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¿Qué tienen en común un hipócrita y una máscara?

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Paweł Rytel-Andrianik - publicado el 27/02/22
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La palabra hipócrita procede del teatro antiguo, donde se designaba a los actores precisamente con la palabra “hypokrites”

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¿Cuándo debe comenzar la educación de los hijos? ¿Cuándo tienen tres años o cinco o más?” preguntó un matrimonio a un sacerdote anciano que llevaba muchos años trabajando con familias.

Él respondió: “Lo ideal es al menos 20 años antes del nacimiento. Los padres, sin saberlo, transmiten a sus hijos lo que son, y los niños lo absorben como una esponja”.

Lo que somos es lo que damos

La palabra “hipócrita” (hypokrites en el griego original) designa a un hombre que hace lo contrario de lo que dice, señala las faltas de los demás sin ver las suyas, y dice lo que la gente quiere oír.

Esta palabra procede del teatro antiguo, donde se designaba a los actores precisamente con la palabra “hypokrites”.

Mientras actúan en el escenario, se ponen máscaras que representan a sus personajes como hombres o mujeres y sus estados de ánimo: alegría, tristeza, miedo, valor, etc.

Fuera máscaras

Jesús advierte repetidamente contra las personas que llevan máscaras, y les insta a desprenderse de ellas y a ser ellos mismos en la vida, no hipócritas. Por eso dice:

Frutos del corazón

En la Biblia, el corazón no se entiende como un símbolo de emociones o sentimientos; es algo mucho más importante.

Es el santuario donde el hombre se encuentra con Dios, un símbolo del libre albedrío de la persona y un lugar de toma de decisiones.

Se pensaba que esta rodeado de espíritu (pneuma). Lo más importante tiene lugar en nuestro corazón.

Las acciones, o los frutos, son la consecuencia de las decisiones tomadas en el corazón. La calidad del fruto, y la calidad de nuestra vida, depende de la calidad de nuestro corazón. Simplemente.

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