy buena ambientación. No es una película de grandes efectos especiales, pero sí consigue emocionar y mostrar sin remilgos un mundo que trasciende. Eso sí, se toma su tiempo para desplegarlo todo.
Queda, pues, una emotiva historia que actualiza el mensaje de Fátima, dirigida a creyentes y no creyentes, y que destila humanidad. Por ello resulta una joyita del cine italiano que nadie debe perderse.