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Burger King se ha convertido en 'trending topic' a gran velocidad gracias a sus carteles publicitarios para Semana Santa colocados en Sevilla. No es la primera vez que Burger King actúa así: con publicidad potencialmente ofensiva para un sector de la sociedad.
La publicidad es una parte ingente de la sociedad de consumo en la que vivimos, nos aporta información sobre productos que no conocemos. Es tal el bombardeo publicitario al que estamos expuestos, que las marcas necesitan encontrar un punto de distinción. Es por ello que muchas veces buscan campañas arriesgadas que les ayuden a destacar sobre el resto en la mente de los consumidores.
En el mundo de la publicidad nada es casual y las marcas siempre intentan aprovechar la oportunidad que les ayude a ser más visibles. Aunque a veces, por ello, tengan que recurrir a formas de actuar muy primitivas.
Pero, más allá de entender si la publicidad de Burger King era o no era ofensiva (acabada la Semana Santa, acabada la campaña, Burger King ha presentado una carta pidiendo disculpas), me llaman la atención dos aspectos.
El primero es que se haga del cristianismo un objeto de marketing viral, siendo nosotros mismos los que nos encargamos de efectuar el trabajo de la campaña publicitaria. ¿Por qué reiterativamente se usa el cristianismo como reclamo publicitario? En este caso, como en otros muchos ejemplos en la historia de la publicidad han sabido buscar con éxito la “fórmula mágica” para mover al público.
El segundo es que no se entiende que persigue o pretende este tipo de marketing. Tal vez ¿Confusionismo? Pero, lo que sí está claro es que el mundo necesita que hablemos de Dios. Urge que la confusión del mundo (como rezaba la campaña anterior de Burger King que ya supuso polémica) se convierta en seguridad.
Escogen las palabras de Jesús para hacer publicidad “Tomad y comed todos de Él” pero como reza el salmo “el Señor pone en boca de sus apóstoles palabras llenas de eficacia”. Urge, y más que nunca en este tiempo de Pascua, mostrar a los demás la belleza que amamos y conocemos.
Ya lo decía San Agustín “nos has creado, Señor, para ser tuyos, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Y lo vemos claramente en todo lo sucedido en redes estos días a través del anuncio.
“Tomad y comed todos de Él” reza el cartel publicitario: el hombre desea apropiarse de Dios reduciendo la grandeza divina al límite del hombre. Lo sobrenatural en ese cartel se convierte en antinatural a través de una pobre experiencia cargada de sinrazón.
Estamos en tiempo de Pascua, tiempo en el que el Señor viene a perdonarnos y a redimirnos, no viene a recordarnos nuestra mezquindad. Resucitemos también nosotros y en esa relación con el Señor “nosotros, que somos de carne, pagaremos amor por amor”. Tenemos que ser muy humanos y hartarnos de ternura para así poder dar lo que recibimos y exponer aquello que amamos.
Nuestro deber es reaccionar ante la inmoralidad pero sin perder de vista cuál es nuestra forma de vivir. Nos lo recuerda Colosenses 3: “así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba". “Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo”.
La sociedad pide a gritos que hablemos de Dios. “Tomad y comed todos de él” dice el anuncio. Consideremos esta oportunidad para poder mostrar al mundo que ahí, en la Eucaristía, la realidad de una vida auténtica nos espera a cada uno.