La película "¡Qué bello es vivir!" (It's a Wonderful Life) se estrenó en 1946 y todavía hoy sigue siendo un referente para muchos. Cuando uno tiene un bajón, se le hunde el mundo o tiene una desgracia, ver este filme de Frank Capra ayuda a recomponerse por dentro.
Es un ejemplo de buen cine, del que más allá de la calidad técnica toca las fibras del corazón. En George Bailey, el padre de familia que se siente fracasado y sin fuerzas, todos podemos vernos reflejados en algún momento de nuestra vida.
Pero Frank Capra (1897-1991) no solo consiguió este efecto "humanizador" con "¡Qué bello es vivir!". De su filmografía vale la pena volver a ver otros títulos.
Por ejemplo, "Caballero sin espada" (Mr. Smith goes to Washington) en el que un político honrado se enfrenta a un sistema corrupto; "Vive como quieras", un elogio a la familia y al amor incondicional; "El secreto de vivir" (Mr. Deeds Goes to Town), donde la honradez vuelve a ganar la partida; "Juan Nadie" (Meet John Doe), una lección de ética a los medios de comunicación y a las audiencias...
Frank Capra era católico y, sin embargo, casi en ninguna de sus películas se hace referencia explícita a la religión (salvo en "¡Qué bello es vivir!" precisamente, donde un ángel tiene un papel clave cuando George desespera y piensa que sería mejor no haber existido: el ángel le mostrará entonces qué habría ocurrido en un mundo sin él).
En 1979, Capra explicaba en una entrevista:
Para Capra, su forma de entender la fe le llevaba a pensar en la repercusión que pòdía tener su cine como servicio: "Todos son individuos, iguales a los ojos de Dios. Rezo antes de filmar cada escena. Rezo para que la escena que filmamos sea útil."
En la última página de su autobiografía, el realizador dejaría escritas estas palabras para los lectores:
No era palabras huecas. Capra había conocido el amor, el desamor y de nuevo el amor. Se casó por primera vez con una joven judía, Helen Howell, en 1923, y el matrimonio fracasó en cinco años porque ella era adicta al alcohol. Luego conoció a Lou, quien sería el amor de su vida: estuvieron casados 52 años.
En cuanto a su cine, la entrada de la televisión, sus fuertes dolores de cabeza y, sobre todo, una corriente ideológica que aparcaba el cine de valores en Hollywood, hicieron que Capra conociera la amargura del fracaso. Con todo, consideró su vida plena y siempre tuvo presente que Dios le había dado un don que debía hacer fructificar.