Siempre he sido voluble; por eso es que, en una navidad, cuando entre luces, regalos, abrazos, y tiernos deseos, me pidieron en matrimonio, dije que sí. No estaba enamorada, pero envuelta en sublimes sentimientos, supuse que todo iría bien – contaba una joven mujer.
La realidad fue muy distinta. Admito ahora que pude haber salvado mi matrimonio, pero lo cierto es que me apesadumbraba ante las mínimas dificultades. Y en vez de combatir las dificultades con ahínco, me dejaba llevar por recuerdos nostálgicos de mi soltería.
Hoy, divorciada, me dedico a viajar, distraerme y divertirme con un grupo de amigas igualmente separadas. Sin embargo, sigo viendo las cosas según mi estado de ánimo, y me siento vacía… ¿qué me dice de ello?
—Bueno, antes de definir una terapia, le explicare unas cosas que pueden ayudar.
Sucede que los sentimientos son importantes y muy humanos, solo que sobrevalorarlos y dejarlos que tomen las riendas de nuestra conducta, puede resultar muy negativo.
Significa que las personas no nos podemos reducir a estados de ánimo sensibles, y que, en tales estados, no se deben tomar decisiones sobre asuntos importantes como, terminar con una amistad, cambiar de trabajo, estado civil, ciudad, etc.
También, que debemos tomar en cuenta que no siempre nos vamos a sentir enteramente bien, en lo físico y emocional, de modo que, si la felicidad se cifra solo en los sentimientos sensibles, no se alcanzara jamás.
—Entonces… ¿me está planteando la felicidad como un espejismo?
—Pasa que no se debe apostar todo al “estar o sentirse bien sensiblemente”, es decir, a la buena vida que tanto promueven las empresas que ofrecen distracción, diversión, o comodidades sin fin; sino en buscar la vida buena sin sensiblerías, la única que nos ubica en la realidad, y nos da fortaleza para estar felices, aun cuando duela el cuerpo o duela el alma.
Ahora, sin intención de herirla en su susceptibilidad, diré algo que posiblemente describa algunos rasgos de su grupo de amigas, y dígame si cualquier parecido con la vida real, es mera coincidencia.
—La escucho.
—Quienes se afanan por la buena vida, buscan colorearla de emociones sensibles, como fiestas, viajes, gastronomía, etc., etc., y cuando no le es posible, entonces se aburren, y tratan de resolverlo conviviendo con unas copas y expresando su relajamiento con carcajadas huecas, que no tienen nada que ver con la alegría y el gozo verdaderamente personal.
—Eso es cierto, y reconozco que mis amigas y yo, juzgamos como buena o malas nuestras actividades solo por sus resultados placenteros, por lo que en ocasiones hasta caemos en excesos, y más de una vez terminamos con una profunda tristeza interna, aun cuando no lo admitamos.
A eso me refería, cuando le hablaba del sentimiento de “un vacío en mi interior”, por el que desearía volver a encontrarme con el amor… ¿qué puedo hacer?
—Bueno, entre otras cosas, empezar a aprender a dejar de llevarse por un sentimentalismo, por el que pacta con la falta de luces en la inteligencia y con la debilidad de la voluntad. Un sentimentalismo que le impedirá perseverar en el amor personal.
Usted es aún joven, y puede escapar de la mediocridad de delegar todo a sus afectos sensibles, para formarse en la buena vida, con realismo, sacrificio, trabajo y esfuerzo para lograr crecer por dentro.
Los sentimientos son buenos porque ayudan a hacer la vida más humana, pero no son lo mejor de nosotros, pues muchas veces el amor exige, ante todo, la voluntad de la entrega.
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