“Estoy muy feliz acá, es una experiencia única, la comunidad es muy fervorosa, efusiva en la celebración de la Eucaristía, son muy piadosos. La caridad está presente a través de los curantos comunitarios que se ofrecen con un sentido religioso y también cultural. Yo me siento el sacerdote para Rapa Nui”, relata a Aleteia el padre Bernardo Astudillo, el único párroco de la iglesia de la Santa Cruz, en Isla de Pascua.
Esta isla de Chile, pertenece a la Región de Valparaíso y se ubica en la Polinesia, en medio del océano Pacífico a 3.700 km del continente. Tiene cerca de 8.000 habitantes y la fe católica se vive desde la llegada del primer misionero en 1864.
¿Una broma?
“Llegué por primera vez debido a una emergencia, me pidieron que viniera a apoyar al sacerdote que estaba en Rapa Nui para la celebración de la Semana Santa, el año 2009", expresó.
"Me dijeron que el obispo necesitaba mandarme a la Isla de Pascua y por supuesto que yo lo tomé como una broma de buen gusto y seguí la corriente diciendo que cuando compraran los pasajes y estuviera todo listo, me avisaran para viajar. Y resultó que no era broma llegaron con los pasajes y me avisaron que partía al día siguiente a las cinco de la mañana desde Santiago", continuó.
Así fue como el padre Bernardo, a sus 28 años de edad, pisó por primera vez la Isla de Pascua. Lo hizo sin conocer la cultura, las tradiciones y cómo se vivía la fe católica en la isla más austral del mundo.
“No fue amor a primera vista, yo me imaginaba otra vida, tenía una idea de que fuera más ciudad que campo, pero si doy gracias al Señor porque pude captar de inmediato cuál era la realidad pastoral”, indicó.
“A mi regreso, me llamó el obispo pidiendo que volviera a la Isla hasta fines de año. Llegué el 22 de mayo y cuando estaba por terminar el 2009, le pregunté al obispo qué pasaría conmigo y él riendo me respondió: tranquilo yo te dije que hasta fines de año, pero no te dije de cuál año. Y así me quedé, hasta que en 2013 el obispo me nombró párroco de la Isla y pasó a ser mi primera parroquia, hasta hoy”, prosiguió.
Viviendo la fe al estilo pascuence
“Me tomé mi tiempo para conocer y observar. Los primeros tres años fui captando los aspectos antropológicos, viendo la manera cómo vive el pueblo Rapa Nui, cuáles son sus celebraciones, estudiar su cultura, etc. Siempre iluminar desde la fe católica. Acá lo esencial es estar con la gente, piden muchas bendiciones para todo, desde la compra de un bien hasta cuando se inaugura una oficina pública. Por ejemplo, ahora se acerca el 'Día de la Lengua' y yo participo activamente en esa fiesta", apuntó.
"También aprendí la importancia de ir hasta las casas y participar de los ritos y tradiciones, en clave de presencia. Esto ayuda mucho porque se forma parte de lo que la gente vive. Se tiene que ser un pastor con una gran sensibilidad, capaz de acerarse y aceptar la cultura y formar parte del pueblo, amar a la Iglesia y entender que somos parte de una Iglesia universal”, subrayó Bernardo.
“Los tiempos son muy distintos al continente, los procesos se viven más lentos y hay que tener mucha paciencia, he tratado de dar lo mejor de mí en este tiempo regalado por el Señor, esta comunidad me enseñó a meterme en su realidad y ese es un gran aprendizaje. Aquí durante la misa, yo soy parte de la fiesta y la animamos entre todos, el coro es en Rapa Nui y eso hace que el fervor y la expresión sea mucho más ferviente. Estoy contento, feliz de servir en este lugar que Dios ha querido que acompañe”, finalizó.
Evangelizando a 5.000 metros de altura
“El desafío más grande de ser el único párroco de Putre, es la inmensa soledad. Yo soy aymara de nacimiento, vengo de la Paz (Bolivia) y el idioma me ha ayudado mucho a acercarme a la gente, el conocer las costumbres y vivir en la casa parroquial, me sirvieron para acércame a la comunidad”, comenta el padre F. Ramiro Gutiérrez en diálogo con Aleteia.
Putre, es una localidad altiplánica del Norte Grande de Chile, en la frontera con Perú y Bolivia, ubicada a 145 km de la costera ciudad de Arica, es en esa alejada zona donde el P. Ramiro oficia como el único párroco de la zona.
“Mi parroquia en está a 3500 metros de altura y la capilla más distante que visito se ubica a 5250 metros, más de 3 horas en vehículo. En mi región hay 24 capillas, son aproximadamente 2 mil los católicos, hay comunidades muy activas y otras que se han ido desapareciendo, pero igualmente debo acudir hasta las iglesias donde ingresan una o dos personas”, expresó.
Soledad y cambio de vida
El padre F. Ramiro llegó a Chile de paseo cuando era seminarista, hace 16 años y se enamoró de Arica, quedándose y siendo ordenado sacerdote cuatro años después.
“Fui al capellán del Hospital Juan Noé, una experiencia muy hermosa de acompañamiento que viví a disposición de los enfermos y sus familias 24/7. Hasta que me pidieron el traslado a Putre, eso fue una experiencia muy dura, por la soledad y el fuerte cambio de vida. Pase de ser muy solicitado a que nadie me contactara”.
“La fe de los pueblos se expresa en función de los santos y ritos que tienen durante el año, así interactúan con la tradición cristiana, con bailes y ceremonias. Por ejemplo, en los próximos días se realiza la ceremonia de la papa donde yo participo activamente, ofreciendo a San Isidro la siembra, que yo también realizo. Cura que no trabaja, no come”, destacó.
De Putre al mundo
Con la llegada de la pandemia, el padre Ramiro se inició en el uso de la tecnología para llegar hasta sus fieles. Fue gracias a un joven colaborador que se animó a realizar las transmisiones por Facebook Live, las cuales fueron retransmitidas por una radio local de Putre.
“Me acostumbré a transmitir por internet y hablarle a un teléfono. Tuve que aprender el uso, adecuar el lenguaje y adornar la iglesia. De repente me encontré con que esto se fue compartiendo primero en la zona, luego en la región, hasta que llegó a diferentes países, siempre hay un chileno en el mundo", expresó entre risas.
"Me empezaron a pedir celebraciones privadas para familias y grupos en diferentes partes. Incluso desde Italia una familia me contactó para que hiciera una misa a su difunto y yo no hablo italiano, solo aprendí a decir '¡buona sera¡' Muchas gente me pide que siga con las misas virtuales porque se identifican con mi prédica”, reconoció.
Pueden seguirlo aquí.
“Los desafíos para llevar la fe hasta los pueblos y mantenerla son muchos, para mí hasta hoy el vivir solo es lo más fuerte, hay muy poco interés en querer acompañar al sacerdote y la labor de la parroquia en estos lugares, es una región demasiado extensa para mí solo”, concluyó.