Puede ser que la causa de una depresión se deba a una situación traumática, un desarreglo químico o por el estrés debido a algún conflicto o severa adversidad. Sin embargo, lo más común y difícil de admitir es cuando la causa se encuentra en acciones de la personalidad misma, como pueden ser la envidia, el perfeccionismo, los rencores, resentimientos, celos, frustraciones etc., etc.
Y que la más de las veces el orgullo malsano, es su raíz.
Una historia
—Tengo dos hermanos calaveras a los que siempre he ayudado, y, aun así, muy lejos están de reconocer lo que verdaderamente he sido para ellos—, se expresaba en consultoría un señor en edad madura.
Como siempre, los he invitado a la cena navideña en mi casa, y una vez más ya pusieron pretextos para no asistir, y no pienso insistirles —agregó con cierto tono de altivez y evidente abatimiento.
—¿Podría decirme qué es lo que considera que no valoran de su persona? —le pregunté iniciando el diálogo.
—Tengo mis defectos, pero les he dado ejemplo de una vida de trabajo, disciplina y siempre dispuesto a ayudarlos cuando lo han necesitado —contestó de inmediato.
—¿Cuál considera que ha sido su propio motivo al ser y actuar de esa manera?
—Por supuesto que el sentido del deber de un hermano mayor, como corresponde a toda persona de bien.
—¿Y… el motivo del amor?
—Creo que los he querido a mi manera, así que, en su caso, eso de que amor con amor se paga..., bien, gracias.
—Si el amor y la virtud congregan y el defecto disgrega. ¿qué piensa entonces que está sucediendo?
—Simplemente que son unos ingratos, y es muy difícil que cambien, por lo que prefiero vivir decepcionado antes que engañado, por lo que simplemente rezaré por ellos, pues soy un hombre de fe.
—Rezar es muy bueno, porque por ese camino puede llegar a verlos con otro corazón, y así lograr que ellos cambien, y de esa forma no vivirá ni engañado ni decepcionado.
—¿Otro corazón…? ¿Qué me quiere decir?
—Usted dice reconocer sus defectos como una forma de aceptación de sí mismo, pero más importante aún, es el recto amor a sí mismo.
¿Se ama a sí mismo de la manera adecuada?
—Pues no veo clara la diferencia entre una cosa y la otra.
Bueno, aceptar nuestros defectos es algo que con honestidad podemos alcanzar por una cierta madurez, pero no es suficiente para amarnos y perdonarnos a nosotros mismos y a los demás, cuando tal cosa resulta verdaderamente difícil, y en algunos casos, humanamente imposible.
En cuanto a lo del amor, usted que es una persona de fe sabe que para Dios todo es posible, y si nos mandó amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es porque lo podemos lograr con su ayuda, aun cuando nos sintamos sin fuerzas.
Para ello está dispuesto a darnos “otro corazón”, un corazón nuevo, si con humildad se lo pedimos.
Segunda charla
—Lo que me ha dicho es verdad, el amor de un corazón nuevo se opone al amor propio que, en mi caso, se esconde en mi apego a lo que considero mis virtudes. También con el desprecio que he llegado a sentir hacia mis hermanos, por lo que he considerado sus defectos y limitaciones, —comentó mi consultante con evidente paz interior.
—Se opone porque un corazón nuevo refleja el corazón con que Dios nos ama a todos por igual.
—Siendo así, reconozco que me he comportado con mis hermanos como una persona resentida, orgullosa, severa y egoísta. Se escucha feo, pero así es.
Sé que será difícil para mí superar el haberme convertido en esclavo de tantas reglas, normas y prejuicios que me han ido alejando de ellos, pero sé que puedo aprenderlo.
He vuelto a invitarlos con sinceridad en mis palabras y esta vez han confirmado su asistencia a mi casa. Lo que más me ha conmovido ha sido el sentimiento de alegría con que me respondieron y del cual yo he participado.
Una persona puede tener muchas virtudes, y sin embargo caer en la trampa de la autosuficiencia que le impide descubrir que lo único que vale la pena es dar y recibir amor verdadero. Puede sanar si con amorosa confianza acepta de Dios un corazón nuevo que se abre a los demás.
Por Orfa Astorga de Lira
En Aleteia te orientamos gratuitamente, consúltanos escribiendo a consultorio@aleteia.org