Creo que alguna vez te lo he comentado. Mi familia por parte de mi mamá es de Costa Rica.
Solíamos ir todos los veranos a pasear y para compartir juntos. Mi abuela tenía una casona de madera de dos altos en el barrio la Dolorosa.
En Costa Rica está muy arraigada la costumbre de tomarse un café colado por las tardes, con panecillos calientes y mermelada y queso, siempre acompañados por familiares para charlar, compartir y pasar momentos gratos.
Recuerdo una tarde que visitamos a mi tío Raúl en san Pedro. Él cultivaba su propio café en el patio de la casa.
Al lado de su cama, sobre la mesita de noche, tenía un viejo reloj despertador que hacía mucho dejó de usar.
Él nos contó que una noche, a las tres de la madrugada, misteriosamente se encendió a todo volumen y lo despertó.
Igual ocurrió al día siguiente y así durante varios días hasta que mi tío Raúl no soportó más la situación y gritó desesperado en medio de aquella oscuridad:
“Pero yo, ¿qué le he hecho?”.
Escuchó entonces con gran claridad, la voz adolorida de una mujer que respondía:
“Usted nada, pero sufro mucho”.
Pensó acertadamente que podría tratarse de un alma del purgatorio en busca de auxilio y ofreció por ella varias misas y sus oraciones. Nunca más lo despertaron.
¿Imaginación o realidad? Lo cierto es que este hombre tenía presente una antigua costumbre cristiana, la de rezar por la salvación de los que nos precedieron, y fue eso lo que acudió a su mente.
Pienso mucho en las pobres almas del Purgatorio, nuestras hermanas. Se encuentran purgando sus pecados y para poder salir rápido de ese lugar de tormentos y partir al Paraíso prometido, dependen en parte de nosotros.
El mundo debe saber que el purgatorio existe como un acto de misericordia de Dios.
Nos toca ser bondadosos, ayudar a esas almas con nuestras oraciones, sacrificios y el ofrecimiento de misas para que sean liberadas y puedan marchar al Paraíso.
Tengo algunas historias interesantes sobre el Purgatorio y nuestras hermanas, las almas del purgatorio. Te las iré compartiendo.
En este momento esperan y necesitan de tu ayuda, tus oraciones. No las dejes solas. Pide por ellas a Dios, ofrece la misa por ellas. No las abandones.