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¿Solo sobrevivir? ¡Infinitamente mejor soñar!

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 13/01/22
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"No sueño con una vida que no sea la mía, sino con mi misma vida pero a otra altura, con otros colores y otra fuerza"... Las bellas confesiones de un soñador que podrías ser tú

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Soñar es la actitud propia del corazón joven que tiene ganas de vivir, de viajar, de crecer, de reír.

Es el deseo que brota en el alma que no se conforma con lo que ahora posee, con lo que ya ha vivido, con lo que ha alcanzado.

Quiere más, ansía más. Soñar es pensar que mi vida puede ser mejor, más bella, más honda, más grande.

Soñar es dejar que el corazón se escape en un vuelo a las alturas y divise paisajes jamás imaginados.

Desde lo más alto los problemas son más pequeños y lo que me preocupa de cerca, de lejos deja de agobiarme.

Soñar es ver la realidad como es y darle un sí lleno de paz y esperanza. Pero no basta con eso.

Mantener siempre la esperanza

Asumir lo que hay no me libera de desear algo más. El corazón permanece insatisfecho hasta el cielo. Aún así me tocan las palabras que leía:

Soñar es saber que mi futuro es hoy y nada podrá quitarme la sonrisa, ningún miedo, ninguna amenaza.

Tengo claro que nunca el temor ante lo que pueda ocurrir, ante el futuro incierto que se dibuja ante mí cada mañana, podrá llenarme de amargura.

Confiar, levantarme, hoy

Soñar es confiar en un Dios que es capaz de cambiarlo todo y llenar de colores mi tarde gris.

Soñar es levantarme cada mañana dispuesto a vivir con pasión las horas que tengo ante mis ojos.

Vivir en presente cada hora, sin angustiarme por el día próximo que se escapa a mi control.

Soñar es mirarte y ver en ti una belleza escondida que tú no logras ver.

Mirar a Jesús

También soñar es mirar a Jesús a los ojos y ver en Él mi propia belleza, esa misma que yo no logro ver en mí.

Es vestirme de luz en medio de la oscuridad de noticias malas, riendo a carcajadas por cosas pequeñas de cada día.

Y soñar es creer que será posible lo imposible, así me lo enseñó María. Y hay tantas cosas que me parecen imposibles, que esa fe me falta, hoy se la pido a Dios, para seguir soñando y creyendo.

Acoger, abrazar

Soñar es abrir los brazos dispuesto a acoger al que venga, sin cerrarlos por miedo a las complicaciones que los afectos siempre traen.

Ese abrazo que sostiene y cobija, reconoce y perdona. Ese abrazo que no sé dar tan a menudo, me faltan las fuerzas, me sobra el pudor.

Ver más allá

Soñar es comenzar a construir un mundo nuevo trabajando esa piedra que tengo entre mis manos.

En esa sola piedra no logro ver el final pero ya lo sueño, lo deseo y lo amo. Lo veo escondido en sus toscos rasgos, en su pequeñez veo ya la catedral.

Tengo la capacidad de soñar con lo que no veo, no toco, no poseo.

Por eso decido una vez más, siempre de nuevo, que no estoy dispuesto a sobrevivir en esta vida que Dios me regala.

La viviré en plenitud con los límites propios de mi alma. Quiero vivir cada día de mi vida como si fuera el único, el último.

A otra altura

Quiero soñar con tierras lejanas que aún no conozco y tal vez nunca vea, quién sabe. Sueño con tesoros escondidos en lugares preciosos que aún no he pisado.

Quiero soñar con atardeceres desde un acantilado mirando al sol hundirse entre las aguas.

No sueño con una vida que no sea la mía, sino con mi misma vida pero a otra altura, con otros colores y otra fuerza.

Sueño con un paso firme en medio de las aguas turbulentas, o en mi mar tranquilo.

Enamorado

No sueño con éxitos y logros, con triunfos y victorias que me aseguren la felicidad buscada.

Sé que no es eso lo que me hará más feliz, lo he comprobado en medio de éxitos que pasan y se olvidan.

Por eso sueño con levantarme cada mañana enamorado de la vida, de las personas, de los ideales que se dibujan en colores ante mis ojos.

Sueño con abrazar sin vergüenza, sin retener a nadie. Sueño con una paz que no poseo y que anhelo, una paz que calme mis ansias y apacigüe mis miedos.

Una paz contagiosa que calme mi entorno, hay tantas almas inquietas...

Ideales y realidades

Sueño con dar la vida sin vivir guardándola por miedo a perderlo todo. Con ser sincero en todo lo que digo, amo o siento.

También sueño con un bosque inmenso lleno de robles y hojas caídas. Con un mar de girasoles vueltos al sol buscando la vida.

Y sueño con el perdón que no sé dar y que muchas veces yo mismo mendigo. Ese perdón que me sana por dentro y me libera.

Ese perdón inmerecido, porque nadie merece la misericordia, es un don que se recibe sin tener que hacer méritos.

Sueño con una libertad interior que se me escapa en medio de tantas cadenas que yo mismo he forjado.

Con una alegría honda que nada ni nadie pueda enturbiar. Sueño con ser veraz en todo lo que vivo.

Y con caminar montaña arriba y bajar corriendo sin tenerle miedo al cansancio ni al dolor.

Sueño con días sin términos, con noches llenas de paz, con conversaciones profundas, con lecturas que me enseñen una manera nueva de enfrentar la vida. Con amaneceres rojos y otros tantos atardeceres.

Con miradas que no juzguen, más bien acepten, perdonen, consuelen, alegren. Sueño con miradas sinceras que construyan un mundo nuevo. Con nuevas formas y maneras.

Sueño con cambiar las almas malas para que se vuelvan buenas. Y con lograr que el amor venza siempre al odio.

Sueño con un sol fuerte que ilumine mi vida y llene de calor el alma. Sólo sueño, siempre sueño con una vida más honda, más de Dios, más verdadera.

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