Este dato, tan paradójico como preocupante, ha sido extraído de un estudio realizado a personas de entre 22 y 37 años, pero se puede extrapolar a toda la Generación de Millennials (entre 40 y 25 años) y a los de la Generación Z (16 a 24 años). A todos ellos podríamos denominarlos la “Generación muda”, porque casi no saben interactuar en directo por el móvil.
¿Y por qué es un dato paradójico? Porque siempre pensamos en estos jóvenes y adolescentes como personas que utilizan el móvil casi para todo. Su forma de relacionarse entre ellos es a través de este dispositivo, que utilizan de manera muy competente. Cualquier novedad tecnológica es adoptada fácilmente por ellos.
Sin embargo, ¿Por qué es un dato preocupante? Pues porque, de seguir así, sus competencias comunicativas van a empobrecerse, de tal manera que serán incapaces de llevar una conversación fluida en directo con otros interlocutores.
Según los datos del estudio, hasta el 81% de los jóvenes encuestados respondieron que sienten ansiedad antes de hablar por teléfono. ¡Incluso se inventan excusas antes de coger una llamada en directo!
De manera que, ante una llamada, el 63% dice que no ha oído el teléfono, el 12% dice que no tiene cobertura y otros tantos afirman que están en una reunión o que están conduciendo. Todo por no responder y tener la obligación de hablar.
De hecho, tanto los Millennials como los jóvenes de la Generación Z, prefieren la comunicación asíncrona, a través de plataformas en las que no es necesario que coincidan en el tiempo los interlocutores: el emisor y receptor del mensaje.
Ellos prefieren la mensajería instantánea por escrito o mediante notas de voz, que les permite borrar o repetir sus palabras las veces que consideren necesarias antes de enviarlas.
Obviamente, en una llamada en directo, no pueden borrar ni volver atrás en la conversación. Lo dicho, dicho está. Y eso les aturde y les incomoda.
En realidad, para el 75% de los encuestados, recibir una llamada les resulta una intromisión en su vida que les roba su tiempo. Cuando alguien llama, el que recibe la llamada no sabe a priori cuánto tiempo va a ocuparle.
Por esta razón, las nuevas generaciones prefieren comunicarse más rápido y obtener respuestas directas. Si enviamos un correo electrónico o un mensaje automático a través de una aplicación, vamos directamente al grano, y no es necesario que empecemos a preguntar qué tiempo hace hoy u otras nimiedades que ellos consideran innecesarias.
Además, estos jóvenes perciben – en un 64%- que quien llama tienen más necesidad de hablar que quien recibe la llamada. Por otra parte, en ocasiones esta llamada se produce en un momento inoportuno que perturba el ritmo de las actividades del receptor.
Por esta razón, las llamadas pueden resultar molestas y perturbadoras. Así que el 49% de los encuestados afirma que odia las llamadas telefónicas por que probablemente exigen tener que hacer un favor al que te llama.
Por último, destacar que el 46% de ellos utilizan como excusa para no descolgar el teléfono, el hecho de que una llamada les enfrenta a una conversación verbal, presencial y síncrona. Es decir, en directo.
Estos adolescentes y jóvenes tienen una gran inseguridad en sus habilidades comunicativas de tal forma que evitan coger el teléfono ante una llamada. Si no responden, no tienen que enfrentarse a esa comunicación, así no hay oportunidad de comprobar su falta de soltura al hablar. No cogen el teléfono y punto. Luego, escriben un mensaje de texto, y problema resuelto.
Pero no se dan cuenta de que, comportándose de esta forma, una vez y otra, crearán en ellos mismos un hábito que a la larga empobrecerá sus competencias comunicativas.
En definitiva, estamos ante una generación que nació con el móvil e interactúan constantemente con este aparato, pero son incapaces de hacerlo en directo. Una verdadera lástima.
En el caso de encontrarnos con adolescentes o jóvenes en casa o conocer a alguien en esta situación, sería positivo cortar con este comportamiento. Y ponerse cuanto antes a practicar.
En primer lugar, y para no hacerlo tan real, podríamos simular con los jóvenes diálogos telefónicos. Que aprendan a distinguir una conversación formal de una informal y, por ejemplo, enseñarles utilizar las fórmulas adecuadas para:
Quizá es el momento de romper esa inercia de la “generación muda” e intentar practicar con nuestros adolescentes el arte de la conversación, fluida y espontánea: conectar con las personas, sentir sus emociones, respetar sus opiniones, apreciar el diálogo, mostrar interés por los otros.
En resumen, si llaman, escuchar y dar conversación, que no es más que entretener a alguien hablando con él.