La Doctrina Social de la Iglesia ha encontrado en la Encíclica Laudato Si una nueva plataforma para proponerse al mundo. La conciencia ambiental ha sido quizá la puerta de entrada, cuyo cuidado para las generaciones venideras es motivo de reflexión y trabajo tanto de la Iglesia como de entidades de múltiples orígenes y propósitos.
Pero más allá de éste, y otros temas abordados por Francisco, en Laudato Si, hay un punto de encuentro. En un mundo caracterizado por la cultura de la cancelación, y de escasos espacios de diálogo conjunto entre voces de orígenes diversos, el documento ha puesto en diálogo a sectores a veces enfrentados.
Un ejemplo de esto es el Congreso Interuniversitario Laudato Si «El cuidado de la Casa Común», que del 1 al 4 de septiembre tendrá lugar de manera virtual y gratuita en la Argentina, organizado tanto por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que aúna a las universidades públicas, el Consejo de Rectores de las Universidades Privadas (CRUP), que hace lo propio con las privadas, y la Conferencia Episcopal Argentina.
Dos ministros de la nación, académicos de universidades extranjeras, miembros de organismos de la Iglesia en la Santa Sede y el CELAM, profesores universitarios, sindicalistas, empresarios, entre otros, compartirán pareceres y reflexiones en torno a los temas que aborda Francisco en la Carta, y que la Iglesia viene proponiendo al mundo desde su mirada social. Como dijo el propio Francisco en el mensaje para el Congreso, “Laduato Si no es solo una encíclica ‘verde’, sino una encíclica social”.
Para entender la magnitud de una propuesta, que trasciende la Encíclica y los propios días de encuentro ya que ante todo inicia un camino de diálogo, conversamos con el padre Juan Matías Taricco, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Universitaria, uno de los organizadores del encuentro.
-Repasando convocados al Congreso, uno se encuentra con una pluralidad de voces académicas. Tanto de universidades confesionales como casas de estudio que no lo son. ¿Qué tiene Laudato Si que ha llegado a interesar más allá de la propia Iglesia?
Laudato Si ha logrado trascender las fronteras de la Iglesia, en primer lugar, porque explícitamente lo busca. Una encíclica destinada a todas las personas que quieran escucharla. Tiene esta apertura dialógica que reclama nuestra sociedad contemporánea. Nuestra sociedad contemporánea reclama el diálogo. Y Laudato Si se ofrece como eso, una voz en el diálogo que interpela. Una voz que quiere invitar a construir consensos. De esa manera es una voz que combina en su discurso lo más duro de la ciencia, en una primera parte más analítica. Y también desde la teología, como una sabiduría que aporta a la lectura de la ciencia desde paradigmas distintos. Creo que eso mueve al mundo universitario a ponerse a la altura de ser el espacio del saber, de la construcción del saber, de la búsqueda de la verdad, que justamente tiene que enhebrar saberes distintos, reflexiones distintas, paradigmas distintos.
Una de las cosas que tiene Laudato SI es que parte desde abajo, propone un diálogo desde la realidad, y eso nos involucra a todos, más allá de que seamos creyentes o no creyentes.
-Se refleja en la participación de autoridades nacionales. Es que hay compromisos a los que interpela Laudato Si que requieren justamente compromisos nacionales, políticas de estado. Pero más allá de la Laudato Si, ¿puede servir la Doctrina Social de la Iglesia a proponer espacios de trabajo comunes dentro de los pueblos, más allá de grietas ideológicas o políticas?
La Doctrina Social de la Iglesia siempre se ha planteado desde allí, desde una oferta que hace la Iglesia para construir una sociedad distinta. Evidentemente como toda oferta puede ser tomada o rechazada. La Iglesia no impone una doctrina única en el sentido ‘este es lo que debe hacerse’. Ofrece miradas, propuestas, lecturas, de manera que los actores sociales puedan ponerse en el diálogo. El mismo Papa en la Encíclica dice que la función de la Iglesia no es suplantar a la política; al contrario, lo mismo va a decir en Fratelli Tutti, la política tiene un rol. Lo que la Iglesia ofrece son impulsos para el diálogo, son motivaciones, lecturas de la realidad que la política tiene que discernir, descubrir, y aplicar si considera necesario en el juego del diálogo plural que nos mueve como sociedades democráticas.
-Uno de los paneles, referido al trabajo, convoca a un empresario, un dirigente sindical, y un funcionario público. Modera un rector universitario. A raíz de este ejemplo, y el congreso en general, ¿qué rol pueden ocupar las universidades a la hora de poner en diálogo a sectores sociales a veces enfrentados?
Una de las cosas que llama la atención en el mundo, al menos en la Argentina, es que la Universidad goza de gran credibilidad. Es una institución que se perfila en el imaginario social, como una institución creíble, porque hace un aporte significativo a la sociedad. Desde ese lugar entiendo que las universidades tienen una responsabilidad en fomentar el diálogo. Así como lo tiene la Iglesia como lugar, como casa del diálogo, del diálogo incluso entre los que piensan distinto. La universidad en su mismo nombre tiene la característica de la universalidad, y por lo tanto aportar desde los saberes, desde la universalidad de saberes a la universalidad del diálogo es parte de su vocación propia.
-Laudato Si nace como una encíclica que hereda y consolida reflexiones de la Iglesia. Pero ha sido, evidentemente, abrazada más allá de la Iglesia. Y desde ella se siguen iluminando realidades particulares, como seguramente surgirá en el Congreso. Por un lado, nos debiera enorgullecer, entiendo, porque la propia carta pone el foco en una casa común de toda la humanidad. Pero por otro, estamos ante una reflexión que, a la vista en el Congreso, no es solo católica. ¿Cómo nos posicionamos ante esto en la Iglesia? ¿Cómo encarar un diálogo que nace del Papa, que tiene una fuerte impronta cristiana, evangélica, pero en el que claramente no somos los únicos que debemos participar?
El filósofo alemán Jurgen Habermas dice que la base para un diálogo es que el que propone algo que tiene que rendir cuentas de sus declaraciones y de sus acciones y compromisos. Y creo que eso es una de las grandes cosas que tiene la encíclica. Nos propone una fe reflexiva. Una fe que se hace cargo del mensaje evangélico, pero que en el espíritu de Gaudium et Spes se pone en diálogo con las ciencias. Eso hace que la Encíclica sea atrayente para los no cristianos, y da legitimidad al discurso cristiano en el mundo que nos rodea. Uno de los puntos fundamentales en eso es justamente la posibilidad de traducción que tiene el mensaje cristiano. El mensaje cristiano necesita ser traducido, y eso es responsabilidad de los cristianos en primer lugar, poder traducir su propio mensaje a aquellos que no lo comparten.
Evidentemente no somos los únicos, porque no es que tengamos todas las soluciones. Una de las grandes cosas de la Encíclica es que no pretende dar soluciones, simplemente propone evidenciar problemas, y abrir el juego al diálogo. Un diálogo que el mismo Papa reconoce como necesaria entre todas las instancias religiosas. En primer lugar, el ecumenismo, que está muy presente, pero también en la apertura a otras religiosas, como retoma en Fratelli Tutti. Porque en definitiva se trata de un nuevo paradigma, que no parta del utilitarismo, de la maximización de las oportunidades, sino que parta de la fraternidad.
-Por último, y sobre el congreso. Es impactante la pluralidad de voces, tanto a nivel nacional como internacional. ¿Cómo han logrado convocarlas?
Ha sido un camino largo que ha venido recorriendo la Comisión Episcopal de Pastoral Universitaria de poder convocar a las universidades públicas y privadas, y creemos que la encíclica Laudato Si ha sido como justamente la puerta de este encuentro frente a las preocupaciones que nos motivan, y la realidad que nos circunda, con esta provocación que el Papa hace a la sociedad pluralista a través de Laudato Si. Esa ha sido la puerta.
De allí en más ha sido un camino de encuentro, de diálogo, de tender puentes. La convicción de la necesidad del congreso en un acuerdo que hubo en el CIN donde estuvieron los presidentes de la Conferencia Episcopal, del CIN, y del CRUP. Gracias ese acuerdo, con la participación de numerosos rectores de todo el país, se vio la necesidad de este encuentro. Justamente la universalidad de la Universidad, y la universalidad de la iglesia, se dan cita para dar espacio a un diálogo plural.
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