Es un hecho bien sabido que el Nuevo Testamento dice poquísimo, casi nada, sobre cómo era el aspecto de Jesús. Tampoco dice nada sobre el aspecto de los apóstoles. Ninguno de los cuatro Evangelios describe a Jesús con detalle. Sin embargo, la tradición cristiana lo ha representado empleando diferentes modelos iconográficos. Desde el “Cristo alejandrino” joven y sin barba, basado en las proporciones y los cánones clásicos griegos aplicados normalmente a la escultura, al “Cristo sirio” de pelo largo y barbudo, siguiendo la costumbre del Imperio bizantino, el cristianismo siempre ha reconocido en la imagen no solo un elemento litúrgico y relacionado con la cultura, sino también una efectiva herramienta de evangelización en un mundo en el que la lectura y la escritura no eran (ni son aún) destrezas generalizadas. A continuación, te presentamos cuatro imágenes excepcionales de Jesús consideradas milagrosas por miles de creyentes y devotos que puedes encontrar cuando visites el archipiélago de Malta.
El crucifijo de Ta’ Ġieżu es una efigie de mediados del siglo XVII que infunde asombro y sobrecogimiento a todo aquel que lo mira. Todos sus elementos constituyentes, como la madera tallada, el pergamino, el yeso y el acabado, maestralmente compuestos por la profunda fe de Frate Innocenzo, logran alcanzar ese delicado y elusivo estadio entre lo sensual y lo espiritual.
El crucifijo fue un encargo de fray Marco Rosset, un caballero aragonés de la Orden de San Juan que también fue miembro fundador de la Archiconfraternidad de la Santa Cruz, cuyo principal objetivo era difundir la devoción a este crucifijo milagroso. El siciliano Frate Innocenzo esculpió este crucifijo en madera en torno a 1646, posiblemente mientras residió brevemente en Malta. El hecho de que fuera un fraile franciscano, con una estrecha relación con la Tierra Santa, hizo posible que esta escultura del barroco temprano encontrara un lugar en la iglesia franciscana de Santa María de Jesús, más conocida como Ta’ Ġieżu, en La Valeta. Su carácter dramático, que exhibe las crudas marcas infligidas sobre el cuerpo de Cristo durante su Pasión, la convierten en una distintiva imagen barroca. Al contrario que otros crucifijos en los que Cristo mira hacia arriba, comunicándose con Dios Padre, el de Frate Innocenzo mira hacia abajo, directo a los ojos del fiel, forjando así un fuerte vínculo devocional y emocional.
El artista empleó una resina trementina particular llamada ceralacca para crear el efecto de la sangre espesa fluyendo. Una hermosa analogía simbólica es que este material se empleaba en la Edad Media para sellar documentos importantes, así que, teológicamente, este símbolo puede recordarnos que, con Su sangre, Cristo selló nuestra salvación. Asimismo, Frate Innocenzo recurre al pergamino para producir una representación hiperrealista de la piel suelta alrededor de las heridas. Dado que el pergamino se fabrica típicamente a partir de piel de cordero, esto podría evocarnos el Agnus Dei, que nos quita nuestros pecados. La corona de espinas, hecha de ramas entrecruzadas, posiblemente de vid, recuerda al devoto la imagen de las uvas y, con ella, el Sacramento de la Eucaristía. Todos estos símbolos y la imaginería hiperrealista general componen una imagen fascinante que, de algún modo, suspende la incredulidad del adorador devoto y le hace creer que se trata del cuerpo real de Cristo. Y por ello esta efigie ha atraído la atención y la devoción de tantos peregrinos.
El crucifijo de Ta’ Ġieżu se conoce popularmente como “el Crucifijo milagroso”. La razón es que es, sin duda, el crucifijo más famoso venerado en Malta. La devoción que recibe es fruto de la popularidad de la iglesia franciscana donde es venerado. Un historiador franciscano del siglo XVIII, fray Giovanni Antonio Mercieca, declara que la iglesia de Ta’ Ġieżu era considerada “como si fuera la parroquia de todo el mundo”. La universalidad de esta devoción en Malta es presenciada por el gran número de devotos que, durante siglos, han rezado delante del crucifijo. Es más, los malteses han considerado siempre este crucifijo tan “milagroso” que solamente rezar ante la imagen implica una gracia concedida. También han nacido leyendas en torno a este crucifijo que indican sus características “angelicales”. Durante tiempos de peste, sequía y guerra, el crucifijo de Ta’ Ġieżu siempre era sacado en procesión penitencial. Los frailes franciscanos menores de la iglesia de Ta’ Ġieżu y la Archiconfraternidad de la Santa Cruz establecidos en la “Cappella della Passione” de la misma iglesia, donde se venera el crucifijo, han sido fundamentales para mantener vivo este testimonio de fe y devoción hacia el Christus patiens (el Cristo sufriente) entre los fieles malteses.
Hace dos años, el crucifijo fue ingeniosamente restaurado y conservado. El proceso de restauración y conservación aseguró que las características del crucifijo (tanto su impactante realismo como su profundo significado espiritual, que han atraído a tantísimos peregrinos durante casi cuatro siglos) permanecen intactas. En 2020, también se publicó un libro, titulado Ta’ Ġieżu Crucifix: Faith, History, Iconography, Conservation (El crucifijo de Ta’ Ġieżu: fe, historia, iconografía, conservación).
Dos veces al año, el cuarto viernes de Cuaresma y el domingo después de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, miles de devotos cristianos acuden en masa a Senglea. La razón es que, en estas dos ocasiones, la milagrosa efigie de Cristo cayendo bajo la cruz, conocida localmente como Ir-Redentur, es llevada a hombros por las calles. Esta estatua, de hecho, ha superado el paso del tiempo al mantener unos sólidos seguidores, incluso en este día y esta época en las que tradiciones similares están desapareciendo.
Encargado originalmente por la Confraternidad del Santo Crucifijo en 1742 como una estatua para el conjunto de la Pasión, pronto creció hasta convertirse en una de las efigies más atesoradas y queridas de Malta. En un intervalo de 60 años, la devoción creció tanto que el papa Pío VII dio permiso para que se celebrara una fiesta en su honor anualmente después del final del periodo pascual. Esta efigie llegó a convertirse en un monumento nacional de devoción cuando el clero y el pueblo de Senglea hicieron un voto en 1813 para protegerse de la plaga que azotaba Malta. Desde entonces, el número de donaciones ex voto ha incrementado exponencialmente.
Enclaustrado en el Oratorio del Santo Crucifijo, Cristo el Redentor es una fuente de paz interior para aquellos que, desde todos los ámbitos de la vida, viajan hasta Senglea para derramar frente a Él sus dolores más íntimos. Durante épocas particulares, sobre todo durante la Cuaresma, muchas parroquias organizan visitas de penitencia y de oración frente a esta efigie, donde, en los momentos silenciosos de contemplación, los fieles piden al Señor que les ayude, firmemente convencidos de que sus oraciones son escuchadas. Los testimonios registrados de milagros privados son innumerables: curación de una enfermedad terminal, sanación de una dolencia física, reconciliación de relaciones y, lo que es más habitual, travesías personales hasta encontrar el regreso a Dios. Estas numerosas gracias desapercibidas fueron el motivo por el que, en 2016, el Oratorio fue escogido como uno de los lugares privilegiados para el Jubileo de la Misericordia. Otros momentos de agradecimiento que suceden durante todo el año son las múltiples presentaciones de bebés recién nacidos por parte de sus padres, pidiendo la bendición y la protección del compasivo Señor.
Entre 2017 y 2018, la estatua fue sometida a una muy necesaria intervención de conservación y restauración de mano del Atelier del Restauro, que vino acompañada de un análisis en profundidad por parte de los abajo firmantes de unas fuentes documentales recién descubiertas. Estos dos proyectos desembocaron en una publicación académica titulada Ir-Redentur: History, Art and Cult of the Miraculous Effigy of Christ the Redeemer at Senglea (Ir-Redentur: historia, arte y culto de la efigie milagrosa de Cristo Redentor en Senglea). Este libro arroja nueva luz sobre la olvidada historia de esta efigie y ofrece detalles sobre el proceso de conservación.
Entre los múltiples crucifijos venerados en las iglesias de cada ciudad y pueblo de las islas maltesas, el que se encuentra en la iglesia capuchina de Gozo se distingue prominentemente debido a su historia y la devoción que inspira. Este crucifijo está intrínsecamente ligado a la historia de los Caballeros de San Juan en Malta. Se trata de una exquisita obra de arte siciliana del siglo XVII. Antes de que la Sagrada Imagen llegara a Malta, se conservaba en una casa que fue destruida por un incendio, pero el crucifijo permaneció milagrosamente intacto.
Más tarde, mientras se transportaba por mar, el barco fue seguido por un navío enemigo y, según el informe del capitán, la fortuna quiso que pudiera ser rescatado. En 1736, una pequeña capilla rural bajo la Ciudadela de Gozo consagrada a Nuestra Señora de las Gracias fue confiada a la Orden de los capuchinos tras su petición al obispo Alpheran de que les concedieran un lugar donde construir un convento.
En una carta que el docto canónigo gozano Francesco Agius de Soldanis (1712-1770) escribió a un amigo, menciona tanto la capilla capuchina como el crucifijo; el canónigo describe el crucifijo como uno “de tamaño ordinario, bastante grande, considerado por todos como uno de los objetos más valiosos propiedad de la querida Custodia capuchina”. A partir de esta carta, se puede concluir que el crucifijo fue donado a los capuchinos cuando estaban construyendo su iglesia y convento. También descubrimos que esta santa imagen fue encargada 40 años antes de la escritura de la carta de Soldanis a Ignatius Saverio Mifsud en 1747. La carta de Agius de Soldanis es un tesoro oculto para todo el que busca saber más sobre el Crucifijo milagroso. El canónigo escribe:
El artista transmitió una cruda y cruenta visión del cuerpo del Redentor, como si quisiera transmitir a los fieles los últimos momentos de la agonía de Jesús. El crucifijo se adecúa con detalle a la Muerte en la Cruz tal y como fue idealizada por los Decretos del Concilio de Trento sobre Arte sacro. No vemos a Jesús pronunciando sus últimas palabras. Solamente vemos a Christus morens con un costado perforado, su cara de sufrimiento y el violento hundimiento de un cuerpo sin vida. La sangre que mana de sus heridas es reflejo de los escritos místicos medievales de santa Brígida de Suecia. Es la oración Anima Christi tallada en madera. Aunque carece de los atributos de los crucifijos pintados de Rubens, caracterizados por un perfecto moldeamiento del cuerpo de Cristo, su dimensión espiritual y sentido de la serenidad transforman la talla en una de elevada devoción, fielmente reverenciada, a través de la cual la intercesión de oraciones podría ser respondida y las gracias concedidas. La expresión del artista del sufrimiento de Jesús en la Cruz encarna la victoria del Salvador y marca esta fascinante sagrada imagen como una presentación ascética de la fe cristiana. En 2017, el crucifijo de Gozo fue restaurado por la reputada empresa de conservadores y restauradores Prevarti. Fue la tercera restauración en 57 años. Un libro sobre este crucifijo también se publicó en 2020 bajo el título de Crux Invicta.
En la iglesia colegiata de la antigua ciudad de Cospicua encontramos lo que ha llegado a conocerse como el Crucifijo de Candia (Kandja en maltés). El crucifijo es muy antiguo y sin duda se remonta, al menos, al siglo XVI. Ciertamente, si se analizan y comparan exhaustivamente las características del crucifijo con las de otros del mismo tipo, se hace evidente que su origen se encuentra bien dentro del periodo Lectio medieval, en torno a los siglos XII y XIII. El nombre ‘Candia’ nos trae a la memoria la gran Guerra turco-veneciana del siglo XVII, durante la cual las dos potencias navales se disputaron el dominio del Mediterráneo oriental. El premio de la guerra era la isla de Creta, que había sido una colonia durante casi cinco siglos. Los venecianos perdieron la guerra y se vieron forzados a abandonar Creta.
Por entonces, el crucifijo milagroso estaba en una iglesia dominica consagrada a san Pedro en la ciudad de Candia. No cabe duda de que la sagrada efigie tenía un gran valor espiritual para esta comunidad de católicos, probablemente veneciana. De hecho, a partir de informes relacionados con una visita apostólica (1670-1679), se intuye que en Candia ya venía siendo considerada sagrada y milagrosa durante más de cien años.
La saga del crucifijo de Cospicua empieza durante la retirada veneciana y supone un buen tema para una novela histórica o incluso para una película de aventuras, ya que está llena de intriga y andanzas en un escenario de poderes políticos conjugados por la poderosa Orden dominica, la Jerarquía de la Iglesia maltesa y las autoridades eclesiásticas de la iglesia colegiata de Cospicua. Los Caballeros de San Juan habían enviado una fuerza expedicionaria para ayudar a los venecianos en su lucha contra sus enemigos hereditarios, los turcos otomanos. Dentro de su fuerza expedicionaria había varios marineros malteses, uno de los cuales era originario de Cospicua, Gian Angelo Balzano. A él le encomendó un fraile dominico veneciano llevar el crucifijo a Venecia. Sin embargo, en vez de eso, Gian Angelo decidió donarlo a la Confraternidad del Crucifijo de Cospicua. Los dominicos a quienes pertenecía este Santo Icono objetaron y apelaron a las autoridades eclesiásticas locales y, luego, incluso al Santo Inquisidor para que se devolviera el crucifijo a sus legítimos propietarios, la Orden dominica. Después de años de controversia y de recursos y contrarrecursos, se hizo evidente que, mientras tanto, en Cospicua, la devoción al crucifijo se había extendido como la pólvora. Por ello, para no decepcionar al pueblo de Cospicua –y para evitar disturbios– se decidió dejar el crucifijo en manos de la Confraternidad.
El Santo Icono siempre ha sido venerado con gran devoción por el pueblo y hubo un suceso particular que incrementó el fervor. Durante la procesión de Pentecostés de 1674, la sagrada custodia estaba siendo transportada por el mismísimo secretario del Inquisidor. Había filas de soldados saludando a la procesión disparando salvas, pero uno de ellos disparó con munición de verdad; no obstante, el disparo no llegó a herir a nadie entre la enorme multitud, cosa que se tomó como un milagro.
Agradecimientos y créditos
The Gozo Crucifix fue escrito por el Rev. Dr. Martin Micallef, Lector en la Facultad de Teología (Universidad de Malta), y editor jefe de Melita Theologica
TheTa’ Giezu Crucifix fue escrito por Christian Attard y Fr. Noel Muscat de la Archicofradía de la Santa Cruz, Valletta
TheSenglea Redeemer fue escrito por el Can. Dr. Jonathan Farrugia – jefe del departamento de Historia de la Iglesia, Patrología y Arqueología Paleocristiana – Universidad de Malta)
Referencias
Galea Scannura C. Il-Kurcifiss ta’ Kandja – Kif gie? Bormla. Semana Santa 2002
Mercieca S. Il-Kurcifiss jew ahjar il-Kurcifissi ta’ Kandja fil-Knisja ta’ Bormla – Lectio Medjovali fit-Teologija tal-Passjoni ta’ Sidna Kristu. Centru 19 ta’ Novembru 1944 – Bormla. Semana Santa 2009
Mercieca S. L-Kurcifiss Mirakuluz u l-Vero Ligneo prezzjuz ta’ Bormla: taghrif mehud miz-zjajjar pastorali tal-isqfijiet Astiria, Molina, Cocco Palmieri, Canaves u Gori Mancini(L-Ewwel Parti). Semana Santa 2011
Mercieca S. Il-Kappella tal-Kurcifiss ta’ Kandja u r-Reliwija tas-Salib Mqaddes fiz-Zjajjar Pastorali tal-Isqof Alpheran De Bussan (It-Tieni Parti). Semana Santa 2012