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La clave para descubrir si una relación me conviene o no

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Pixabay

Carlos Padilla Esteban - publicado el 02/02/22

Hay una pregunta directa y sencilla: ¿Este amor o esta amistad saca lo mejor de mí... o lo peor?

El amor crece desde la complementación. Dos personas se enamoran en sus diferencias. Aman lo que no poseen. Anhelan lo que no tienen.

Al mismo tiempo el amor crece desde las semejanzas. Es difícil convivir con el que es totalmente distinto a mí. En aguas compartidas puedo sentirme más en casa.

Pero son las diferencias las que me enriquecen y complementan.

Tal vez porque no estoy completo y necesito que alguien, mirándome desde sus ojos, me haga ver lo que yo no veo y entender lo que no comprendo.

Ese amor saca la mejor versión de mí. Ese es el amor que deseo. Esa mirada misericordiosa me quiere en mis límites y se enamora de mis preferencias.

Aun así, no siempre amando lo que es diferente, me dejo complementar.

En lugar de ayudar al nervioso a calmar sus pasos, lo acelero. En vez de calmar la ira del iracundo se la potencio.

Entonces la complementación no sucede. Y no tiene lugar ese milagro del amor que tanto busco. Porque en las diferencias crezco, me enriquezco y soy mejor que antes.

La gran fuerza asemejadora

Dicen que el amor asemeja. Escribe el padre José Kentenich:

“¿Qué produce el amor? Todas las virtudes brotan del amor. Si tengo amor, debo tener todas las demás virtudes. Lo entenderán mejor si les recuerdo la frase que dice: – Desde la perspectiva filosófica, el amor es la fuerza unitiva y asemejadora”.

King, Herbert. King Nº 2 El Poder del Amor

Amando al que no es como yo me acabo pareciendo en algo al amado. Algo de su serenidad se mete en mi piel. Algo de su alegría o de su espíritu de servicio.

Ya no sé si me asemejo sólo en lo bueno o también en lo malo. Puede que también su pereza se me contagie o su egoísmo. Porque el amor tiene ese poder inmenso.

Por eso quiero amar y dejarme amar. Quiero amar en lo humano para ser más humano y más de Dios.

¿Cómo entra el amor en mí?

Me gustaría entender los mecanismos del amor que brota dentro de mi alma. Aprender a descifrar ese lenguaje del amor por el que soy mejor haciendo mejor al otro.

Es esa comunión la que sueña mi corazón roto, desunido y tensionado.

Quizás encierra el amor una magia única o es el poder mágico del abrazo lleno de ternura que tengo dentro el que sana el alma.

Hay cosas que aprendo casi por osmosis. Una forma de ver la vida, una mirada, una actitud, el gusto por ciertas cosas, la pasión por la vida.

Se van pegando en el alma cuando mi amor por la persona amada toca mi corazón. Entonces me parezco más a quien amo.

Porque me gusta lo que a él le gusta. O me fío tanto de sus criterios que acaban siendo los míos. Sin tener yo que anularme, simplemente mejorando o madurando.

Adquiero otras opiniones que acaban siendo mías. Y ciertos gustos o aficiones que son los suyos, se convierten en los míos.

Me enamoro de la vida que ven otros ojos. Y dejo atrás mis propias esclavitudes sólo por amar la libertad de la persona amada.

¿A quién decido amar?

Por eso es tan importante elegir bien a quien amo. Elijo a quien es mejor, para mejorar yo.

Tantas veces fracasa el amor que no sabe elegir y elige lo que no le conviene. Entonces esa complementación en lugar de sacar lo mejor de mi alma acaba sacando el peor veneno que llevo dentro.

Se potencia en mí lo que no me ayuda a amar mejor a otros con un alma más grande, con una mirada más alegre y abierta.

Necesito que alguien me ayude a recomponer mis roturas, a sanar mis heridas, y a desarrollar esas potencialidades que corren el riesgo de morir sin haber visto la vida.

El buen amor

El verdadero amor enaltece, levanta y enriquece.

Hay otros amores enfermos, cerrados sobre sí mismos, que en su egoísmo sólo logran acentuar mis miserias y dejan salir mis pequeñeces.

El amor con el que sueño es un amor que levanta mis pies de la tierra haciéndolos volar sobre las nubes. Es un amor diferente que me da paz en el alma.

No me recrimina continuamente por lo que no doy, tal vez no lo tenga. No pretende que sea como nunca he sido.

Y al mismo tiempo me anima a seguir siendo quien soy sin renunciar a mi yo auténtico. Acepta mis límites como parte de la realidad amada.

No se escandaliza de mis caídas porque las presupone al amarme por completo. Y entiende que detrás de todos mis sueños se esconde un corazón noble que sólo quiere amar hasta el extremo.

Así de fácil. Amar bien es lo que importa.

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amordiferenciaspazrelaciones
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