Los ciegos del Evangelio usan el “nosotros”, no dicen “yo”. “No piensa cada uno en su propia ceguera, sino que piden ayuda juntos”.
Esta mañana, tras salir de la catedral ortodoxa, 9:00 (hora de Roma), el papa Francisco ha celebrado la Santa Misa en el Memorial de San Francisco Javier, en el Estadio GSP de Nicosia.
“Los dos protagonistas del Evangelio de hoy son ciegos y, sin embargo, ven lo más importante: reconocen a Jesús como el Mesías”.
Lo dijo el Papa en su homilía recordando que mientras Jesús pasaba, dos “ciegos le expresaban a gritos su miseria y su esperanza: «¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!» (Mt 9,27).
En este camino de adviento, el pontífice reflexionó “en tres pasos de este encuentro” ante 10.000 fieles.
Ir a Jesús para sanar
El primer paso: ir a Jesús para sanar. Ellos “no lo veían, pero escuchaban su voz y seguían sus pasos”.
“Los dos ciegos del Evangelio se fían de Jesús y lo siguen en busca de luz para sus ojos.”, sostuvo. Esto porque Él es “la luz que ilumina las noches del corazón y del mundo”.
“También nosotros, como los dos ciegos, tenemos cegueras en el corazón”inmersos “en la oscuridad de la vida”.
¿Quién de nosotros no está de alguna manera cansado y abrumado?, cuestionó el Papa.
“Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la tristeza”.
El Papa dijo que Jesús es el médico, “sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9), nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el corazón del mal.”
“Podemos preguntarnos: ¿me encierro en la oscuridad de la melancolía, que reseca las fuentes de la alegría, o voy al encuentro de Jesús y le ofrezco mi vida? ¿Sigo a Jesús, lo “persigo”, le grito mis necesidades, le entrego mis amarguras?
Hagámoslo, démosle a Jesús la posibilidad de curarnos el corazón: este es el primer paso; la curación interior requiere otros dos”, añadió.
Llevar las heridas juntos.
El segundo paso indicado por el Papa es llevar las heridas juntos. Ellos juntos “comparten el dolor por su condición”.
“Es significativo que digan a Cristo: ten piedad de nosotros. Usan el “nosotros”, no dicen “yo”.
“Los dos ciegos, al compartir sus sufrimientos y con su amistad fraterna, nos enseñan mucho”, agregó.
“Cada uno de nosotros de algún modo está ciego a causa del pecado”. Esto es lo que hace el pecado, explicó el Papa: “distorsiona la realidad, nos hace ver a Dios como el amo y a los otros como problemas”.
“Es la obra del tentador, que falsifica las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz negativa para arrojarnos en el desánimo y la amargura.
“Y la horrible tristeza, que es peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad”
Necesitamos ponernos uno junto al otro, compartir las heridas y afrontar el camino juntos”.
Entonces “frente a cada oscuridad personal” estamos llamados a “renovar la fraternidad”.
“Si permanecemos divididos entre nosotros, si cada uno piensa sólo en sí mismo o en su grupo, si no nos juntamos, si no dialogamos, si no caminamos unidos, no podremos curar la ceguera plenamente”.
Anunciar el Evangelio con alegría
Y el tercer paso propuesto por el Papa “es anunciar el Evangelio con alegría”.
“Después de haber sido curados juntos por Jesús, los dos protagonistas anónimos del Evangelio, en los que podemos reflejarnos, comenzaron a difundir la noticia en toda la región”.
“Hay un poco de ironía en este hecho: Jesús les había recomendado que no dijeran nada a nadie, sin embargo, ellos hicieron exactamente lo contrario (cf. Mt 9,30-31).”, anotó el Papa.
“Pero por el relato se entiende que no era su intención desobedecer al Señor, sino que simplemente no lograron contener el entusiasmo por haber sido curados y la alegría por lo que habían vivido en el encuentro con Él.”.
Aquí hay otro signo distintivo del cristiano: la alegría del Evangelio, que es incontenible, «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1), libera del riesgo de una fe intimista, distante y quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio.
No se trata de proselitismo
Francisco indicó que compartir la alegría del Evangelio no es “proselitismo, sino de testimonio; no es moralismo que juzga, sino misericordia que abraza.”
Por ello, insistió que la alegría del Evangelio es cuestión de hacer un “culto exterior, sino de amor vivido”.
Así, animó a la Iglesia Chipriota “a seguir adelante en este camino”.
“Como los dos ciegos del Evangelio, renovemos el encuentro con Jesús y salgamos de nosotros mismos sin miedo para testimoniarlo a cuantos encontremos.”.
“Jesús, creemos que tu luz es más grande que cualquiera de nuestras tinieblas”. Entonces, el Papa animó a toda la Iglesia, a decir: ¡Ven, Señor Jesús!
En su segundo día en Chipre, introducido por un breve saludo del Patriarca de los Latinos de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, durante la Celebración Eucarística, tras la proclamación del Evangelio, el Papa ha pronuncia su homilía.
Al final de la misa, mons. Selim Jean Sfeir, Arzobispo de Chipre de los Maronitas, dirigió un saludo y un agradecimiento al Papa.
A continuación, Francisco se trasladó en coche a la Nunciatura Apostólica, donde tuvo un almuerzo privado.