Hay más de 7.000 detenidos y, pese a eso, parece que el Gobierno de Vladimir Putin no puede acallar las voces de los propios rusos
«Sobre todo, no te mientas a ti mismo. El hombre que miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en el que no puede distinguir la verdad dentro de él, ni a su alrededor, y por lo tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás. Y al no tener respeto, deja de amar.»
Es una cita de Dostoyevski en «Los hermanos Karamazov». Él conocía como nadie «el alma rusa», reflexiva y sensible, y sus palabras resuenan hoy en el pueblo que sale a la calle para pedir que cese la invasión de Ucrania.
Son ya más de 7.000 detenidos. La Policía tiene orden de llevar a prisión a quien se manifieste contra las decisiones de Putin.

Hasta tal punto que fueron detenidos unos niños que habían ido junto a sus madres a colocar unas flores a las puertas de la embajada de Ucrania en Moscú como prueba de fraternidad. Es el retrato del sinsentido.



La población rusa, hasta ahora siempre sometida a un fuerte control gubernamental, ha comenzado a hacerse oír. Están en contra de la guerra impulsada por Putin. Desde los días previos a la invasión de Ucrania, no han cesado las voces críticas. Y a pesar de que el Gobierno amenaza con un juicio criminal que podría merecer castigo de por vida, los ciudadanos rusos van saliendo a la calle. Cada día más.
La protesta no es a causa de una opción política más o menos opinable. Lo que piden los rusos es que acabe una invasión a todas luces injusta e inhumana. Reclaman que haya paz en Ucrania. «Somos hermanos», comenta desolada una ucraniana cuya familia vive en la frontera con Crimea, hoy territorio de la Federación Rusa. A su familia los tanques procedentes de esta zona anexionada recientemente al Kremlin le han destrozado la casa. «¿Cómo íbamos a pensar que nos atacarían desde allí?».
Por eso los rusos piden paz y salen a las calles, para que se vea que el pueblo ruso no aprueba esta invasión de sus hermanos eslavos.
Entre otras iniciativas, ha podido verse una manifestación de más de 200 sacerdotes rusos que no están de acuerdo con las acciones del Kremlin. Puedes leerlo aquí:

De hecho, junto con la fortaleza del pueblo ucraniano, estamos descubriendo su sentido de acogida aún en las peores circunstancias. La paz bien lo merece. A este soldado ruso que se rindió, le ofrecieron comida, un té caliente y la posibilidad de llamar a su madre por teléfono. Al chico -¿tendrá 18 años- se le caían las lágrimas:
Ayer, la hija instagramer del portavoz de Vladimir Putin, Elisaveta Peskova, posteaba en su perfil de Instagram un «No a la guerra». Lo ha tenido que borrar.
El miedo a la represión y la sensación de impotencia después de 20 años bajo el poder de Putin han hecho sin duda mella en muchas personas. Pero así como hasta ahora era difícil ver manifestaciones en la calle, ahora hay cientos de ciudadanos que protestan públicamente: Moscú, San Petersburgo y otras muchas ciudades son escenario de marchas de ciudadamos de a pie, con temperaturas bajo cero, pidiendo paz.
Entre ellos estaba Yelena Ósipova, superviviente rusa de la Segunda Guerra Mundial (en la imagen superior de este artículo). Con 77 años y después de haber sobrevivido al genocidio nazi, salió con dos pancartas y fue detenida sin contemplaciones. Su rostro ha quedado entre las imágenes que ahora recorren medio mundo.
Un movimiento desde la propia Rusia
Apuntaba ayer el periodista Salvador Aragonés, experto en Política Internacional, en el encuentro online de Aleteia, que no había que descartar que se produjera un movimiento interno en Rusia que acabe con la autocracia de Putin.
En este sentido, la memoria conecta con la caída del Muro de Berlín en 1989. Una revolución incruenta que nadie imaginaba por aquel entonces. A continuación se desplomó el Telón de Acero y se disolvió la Unión Soviética. ¿Por qué no pensar que la Historia nos depara otro episodio en el que la oración a Dios es motor de cambio?

Así, en la Puerta de Brandenburgo se escuchó el himno «Dona Nobis Pacem» mientras el monumento se iluminaba con los colores de la bandera ucraniana.
Y es que los rusos, con mayor libertad de movimientos quienes están fuera del país, reclaman la paz. Incluso en numerosas ciudades se han unidos a las manifestaciones de los ucranianos para pedir que cese la violencia:
Mientras, cada día hay personas que se convierten en héroes con su lucha pacífica, grande o pequeña, por «distinguir la verdad», como decía Dostoyevski. En Ekaterimburgo, una joven rusa va camino de convertirse en heroína nacional después de protestar pacíficamente en la calle y ser detenida. Opuso resistencia pero nunca empleó medidas violentas. En las redes sociales se la aplaude.