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Siete razones para llegar a misa antes de tiempo

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Benito Rodríguez - publicado el 30/01/22
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Es un deber del católico escuchar Misa todos los domingos. Hay que ser puntual para cumplir el precepto. Pero no se trata simplemente de una norma

Si se entiende el verdadero valor de la Santa Misa, se trata del centro de la vida del cristiano. Llegar unos minutos antes nos puede aportar mucho y nos ayudará a vivirla una forma más intensa.

¿Cuáles son esas siete razones para llegar a misa con tiempo suficiente?

1Garantizar que escuchamos “misa entera”.

Es corriente en esta vida ajetreada que la velocidad de vértigo nos haga apurar al máximo hasta para ir a Misa. El resultado -es muy frecuente- es que acabamos llegando tarde, con la misa comenzada. Ni el que llega tarde vivirá bien la Misa, y posiblemente también hará que otras personas tampoco se puedan concentrar de verdad. Ciertamente, es un problema, que acaba afectando también al Tercer Mandamiento de la Iglesia Católica: “escuchar Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”.

El Papa Francisco asegura que “en la Misa, el Señor Jesús, haciéndose «pan partido» por amor a nosotros, se nos da y nos comunica toda su misericordia y su amor, renovando nuestro corazón, nuestra vida y nuestras relaciones con él y con los hermanos”.

Si de verdad nos paramos a pensar así en la Misa, será más fácil programar la asistencia como realmente se merece.

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Un buen consejo es tener pensado y programado a qué parroquia y a qué hora ir, con horarios de salida de casa para ello. Si lo hacemos para ir al teatro, por ejemplo, no vaya a ser que un retraso nos obligue a aguardar hasta el descanso para poder entrar, con más razón la Misa. No sólo por no incumplir el precepto, sino por tener ganas de vivir con intensidad el enorme regalo y milagro que el Señor nos da.

Si  vamos con la hora justa, a veces llegaremos a tiempo y otras, tarde. Mejor llegar pronto, con diez o quince minutos de antelación. Así tendremos también margen para sortear cualquier imprevisto de última hora, atasco, etc.

2Recogerse en oración: preparar el alma y la cabeza.

Es fácil tener siempre mil cosas en la cabeza. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo en misa con la cabeza en otro sitio. Quizás en obligaciones y preocupaciones que nos acechan. Quizás en todo lo que tenemos que hacer después. Quizás en algo que nos agobia y nos quita la paz… La Misa es en encuentro con Jesús. Completamente personal, y familiar al mismo tiempo.

Poder llegar diez o quince minutos antes, con el templo semivacío, en silencio, nos permitirá sosegarnos.

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Podemos utilizar ese rato para invocar al Espíritu Santo, para ponernos en actitud orante. Para pedirle al Señor que nos ayude a vivir la Misa con intensidad. A poner a los pies del altar todas esas preocupaciones, para hacer partícipe al Señor de nuestras inquietudes. Pero esforzándonos por aparcarlas para centrarnos en Él.

Dios es el protagonista absoluto de la celebración. Allí va a estar realmente, no a modo de recuerdo. Su presencia es real, verdadera: en su Palabra, en la Eucaristía y en la reunión de “dos o tres en su nombre”. En esos minutos se puede comenzar una oración personal interior con el Señor. Igual que los deportistas calientan antes de hacer ejercicio, para tener los músculos listos. Así con el alma y la cabeza, un calentamiento de oración para estar preparados y vivir bien la Misa y no dejar que nuestra mente se marche a otro lugar.

3Adelantar las lecturas.

Las Lecturas no es una cuestión menor de la Misa. Hay quien piensa que aunque llegue tarde, si llega a la homilía la Misa ya vale. Pero la Palabra de Dios no es simplemente leer o escuchar la Biblia. Dios es la Palabra, hay una presencia real de Dios en las Lecturas. Y lo que se proclama va dirigido especialmente a ti.

Esos minutos antes de comenzar, es un buen momento para leer las Lecturas que se van a proclamar en unos minutos. A veces las megafonías no son las mejores, hay distracciones, el que lee con buena intención se equivoca… Si las hemos leído antes, estaremos más preparados para entenderlas. Para ver la conexión entre las Lecturas. Y también para abrir el corazón a que –cuando se proclamen- alguna parte concreta pueda tocarnos o llamarnos la atención.

Cualquier misal, o incluso las aplicaciones móviles, nos permitirán leer antes del inicio de la Misa la Palabra de Dios.

4Ensayar los cantos.

“Cantar a Dios es rezar dos veces”, dijo San Juan Pablo II recordando la idea de san Agustín. En esos minutos, en muchas parroquias se ensayan los cantos que se van a entonar durante la Misa. Ensayarlos con ellos, aprenderlos, es muy importante.

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Cantar es una clara señal de participación y de vivir la Misa. Cantar dándose cuenta de lo que se dice. Muchas de las canciones son auténticas oraciones con versos muy bonitos.

5Preparar una buena confesión.

Se recomienda a los sacerdotes que las confesiones no tengan lugar durante la propia Misa, para precisamente vivir intensamente cada Sacramento. Por eso, es habitual en muchas parroquias que se establezca media hora de confesiones antes de cada Misa.

Incluso si no hay sacerdote en el confesionario, estamos a tiempo de ir a buscarle a la sacristía.

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Antes de comenzar la celebración, se puede hacer un buen examen de conciencia, confesarse y dejar el alma impoluta para recibir después al Señor en la Eucaristía. La confesión frecuente es además una enorme fuente de Gracia.

6Coger buen sitio que nos ayude a seguir la celebración.

Llegar a tiempo al templo te garantiza coger un buen sitio. Está demostrado que la Misa se vive mejor en los primeros bancos, te ayuda a estar más concentrado. Por el contrario, en los últimos bancos es más fácil distraerse. O en los que están junto a la puerta de entrada, son garantía de estar distrayéndose con quién entra o quién sale. Llegar pronto nos permitirá escoger un sitio que nos ayude a vivir bien la Misa. Con buena acústica y buena visibilidad.

7Enseñar a los hijos el valor de la misa.

¡Qué importante es vivir la Misa en familia! Poder vivirla juntos es una manera de reforzar la Iglesia doméstica que es la familia. Y es también una escuela como ninguna otra.

Lo que los niños vean a sus padres deja impronta. Cómo nos vean rezar, cantar, comulgar, vestir… y también cómo nos vean tomarnos la puntualidad.

Si desde pequeños se acostumbran a entender la Misa como algo central de la semana, si se habitúan a llegar a tiempo, será más fácil que a lo largo de su vida vivan la Misa con esa intensidad y concentración necesaria.

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