Son miles de policías que están cumpliendo con una labor de seguridad y protección a cada uno de los peregrinos. El Gobierno de la Ciudad de México no quiere sorpresas, ni malas noticias, no les conviene, son tiempos de discernimiento políticos.
Los policías están apostados a lo largo y ancho de toda la Calzada de Guadalupe, formando un cordón infranqueable, cada policía luce estoico, con sus uniformes impecables. Caminar por en medio del camellón de la Calzada de Guadalupe, por ese camino que recorrió en su momento San Juan Pablo II, hoy es un territorio seguro y limpio, es un suelo bendito y seguro para todos.
En esa calzada, los peregrinos van dejando sus huellas, sus gotas de sudor, sus lágrimas, van cantando, implorando, van rezando, un susurro tenue se percibe de avemarías que se las lleva el viento directo al cielo, van dejando las huellas de su fe.
El personal del gobierno de la Alcaldía de Gustavo A. Madero motiva el uso de cubrebocas y el uso de gel. Otros más van ofreciendo botellas de agua totalmente gratis, otros voluntarios, ofrecen café, piezas de pan dulce para que aumenten la glucosa los peregrinos.
Creatividad y olor a flores
Los peregrinos son creativos y desde cada una de sus realidades, llegan de rodillas, a pie, en bicicletas, en motonetas, en moto, corriendo, en camiones, como sea, circulan por toda la Calzada de Guadalupe, ansiosos, desesperados por ver a su Santa Madre.
El ambiente es peculiar, se respira y se percibe un olor a flores y el propio aroma de toda la verbena típica mexicana por los puestos de ambulantes y negocios que hay, pero el olor a incienso también se hace presente, se mezcla con el olor que emanan las antorchas de los corredores antorchistas.
Los colores no se ausentan, resaltan poderosos estrobos y luz led de las torretas de la policía, y a pesar de estar nublada la Ciudad de México por la nube de contaminación, una densa nata de aires tóxicos que no permiten la entrada total de los rayos del sol.
En la Basílica de Guadalupe, un extraño fenómeno se hace presente, pues la luz vence y los rayos del sol aparecen victoriosos y rompen con esa espesa nata y nube de contaminantes, la casa de la Santa Madre de Dios, luce brillante, los rayos del sol la iluminan, aquí el cielo es diferente, aquí se derraman y bajan miles, millones de bendiciones, como si fuera un torrente de milagros desde lo alto del cielo, y su epicentro es el centro de la Basílica de Guadalupe.
No hay dudas aquí suceden milagros, seres humanos que llegan destrozados por las heridas del camino y por las heridas de la vida, llegan con los rostros llenos del dolor, de angustia y de miedo, aquí suceden milagros, pues esos rostros cambian después de visitar a su Madre la Virgen De Guadalupe, inmediatamente se transforman y los peregrinos salen con un rostro dibujando una sonrisa de amor y limpiando sus lágrimas. Aleteia es testigo fiel, aquí suceden milagros…
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