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Lo sucedido con Simon Biles, considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos y estrella de Río 2016, causó un verdadero terremoto en los Juegos Olímpicos de Tokio cuando tomó la decisión de retirarse de la competencia deportiva por razones de salud mental.
“Tengo que dejar mi orgullo a un lado. Tengo que hacer lo que es correcto para mí y concentrarme en mi salud mental y no poner en peligro mi salud y bienestar. Por eso decidí dar un paso atrás", dijo en ese momento la estadounidense de 24 años que también es reconocida por su devoción católica.
"Al final del día, también somos humanos", expresó generando conmoción en el mundo deportivo por su decisión, pero al mismo tiempo admiración por el coraje.
"Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo, en lugar de simplemente salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos", había esbozado también (ver edición en inglés de Aleteia).
Sin embargo, luego de su ausencia, en las últimas horas Biles anunció su regreso a los Juegos Olímpicos. Fue para disputar la final de viga de equilibrio, competencia que le dio cierre a la gimnasia artística femenina en Japón. Lo hizo con la subida al podio y la obtención del bronce luego de obtener un puntaje de 14.000.
Pero más allá de la medalla en sí, el triunfo de Biles fue festejado por todo el mundo, pues se la vio llena de confianza, sonriente y festejando junto a su equipo.
“Simon Biles, bronce en barra, oro en coraje”, se animaron a titular algunos medios como El País. Sin dudas una de esas historias y anécdotas que marcan a fuego la historia de los Juegos Olímpicos y que invitan a reflexionar más allá de lo deportivo por estar cargadas de profundidad y resiliencia. Y en este caso también de equilibrio.