Muchas veces se dice aquello de que “la realidad supera a la ficción”. Una afirmación que se confirma cuando descubrimos historias heroicas como la que vivió Harriet Tubman, una humilde mujer, aparentemente frágil, pero inmensamente fuerte. ¿De dónde le venía su fuerza? De una fe que la llevó a escuchar a Dios y no dudar en seguir sus pasos.
Harriet (2019) relata con gran intensidad la vida de una esclava negra que nunca había conocido la libertad pero soñó con ella y no paró hasta conseguirla.
Un fuerte golpe de niña en su cabeza le provocaría intensos dolores durante toda su vida. Dolores que la llevaban a caer desmayada. Su naturaleza debilitada por los malos tratos y el duro trabajo en la plantación de sus amos no mermarían, sin embargo, su voluntad.
Conseguir vivir al otro lado de la frontera que dividía los Estados Unidos de América entre los que defendían y los que renegaban de la esclavitud se convirtió para ella en una obsesión. Obsesión que recibiría el rechazo de los suyos por miedo a verla muerta antes que libre, pero que ella no iba a abandonar porque tenía un aliado más grande que cualquier héroe de película. Harriet Tubman siempre aseguró que su fuerza le vino de Dios, quien le habló y guió en su largo y peligroso camino a la libertad.
La actriz Cynthia Erivo, a la que ya vimos en películas como El color púrpura, se mete en la piel de Araminta "Minty" Ross, el verdadero nombre de la que terminará convirtiéndose en Harriet Tubman. La historia arranca en la década de 1840, en una plantación del sur de los Estados Unidos donde Minty y su familia viven sometidos a la voluntad de sus amos. Minty es aún joven pero ha sufrido la violencia en su cuerpo y ha tenido que soportar la desgarradora separación de sus hermanas, vendidas a otros dueños y separadas de los suyos.
Harta de vivir sometida, un día toma la valiente, y peligrosa, decisión de huir al Norte. A lo largo de toda la cinta, se remarca una y otra vez la fe que Minty tuvo toda su vida, mostrando cómo la oración se puede convertir en una arma más poderosa que cualquier otra. Minty no solo lograría alcanzar la ciudad de Filadelfia, uno de los centros neurálgicos de la lucha abolicionista en aquellos años. Cuando consiguió encontrar un hogar gracias a personas bondadosas que ayudaban a los esclavos huidos, Minty, convertida ya en Harriet, no se iba a olvidar de los suyos.
Otro de los grandes valores que remarca la película dirigida por la también actriz Kasi Lemmons es la importancia de la familia. Harriet es feliz con su nueva vida en Filadelfia, pero una parte de ella la empuja a regresar al Sur. Sus nuevos amigos abolicionistas con los que colabora en el conocido como “ferrocarril subterráneo”, una red de ayuda a los esclavos, intentan disuadirla de su idea. Volver a la boca del lobo ella sola es algo que le desaconsejan pero una vez más será su intensa fe y su amor por los suyos lo que la llevará a tomar sus propias decisiones.
A lo largo de toda la película vemos crecer a una mujer de fuerte coraje, a una esclava que alcanzó la libertad y se convirtió en la libertadora de muchos que como ella, habían tenido que sufrir la injusta esclavitud. Su valor y el éxito de sus misiones le valdrían el sobrenombre de “Moisés”.
Harriet repasa toda la biografía de Harriet Tubman y nos da una lección de humanidad. A la vez, recrea una de las etapas de la historia de los Estados Unidos que llevó a toda una nación a un conflicto civil. Además de darnos una gran lección de vida, la película entremezcla amor, odio, pasión y aventuras, muchas aventuras reales que, una vez más, superan a la ficción.