Dagoberto Valdés es considerado el laico católico más relevante y respetado en Cuba hoy. Sus opiniones son requeridas dentro y fuera de la isla, no solo para llevar el pulso a la evolución de la Iglesia cubana, sino también para conocer de primera mano el desarrollo de la situación política y social, hoy estremecida por los recientes acontecimientos que hacen pensar que algo cambió en Cuba para siempre.
Dagoberto es una referencia testimonial como cristiano comprometido. Es ingeniero agrónomo, educador, ensayista y editor de revistas socioculturales. Tiene un máster en Acción Política, Fortalecimiento Institucional y Participación Ciudadana en un Estado de Derecho. Se desempeñó como Miembro pleno del Pontificio Consejo Justicia y Paz entre los años 1999 al 2006. Eso, por solo citar algunos de los más llamativos renglones de su nutrido currículo.
Como emblema de la Iglesia cubana, Valdés Hernández es un estandarte en la defensa de la fe y del trabajo eclesial. Pero también un crítico riguroso cuando se trata de aportar, en el entendido de que la Iglesia somos todos y esa condición nos hermana en responsabilidades y obligaciones.
Vive en Pinar del Río, donde nació. Actualmente trabaja como director del Centro de Estudios Convivencia (CEC) y la revista Convivencia.
Este intercambio exclusivo para Aleteia se hizo esperar y no es para menos. Según sus propias palabras “los sucesos del 11 de julio nos sacaron a todos de nuestras agendas cotidianas”. Y agrega: “Verdaderamente Cuba ha cambiado después de esas manifestaciones pacíficas”.
Por fin, armamos la entrevista, la cual entregamos a ustedes respetando estrictamente el formato en el que nos manejamos.
_ Usted ha hablado de una “Iglesia que se hace aún más presente en medio de nuestro pueblo”. ¿Dónde radicaría ese "más" con respecto a un "menos"? ¿Qué marca esa presencia en estos días?
La Iglesia siempre ha estado presente en medio de nuestro pueblo, como corresponde a su misión. En cada etapa histórica, a lo largo de más de 500 años, han sido diferentes formas de hacer efectiva esa presencia. En la etapa fundacional de la Nación estuvieron el padre Félix Varela enseñándonos a pensar con cabeza propia, sembrando espiritualidad, cubanía y valores en los cimientos de Cuba.
Más tarde, durante la época republicana la Iglesia pudo desplegar todas sus potencialidades en los diferentes ambientes y servicios en una sociedad libre y democrática: culto, educación, salud, hogares de ancianos, participación en la cultura, en lo político a través de sus laicos comprometidos, entre otros.
Luego del giro temprano y brusco de la revolución hacia el marxismo leninismo, la Iglesia fue despojada de esas libertades y servicios públicos, y su misión empobrecida y reducida al mínimo dentro de los templos. Por ello, ahora en estos tiempos de crisis sistémica, la necesidad de su presencia solidaria se hace más presente con los más vulnerables, los más perseguidos, los que necesitan desde medicamentos hasta aliento espiritual para seguir luchando pacíficamente por la vida.
Aún queda un enorme trecho por recorrer para alcanzar lo que debería alcanzar la Iglesia con su misión pero las enseñanzas de los obispos, la presencia de sacerdotes y religiosas en los barrios y campos más marginales y el compromiso social de los laicos, va haciendo cada vez más visible y eficaz la labor evangelizadora de la Iglesia. Ella puede aportar mucho en la refundación de la nueva república yendo a las raíces cristianas de sus padres fundadores.
_ Hay quienes tienen la esperanza de que lo que hoy ocurre en Cuba, a los ojos de fuera en sus formas, origen y dimensiones, hasta ahora, sea definitorio para cambios significativos. ¿Qué impresión tiene Ud. que vive los acontecimientos desde allí?
Sin duda alguna, lo que ocurre hoy en Cuba es definitorio para los cambios estructurales que Cuba necesita. Esas condiciones se han venido acumulando. Es un proceso, no un evento. Es progresivo no radical. Un mito de los populismos y los totalitarismos es que nos han hecho creer que para que los cambios se den es necesario que todos nos pongamos de acuerdo en todo, que todos salgan a la calle y que todos hagamos lo mismo al mismo tiempo. Ningún cambio en la historia de la humanidad ha reunido todas esas condiciones. Eso desalienta y desmoviliza. Yo creo en la fuerza de lo pequeño y en la eficacia de la semilla. Y en Cuba se está dando una “tormenta perfecta” gracias a la coincidencia en tiempo de muy diferentes factores que exigen cambios.
_ Desde el punto de vista de la historia reciente de la Iglesia en Cuba, ¿distingue Ud. momentos cruciales para comprender el alcance de su incidencia en la vida del pueblo cubano?
Serían muchos y cotidianos, pero puedo destacar los tres que me parecen más trascendentales para la vida de la Iglesia en Cuba y su impacto social: El proceso de la Reflexión Eclesial Cubana (REC) de 1982-1985 y su culminación en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) del 17 al 24 de febrero de 1986. Este proceso partió de escuchar las necesidades del pueblo y buscarles respuestas desde el Evangelio. En cierto modo, nos adelantamos casi 40 años al proceso sinodal que lleva hoy a cabo la Iglesia universal. El fruto de este proceso está recogido en un libro con los documentos finales del ENEC.
El segundo evento que quiero destacar es la visita del papa San Juan Pablo II a Cuba del 21 al 25 de enero de 1998. Fue un acontecimiento que trascendió el ámbito de la Iglesia y que marcó definitivamente en la historia de nuestro pueblo que por primera vez después de la revolución de 1959 podía salir a las calles y plazas para proclamar su fe y sus ansias de libertad.
El tercero es muy reciente, fue el 11 de julio de 2021 fecha en que ocurrió la más grande manifestación pacífica espontánea en las calles de todas las provincias de Cuba pidiendo claramente tres aspiraciones: libertad, cambios hacia la democracia bajo el lema “Patria y Vida” no “Patria o Muerte”. Ese día y los siguientes sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos de la Iglesia católica salieron a las calles a acompañar a su pueblo, fueron detenidos, golpeados, interrogados, uno de ellos era un sacerdote de Camagüey. Otro sacerdote sacó a las calles para bendecir a los manifestantes pacíficos una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
_ ¿Cómo valora el trabajo de los laicos en Cuba? Es conocido y apreciado su testimonio histórico, pero ¿cuáles han sido sus expresiones y si no tienden a dejar las iniciativas "públicas" en manos de los religiosos, como ocurre en otros lugares?
Considero que el trabajo de los laicos en Cuba a lo largo de estos 62 años de revolución socialista ha sido heroico, muchas veces callado y siempre perseverante hasta el martirio sea este cruento como al principio o sea lo que llamó Juan Pablo II un “martirio civil” o incruento, cotidiano, profético. Cuando nuestras iglesias fueron cerradas y muchos sacerdotes y religiosas con un obispo fueron expulsado de Cuba; cuando solo quedaron tres viejitas en ellas, fueron los laicos los que durante décadas abrieron la Iglesia, la mantuvieron, tocaron las campanas, hicieron celebraciones de la Palabra, distribuyeron la comunión. En la REC y el ENEC los laicos tuvimos una participación protagónica al lado de los pastores.
Más tarde los laicos nos reorganizamos en el ASO, Apostolado Seglar Organizado, celebramos las Asambleas Interdiocesanas de Laicos, después en Pinar del Río, un servidor, acompañado por otros laicos y con el patrocinio del Obispo Siro de Pinar del Río, recuperó la celebración de las Semanas Sociales Católicas que había inaugurado en Cuba otro laico antes de la revolución, el Dr. Valentín Arenas, el abuelo de Usted que ahora me entrevista. Así actúa la Providencia de Dios entre nosotros.
_ ¿Cuál cree que es la misión específica de la Iglesia en Cuba hoy -entendiendo Iglesia como comunidad de creyentes- y con qué otras debe aunarse y con cuáles no debe confundirse?
La misión específica de la Iglesia hoy y en todos los tiempos es evangelizar, es decir, anunciar la Buena Noticia de Jesucristo. La Iglesia no presenta una ideología, ella sigue y anuncia, es discípula y misionera de una persona: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios que vino a compartir en todo nuestra humanidad menos en el pecado. Entonces la Iglesia, como dice el Concilio Vaticano II, debe compartir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy. Nada humano le es ajeno. En esa encarnación profética y comprometida, la Iglesia debe preservar su identidad y misión, y por supuesto, no debe suplantar ni confundirse con los partidos políticos, ni con una ONG, ni con una empresa o un club de amigos.
_ Ud. ha mencionado al servicio de mediación que podría prestar la Iglesia en estos tiempos convulsos como “urgente y necesario, de ser un garante del diálogo nacional, de promover el respeto de los diferentes y de ser testigo de un proceso de transición hacia la democracia con paz, orden y seguridad para todos”. ¿Es eso factible y en qué sentido? ¿Piensa que están dadas las condiciones de posibilidad para ello y/o que la Iglesia en Cuba tiene el peso y la fuerza para ejercer ese papel?
En efecto, la mediación para la solución pacífica de los conflictos es un servicio que la Iglesia ha desempeñado en muchas latitudes. Que eso sea factible depende de las partes en conflicto que son las que deben solicitar o aceptar el ofrecimiento de la Iglesia para mediar. Precisamente por lo que respondía en la anterior pregunta, como la Iglesia no se confunde con una de las partes políticas o económicas, tiene la identidad y la capacidad de construir puentes de diálogo y negociación entre partes beligerantes.
En el caso específico de Cuba eso sería factible en el sentido de que la Iglesia está preparada para ello. Ahora bien, no creo que estén dadas todas las condiciones para que esto suceda debido a que el diálogo que ahora desea una de las partes es un ejercicio de complacencia o de crítica de lo accesorio y no un diálogo para un cambio estructural y sustancial.
Hay suficientes fracasos de “diálogos” que se reducen a ganar tiempo o a negociar lo superfluo o a escucharse sin tomar acuerdos que contribuyan a la solución esperada, y esto ha dejado, también, a la Iglesia frustrada. No obstante, la Iglesia por su propia naturaleza y misión, siempre estará disponible para ayudar, mediar, facilitar, educar, para una solución pacífica de los conflictos, para el diálogo y la negociación. La Iglesia no necesita fuerza para mediar, necesita presencia, autoridad moral y personas preparadas para la facilitación del diálogo.
En el caso de Cuba, la Iglesia cuenta con esas tres condiciones y, además, ha estado presente en todas las luchas y sufrimientos, éxitos y esperanzas del pueblo cubano desde el nacimiento de la nacionalidad cubana. En el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana, donde el Venerable Padre Félix Varela (1788-1853) enseñó a los criollos de la Isla a pensar primero como cubanos, fue la matriz y cuna de la nación. Lo que está en las raíces de Cuba puede y quiere estar presente en los frutos de hoy y de mañana, como luz, sal y fermento.
_ Como cristiano comprometido que ha decidido permanecer en Cuba a pesar de haber podido vivir en otra parte, ¿qué cree haber aportado al proceso de la experiencia eclesial y cívica, y qué aprendizaje le ha representado todo ello?
Primero que todo, debo decir que la opción de permanecer trabajando en Cuba es una consecuencia de mi fe cristiana. Es desde la fe en Cristo que he decidido vivir en Cuba de una forma encarnada, comprometida, profética, servicial, siguiendo la escuela de Jesús. Antes de hablar de lo poco que he podido aportar debo decir que todo lo poco que soy, pienso y he podido realizar, lo he recibido de mi familia y de la Iglesia católica de la que me siento hijo y en cuyo seno y servicio deseo permanecer hasta el final de mi peregrinación por esta vida.
Dicho esto, he aprendido, también de Jesús, que no hay que enterrar los talentos recibidos de sus manos. También resuenan en mi mente aquellas palabras de Cristo: “Al que más se le dio, más se le exigirá”. En ese sentido, he tenido la suerte de formarme y crecer en una Iglesia pobre, comprometida, valiente y profética en la Diócesis de Pinar del Río con un pastor santo y audaz, monseñor José Siro González Bacallao, quien abrió las puertas de su diócesis a los laicos con confianza, escucha y apoyo. Ninguna de las obras que fundé y animé durante décadas pudo haberse realizado sin su mecenazgo y bendición. Puedo mencionar algunas de especial impacto social y en mi vida personal:
Participe en todo el proceso de la Reflexión Eclesial Cuba (REC) (1982-1985) y en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) 17-25 de febrero de 1986, el evento eclesial más importante de la toda la historia de la Iglesia en Cuba. Creo que se adelantó en sus métodos y contenidos al actual proceso sinodal de escucha y corresponsabilidad que el Papa está animando. Fui elegido para redactar el borrador del capítulo de “Fe y Cultura” que luego formaría parte de los documentos acordados y aprobados del ENEC.
Al año siguiente, fui fundador de la Comisión Católica para la Cultura en la Diócesis de Pinar del Río, servicio que ayudó a evangelizar el mundo de la cultura y preparó el camino para que en 1993 fundara, siempre con la aprobación y apoyo del Obispo Siro y de su Consejo Pastoral el Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río (1993-2007) y en 1994 fuera fundador y director de la revista “Vitral” (1994-2007) que llegó a imprimir 12 mil ejemplares de 60 páginas y a tener suscriptores en toda Cuba. Esa revista era molesta para las autoridades y por ella tuve la gracia y el honor de ser castigado durante 10 años y un mes a trabajo en el campo recogiendo yaguas (vaina de la hoja de la palma real) en una carreta tirada por un tractor soviético.
Fue una escuela y un ejercicio testimonial que agradezco. Al mismo tiempo participaba en la preparación de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998, de cuyas manos recibí una Biblia bendecida por él, en la Misa celebrada en la Plaza Cívica José Martí de La Habana. Recuerdo con mucho cariño que Dios me haya regalado haber participado cuatro audiencias con ese Papa santo.
_ Tengo entendido que se han celebrado en Cuba diez Semanas Sociales Católicas después de 1959, cual es el origen de esta obra? ¿Quiénes han sido sus organizadores?
Otro de los servicios en que pude servir a la Iglesia y a la Patria fue la refundación de las Semanas Sociales Católicas en Cuba en 1991. Este ejercicio de encarnación y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia en cada país, lo fundó en Cuba otro laico, que fue su abuelo, el Dr. Valentín Arenas. Leí y conocí los documentos emanados de las tres Semanas Sociales Católicas que organizó con los Caballeros Católicos cubanos el Dr. Arenas.
Me enamoré de la idea de poder rescatar ese servicio de evangelización social que había sido terminantemente prohibido al triunfo de la Revolución de 1959. Nadie creyó posible organizar una Semana Social en la Cuba comunista de 1991. Pero el obispo Siro también se entusiasmó con la idea y llamándole ese año “Jornada” Social Católica logramos con la gracia de Dios, recuperar tan grande y necesaria iniciativa del Valentín Arenas, cuarenta años después de celebrada la última antes de 1959.
La iniciativa entusiasmó a laicos y pastores y pudimos organizar otras nueve Semanas Sociales rotando por diferentes diócesis de Cuba. Sus documentos son hoy de trascendental vigencia y urgencia. Es para mí un verdadero honor haber sido el continuador de tu abuelo, un reconocido líder laico cubano. En 1999 el Papa Juan Pablo II me nombró, inmerecidamente, como miembro pleno del Pontificio Consejo Justicia y Paz de la Santa Sede. No tengo cómo agradecer a Dios el regalo excepcional de tener, dicho como campesino, de tener “un pie” en los campos pinareños recogiendo yaguas y el “otro pie” en los salones vaticanos sirviendo al Papa y a la Iglesia universal. Eso fue una gran escuela y experiencia cristiana que ha marcado, como ninguna otra, toda mi vida. Algunos me llamaron el “yagüero pontificio”.
_ ¿Y después de todos esos compromisos, que dieron sentido y entrega a su vida, qué pasó en 2007?
Esa vida pletórica de servicio a la Iglesia y a Cuba desde las estructuras intraeclesiales, cesó de pronto el 21 de marzo de 2007. En enero de ese año había ocurrido el retiro por razones de edad de Mons. Siro nuestro patrocinador, padre y pastor de todas esas obras evangelizadoras. Al comenzar la primavera el nuevo Obispo nos anunció que habría un cambio en las líneas pastorales de la diócesis y que se extinguiría el Centro de Formación Cívica y Religiosa, la revista Vitral no saldría “por falta de recursos” y otros cambios radicales. Al final, aquello tuvo un impacto mediático fuera de Cuba, y la revista Vitral se mantuvo de nombre pero con otro perfil editorial.
El equipo de laicos que habíamos animado todas esas obras sociales en la diócesis tomamos un año sabático para orar y discernir nuestros proyectos de vida después de aquella dolorosa tala. Siete meses después, inaugurábamos en la sala de la casa de uno de los antiguos miembros de Vitral, los cursos de formación del Centro pero ahora llamándoles “Tertulias de Convivencia”. Allí estudiamos la transición española y de otros países de Europa. Allí se fraguó una nueva revista, esta vez digital, a la que llamamos Convivencia y su primer número fue “subido” a las redes el 17 de febrero de 2008.
Así resucitaban el Centro de Formación Cívica y la revista que ahora cambiaba de nombre pero seguía con el mismo perfil editorial de aquella que duró 13 años. Ahora somos independientes del Estado, independientes de las estructuras de la Iglesia, aunque seguimos siempre siendo hijos fieles de ella, e independientes de los partidos políticos opositores.
Hoy 14 años después, trabajamos en el Centro de Estudios Convivencia /CEC-Cuba que puede ser visitado y recibir sus servicios gratuitos en nuestro sitio web: www.centroconvivencia.org. Aquí puede encontrar nuestra revista Convivencia, todos los números en PDF; los catorce Cursos de educación ética y cívica, puede bajarse el libro de texto en PDF; los 11 Informes del think tank de Convivencia que hace seis años viene haciendo un “Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba”, con pensadores y académicos de la Isla y de las Diáspora, previendo una prospección estratégica para no improvisar después del cambio. Los seis primeros informes se han publicado en el primer volumen de “Cuba busca una salida” de la Editorial Hypermedia, disponible en Amazon.
Hemos aprendido que el lugar de los laicos es en el mundo aunque ese mundo sea hostil. Parafraseando un pensamiento de la Conferencia episcopal latinoamericana de Pueblo y mirando a mi vida puedo decir, con entrañable gratitud que durante un tiempo de mi vida fui “un hombre de mundo en el corazón de la Iglesia”, y durante estos últimos 14 años he sido más “un hombre de Iglesia en el corazón del mundo”. Todo esto es Gracia de Dios y un poco de resiliencia y amor de nuestra parte. La cruz siempre termina en resurrección. Siempre damos gracias a Dios porque todo es don.