Buscar es una acción exigente y arriesgada. A veces ni siquiera queremos intentar saber qué piensa o qué vive otra persona, nos bastan nuestros juicios.
Nos cuesta buscar otras perspectivas, porque nuestras ideas son suficientes para nosotros. Ni siquiera queremos buscar a Dios, pues nuestros hábitos nos bastan.
La solemnidad de la epifanía nos muestra cómo Dios se deja encontrar por quienes lo buscan con sinceridad, arriesgando a ponerse en tela de juicio.
Sobre los magos sabemos que vienen de lejos. Partieron dejando atrás sus certezas. Aquí está la primera característica para buscar con honestidad: cuestionarnos a nosotros mismos sin quedarnos en nuestras cómodas razones. Movernos.
De hecho, los magos también se mueven en la noche, cuando las cosas no están claras y el camino puede ser peligroso, pero es la única forma de seguir a la estrella.
Seguir el deseo
La estrella, en latín sidus, nos recuerda el deseo (De-siderium). El deseo nos atrae, nos empuja a arriesgarnos, a ponernos en marcha cuando las cosas no están claras, sin saber si realmente seremos capaces de dar respuesta a lo que buscamos.
Sin embargo, seguir un deseo, al igual que seguir a la estrella, nos hace sentir vivos. Los deseos, a veces, solo se pueden ver en la noche: si esperamos que todo esté claro, entonces no tendremos lugar para ellos. Después de todo, sin deseos no nos pondríamos en camino.
Cuando ya no deseamos, estamos quietos, en cierto sentido, estamos muertos.
La humildad de pedir
Los magos también nos ayudan a comprender que, si queremos buscar de verdad, debemos tener el coraje de pedir.
Si decimos que ya lo sabemos todo, si no tenemos la humildad para buscar ayuda, difícilmente podremos avanzar en nuestra búsqueda.
Preguntar es arriesgado: incluso los magos preguntan a las personas equivocadas. Sin embargo, esos encuentros resultan útiles para reestablecer el camino.
Cambiar la dirección
Los Magos tienen el coraje de cambiar de rumbo: no retroceden por el camino que ya conocían, sino que cambian de rumbo.
Puede pasarnos que en la vida un camino que alguna vez nos ayudó a encontrar lo que buscábamos, no necesariamente sigue siendo el adecuado.
Es necesario abrirse a la novedad y no ser testarudos en desandar esos tramos solo porque los conocemos bien.
Quizás ya no se pueda encontrar a Dios en esos caminos que ahora están gastados y golpeados.
Dejarse sorprender
Los Magos se desvían hacia Belén y no dudan en continuar su camino en esa dirección, es decir, no dudan en ir a buscar incluso donde parece improbable: ¿cómo se puede encontrar al nuevo Rey en un lugar desconocido y olvidado?
El Señor se hace encontrar donde no lo esperaríamos.
No busquemos al Señor donde siempre lo hemos encontrado, en los hábitos, en los clichés, en los lugares que consideramos dignos. Dios se revela donde quiere y nos invita a dejarnos sorprender.
No quedarse inmóvil
También podemos ver las características de quienes no son capaces de buscar: Herodes, por ejemplo, es una persona inmóvil, que no sale de su palacio, nunca abandona sus certezas.
Herodes es el modelo para aquellos que nunca partieron y prefieren manipular a otros para obtener sus respuestas.
Así también son los escribas y sacerdotes se limitan a leer la Escritura, pero no actúan para verificar y vivir una experiencia personal: podemos conocer la Palabra de Dios en profundidad, pero esto no implica que nos dejemos guiar por ella en una búsqueda auténtica de Dios.
No nos quedemos inmóviles. Empecemos de nuevo desde los deseos que Dios pone en nuestro corazón.
Cuestionémonos, no demos por sentado la forma en que estamos viviendo. Pongámonos en marcha y empecemos a buscar.