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Dar descanso y hogar, ¿cómo se hace?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 09/12/21
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Ser capaz de crear intimidad en mis relaciones humanas es un don y algo que estoy llamado a trabajar y cuidar

La intimidad es un don sagrado que busco y deseo. Algo que sucede entre dos personas, en un espacio cuidado y protegido.

Hay lugares en los que me siento en casa. Un hogar en el que puedo ser yo mismo, sin miedo al ridículo o al rechazo.

Un espacio santo en el que no tengo que esconderme detrás de ninguna máscara y puedo ser yo mismo.

Me muestro sin tapujos y sé que allí nadie me hará daño. Es ese espacio en el que me muestro en mi fealdad y en mi belleza. Sin reparos, sin vergüenza.

Cómo crear intimidad

Hay personas con las que puedo crear fácilmente ese espacio de intimidad. Las conversaciones son profundas y nada de lo mío es cuestionado, o es motivo de desprecio.

Ser capaz de crear intimidad en mis relaciones humanas es un don y algo que estoy llamado a trabajar y cuidar.

Para no quedarme en la superficie de las cosas sin profundidad, para que haya intimidad, lo más importante es el tiempo y cómo lo uso. Las prioridades que me dominan, las preferencias en mis elecciones.

Te elijo a ti y te prefiero por encima de otras opciones. Y en ese tiempo de calidad que invierto a tu lado sucede lo que es un don, nunca una exigencia.

En ese momento de intimidad me revelo ante ti y abro la puerta de mi corazón sin miedo.

No es tan sencillo exponerte quién soy y estar dispuesto a que no me aceptes si no soy de tu agrado.

La intimidad hay que cuidarla. Si no lo hago se pierde con facilidad, brota la desconfianza y me cierro a contarte mi verdad.

Esa intimidad con las personas es la misma que deseo tener con Dios. Una complicidad de los que caminan y sueñan juntos. Una intimidad en la que sobran las palabras y los silencios están cargados de contenido.

Necesidad de descanso

¿Dónde vivo la intimidad en mi vida? ¿Cómo y dónde me siento en casa, seguro? Es cierto que eso es lo que busca el corazón humano.

El hombre de hoy necesita espacios de intimidad y no los encuentra. Quiere estar en paz con otros, consigo mismo.

Cuando me siento amado en mi hogar tal como soy me es más fácil quererme y aceptarme. Estoy en paz conmigo, feliz.

Esa intimidad conmigo mismo es la posibilidad de adentrarme dentro de mi alma y descansar tranquilo.

Muchas personas viven intentando encontrarse. Se desconocen, no saben quiénes son. ¿Quién soy? ¿En qué espejo veo el color de mi alma?

Vivo tan rápido, corro a tanta velocidad que no me detengo. Hay una búsqueda obsesiva de espacios en los que descansar. Allí donde no me exijan ser de una determinada manera.

Lugares sin normas, espacios de libertad. Donde el alma se sienta querida y no tenga que demostrar nada.

Mindfullness, curas del cuerpo y del alma, baños que liberan las emociones negativas que voy guardando,... Es una búsqueda de la felicidad entendida como paz interior.

Y es necesario. Sin paz en mi alma no avanzo, no puedo darme a mis hermanos, no puedo liberarme de las cadenas que no me dejan ser yo mismo.

En esos lugares, y no en la Iglesia, es donde muchos hombres hoy buscan la paz. ¿Dónde la busco yo? ¿Dónde intento ser libre y vivir en paz?

Inspirarse en María

El Adviento me lleva a buscar esos lugares de intimidad donde Jesús pueda nacer de nuevo.

María tiene ese don y logra hacer que en Belén, en una cueva, Jesús se sienta en casa, querido y amado.

NATIVITY SCENE

El papa Francisco, en la exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, afirma:

No es fácil lograr ese cambio tan profundo y verdadero. María encuentra un establo y lo convierte en un hogar.

No hay comodidades ni seguridades. Pero Ella está llena de Dios y su luz lo ilumina todo. Encuentra un lugar sucio y su pureza lo limpia.

Hay mucha oscuridad, soledad y olvido. Pero su amor de Madre y esposa lo llena todo.

Estar, llevar amor

¿Cómo transformo yo la guerra en paz? ¿La suciedad en pureza? ¿La oscuridad en luz?

¿Cómo lleno de vida la muerte que me rodea? ¿O cómo calmo la sed del desierto? ¿Y cómo lleno de amor el abandono que siento?

¿O cómo convierto lo feo en algo bello? ¿Cómo lleno la herida de esperanza?

María logra convertir una cueva de animales en un hogar en el que pueda nacer Cristo. Lo hace con unos simples trapos y una montaña de ternura.

Prepara un hogar para que Cristo nazca. Lleva su luz y su ternura. La vida vence la oscuridad. María lo cambia todo con su presencia. Decía el papa Francisco en Roma:

Ella transforma el establo en hogar, la suciedad en vida. Está allí y lo cambia todo con su presencia de Madre. Hacen falta sólo unos pocos trapos.

Yo quiero lograr lo que hace María. Pienso en esos trapos que poseo para cambiar el mundo. Mis propios trapos del alma, mi pequeñez.

Hay personas que lo cambian todo simplemente estando presentes. Cuando llegan cambian cualquier lugar con su luz.

Parece increíble. No hace falta que hablen, sólo tienen que estar. Bastan su presencia silenciosa, sus maneras, su forma de mirar. María es así. Lo cambia todo.

Yo quiero intentarlo como Ella. Deseo crear esa intimidad, ese espacio sagrado, ese lugar de confianza.

¿Cómo puedo hacerlo? Miro a María para que me enseñe a ser Belén, hogar, lugar de paz y descanso. Ella puede hacerlo en mí:

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