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Siempre le pido a Dios que aumente mi fe. Que la esperanza no flaquee, que los miedos no se impongan, que mis egoísmos no me venzan y la desidia no me deje bloqueado sin hacer nada por los demás.
Quiero una fe en aquello que no veo. La confianza en un futuro que haga realidad todas las promesas de ese Dios que me ama más allá de mis límites.
Quiero descubrir el sol oculto en medio de los dolores de los hombres. Y la esperanza en medio de gritos de dolor. Y ser yo causa de alegría para los que me rodean.
Un plan insólito, ¡solo admíralo!
¿Qué quieres de mí?, le pregunto a Dios cada mañana, convencido de que tiene un plan que yo no imagino.
Un plan sencillo, oculto, sin palabras. Una forma de entender las cosas más allá de mi forma limitada de entender el misterio.
Porque ante lo que no comprendo sólo cabe la admiración, el asombro y la sorpresa.
Las preguntas sin respuesta siempre me van a acompañar. Escribe el filósofo Javier Barraca:
Sigue buscando
El asombro es el inicio de mi búsqueda de respuestas. Puedo vivir engañándome con respuestas que el mundo me da. Respuestas fáciles y rápidas que me dejan envuelto en el desconcierto, perdido en mis búsquedas.
No pretendo adaptarme a la forma de pensar de todos. Y ser uno más en un mar revuelto, confundido, sin luz, sin pasión por descubrir la verdad. Asumiendo los tópicos como una forma de calmar la sed de infinito que no me deja tranquilo.
No quiero conformarme con las respuestas que recibo. Sigo buscando entre las sombras con la luz de la fe.
Camino como un náufrago en busca de un paraíso con el que sueño y una paz que deseo.
Sé que la libertad me la da la sencillez del buscador que no se deja intimidar por las amenazas de los que no quieren más preguntas y se aferran a las respuestas dadas como pilares sólidos para su estabilidad.
Sin miedo, detrás está Dios Amor
No me da miedo moverme al ritmo de las olas. Tampoco me asustan las tormentas y las dudas que habitan en el fondo de mi alma.
No me intimida el miedo de encontrar respuestas que me superen, me desborden y me agoten.
Seguiré buscando el rostro de ese Dios que me ama en todo lo que me pasa. En lo bueno y en lo malo.
En la luz del día cuando todo parece fácil y en medio de la noche cuando deambulo cansado esperando amaneceres.
No le tengo miedo al juicio, al pensamiento, a la verdad escrita con letras de oro dentro de mi alma.
Ni me asustan los cuestionamientos de los que no entienden ni aceptan. No me importa que no crean todo sin cuestionarlo.
Detenerse ante la eternidad
Lo que me importa es detenerme asombrado ante esta vida que no es tan sencilla. Ante la eternidad que se dibuja como una realidad en mi corazón al que no le bastan respuestas simples y no le sirve el mandamiento de creer sin preguntar.
La búsqueda de toda la vida será la del hombre que ansía un Dios que lo ame y se lo demuestre cada día. Decía el papa Francisco:
Dialogar con Jesús
Quiero detenerme ante el misterio que no entiendo con mis preguntas. Y entrar en un diálogo con Jesús.
Él calmará mis ansias. Detendrá mis obsesiones. Me hace daño obsesionarme con las cosas. Me esclaviza atarme de forma enfermiza a aquello que amo.
Hay amores enfermos que retienen, que esclavizan y atan queriendo amar mucho. Pero no todo lo que llamo amor es un amor verdadero.
El amor de Dios me libera, no me esclaviza. Me eleva y sana, no me enferma y hiere.
Las obsesiones no son buenas. El misterio me devuelve la imagen confusa de lo que sueño. Pero no quiero confundir la parte por el todo.
Aquí en la tierra no poseeré el todo en plenitud. No tendré el cielo en mis manos. No podré retener el amor del presente para que sea infinito. Es sólo un reflejo del amor al que estoy llamado.
Dejarse liberar
Y quiero amar con todas mis fuerzas pero liberando y liberándome. Sin esclavitudes ni obsesiones.
Un amor obsesivo es un amor enfermo que enferma a quien ama y lo hiere. El amor es libertad. Para el que ama y para el que es amado.
El amor sano me permite seguir caminando sin dejar atrás lo que amo. No retiene, no se angustia, no pierde la paz.
El que ama sanamente sabe volver la mirada siempre hacia el misterio de ese Dios que me ama con todas sus fuerzas.
Un amor que saber renunciar por amor y se pone en el lugar del amado. Es el amor que deseo.
Ante el misterio de ese amor que no poseo y no comprendo, sólo puedo permanecer en silencio agradecido.
Ya está todo ganado
Dios me ha dado una capacidad inmensa de amar. No me bastan las cosas que me dicen. No me convencen las medias verdades.
Lo quiero todo y sé que sólo soy un buscador en camino. No pierdo el asombro ante la vida, ante lo que Dios me regala en gestos humanos, en abrazos y en miradas.
No me da miedo perderlo todo porque ya lo he ganado para siempre. La vida se juega en el presente que me es esquivo y se proyecta en el infinito.
De momento me aferro a mis preguntas que me mantienen despierto, atento, feliz sin obsesionarme por lo que voy ganando, conquistando.