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Con la directriz de la sinodalidad que ha seguido la Iglesia y con el llamado a “caminar juntos” que la Iglesia Latinoamericana y del Caribe está iniciando en este mes de noviembre, los obispos mexicanos expresaron, en su mensaje, el deseo de “caminar con las familias y sus historias de vida, para aprender a ser una Iglesia abierta, sinodal, samaritana y en salida”.
Conscientes de la mortandad que ha causado el coronavirus en el país y de que el promedio de asesinatos dolosos sube día con día, al tiempo que la pobreza alcanza a 40 por ciento de las familias mexicanas, los prelados asumieron “como obispos y como Iglesia”, los servicios que necesitan prestar a todas las regiones del país, “para ofrecer respuestas pastorales, reales y eficaces, a tanta necesidad y a tan repetidos sufrimientos”.
“Particularmente, pensamos en los que han experimentado los estragos de la muerte de amigos y familiares; los que siguen cayendo en la pobreza, los que han perdido su seguridad social, laboral y alimentaria, los migrantes forzados, los desaparecidos y los seducidos y atrapados por el crimen”, dijeron los obispos al concluir su reunión de otoño en la que ratificaron hasta 2024 la presidencia del actual arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera.
Cambio de mentalidad
En el texto final del encuentro episcopal, los prelados asistentes a la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) en Casa Lago advirtieron que la tarea de restaurar la situación por la que atraviesa la nación mexicana si bien no es fácil, tampoco es imposible y abogaron por un cambio de mentalidad, con un modo distinto de vivir.
Con esperanza cristiana exclamaron en su texto: “¡México puede cambiar para bien! ¡México es un pueblo creyente y de grandes valores! La tarea nos empuja a ponernos en camino, responsabilizándonos unos de otros en ese caminar unidos. No debemos dejarnos arrastrar por el individualismo, la codicia y el egoísmo”.
Con la mira puesta en las dos grandes fechas de renovación que se ha propuesto la CEM, 2031 y 2033 (Quinto Centenario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y Segundo Milenio de la Redención), los obispos recalcaron –con el Papa Francisco- que la respuesta a situaciones comunes “es caminar juntos; involucrarnos todos, aportando cada quién su propia visión y su propio esfuerzo”.
Y de cara a la creciente tensión que vive el país, fruto de la distancia y el recelo entre lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha llamado la batalla entre “conservadores y liberales”, los obispos resaltan en su mensaje que “ese caminar juntos es entrar en ambientes de comunión y unidad, para superar la fragmentación, la división y la polarización política”.
Por una dinámica del encuentro
Con la división, México ha perdido mucho. Se ha acentuado la violencia, los asesinatos de mujeres, la pobreza alimentaria y la caída de poco más de cinco millones de personas del nivel socioeconómico de la clase media a la pobreza. Por ello, los obispos son claros al decir que para remediar esta situación, los mexicanos necesitan, primero que nada, encontrarse.
“Si caminamos juntos alimentaremos el entusiasmo, haremos germinar sueños, suscitaremos profecías y haremos florecer esperanzas. Unidos podemos aprender unos de otros, calentar corazones, inspirar nuestras mentes y dar nueva fuerza a nuestras manos. Todos nos necesitamos en esta aventura común. Todos somos importantes, con la riqueza de la variedad”, escribieron en su mensaje.
Más adelante recordaron a todos los miembros de la Iglesia su deber de recorrer un camino sinodal para abrirse a un diálogo sincero y enriquecedor cargado de verdad y de atenta escucha, acogiendo la riqueza del otro, para llegar a verse los mexicanos como hermanos y establecer lazos de amistad social.
Finalmente, y ante esta situación crítica, los prelados mexicanos apostaron por la esperanza. “Cristo nos asegura su presencia y su victoria. Él nos acompaña hasta el fin de los tiempos. Él camina con nosotros, como lo hizo con los desalentados discípulos de Emaús. Invitamos al pueblo de Dios a reavivar los valores cristianos del Evangelio, que transforman la cultura: el amor y el respeto a la vida, la dignidad de la persona, la justicia, la paz y la libertad religiosa y de conciencia”.