Esa famosa frase de Santo Tomás de “ver para creer” está más vigente de lo que pensamos. De hecho, por eso solemos tomar nuestras decisiones de diseño interior sólo con nuestra vista, porque es lo más obvio y se puede ver el resultado de manera más inmediata. Y así nos dejamos llevar fácilmente por lo que vemos en vitrinas, redes sociales y revistas.
No obstante, cuando tomamos en cuenta todos los sentidos, el resultado es mucho más integral y humano. La decoración debe ser para hacernos sentir, no para aparentar.
Que lo único que se escuche en tu hogar no sea la televisión y mucho menos gritos y discusiones. Busca el sonido de una buena conversación familiar, de la oración y, por supuesto, una buena canción o un podcast.
Un buen speaker puede ser una excelente inversión, sobre todo si se conecta a una aplicación de música que te permita crear listas de reproducción.
Incluso, si tú o tu familia son grandes amantes de la música, consideren tener un espacio que invite a disfrutarla, bien sea para poner un instrumento o un tocador de viniles, por ejemplo.
También toma en cuenta los sonidos que emiten los artefactos de tu hogar: tu cafetera, lavadora, entre otros. Quizá uno de ellos está algo dañado y conviene no seguir dándole largas a su reparación porque te generan es ruido.
Igualmente, recuerda la importancia del silencio. Son los momentos que podemos aprovechar para meditar, reflexionar y hablar íntimamente con Dios, la Virgen y los santos.
Está más que demostrado científicamente que los olores pueden cambiar nuestro humor y traernos recuerdos (buenos o malos); pero también que podemos acostumbrarnos muy fácilmente a ellos.
¿Has analizado el olor de tu casa? ¿De cada habitación? Con la ayuda de velas, difusores de aceites, flores naturales o inciensos, puedes crear distintos ambientes. Por ejemplo, es recomendable el olor de lavanda en las habitaciones porque se ha demostrado que es relajante.
Pero sin duda, lo más importante es que sean agradables a la familia y les traiga buenas sensaciones (de repente puede ser una vela con olor a coco porque les recuerda de unas vacaciones a la playa que fueron estupendas).
Eso sí, tomen en cuenta las medidas de seguridad (como no dormir con velas encendidas) y no abusar de ellas para evitar posibles alergias o dolores de cabeza. Asimismo, las estaciones climáticas también pueden ser un factor a la hora de escogerlas; aromas cítricos son más típicos del verano y los más intensos para el invierno.
Esto tiene que ver específicamente con el área de la cocina. Es importante poner atención a los alimentos que entren en casa y siempre tener a la vista frutas y vegetales que no sólo sean visualmente agradables (una cesta de frutas llena de colores con naranjas, bananas, limones, entre otros) sino también te inviten a consumirlos.
Los alimentos también pueden despertar recuerdos y cambiar el estado de ánimo, pero siempre tomando en cuenta nuestra salud física. Por ejemplo, una torta que sea una receta familiar o tener una estación de café e infusiones.
La comida también puede ser decoración, dándole doble funcionalidad. Por ejemplo, pon tus especias en envases de vidrio en una repisa o hasta puedes tener una planta de tu hierba favorita.
Y aunque el sentido del gusto sea algo más de la cocina, no quiere decir que no lo puedas llevar a otros espacios (no, lo siento, no se trata de una gaveta de dulces en la habitación); por ejemplo, si tomar té es algo que disfrutas y te relaja, puedes hacer un rinconcito con una buena poltrona donde te puedas sentar a leer y disfrutar de una buena taza.
A veces este sentido es hasta más importante que cuidar que el de la vista. Una lámpara que no te guste la puedes evitar mirar, pero unas sábanas incómodas en la piel sólo pueden ser reemplazables. Los científicos también han demostrado que las texturas pueden cambiar estados de ánimo y evocar recuerdos.
Por ejemplo, una manta tejida puede hacerte recordar a tu abuela. Busca mezclar distintos tipos de tela y que sean acordes a lo que quieres sentir en cada habitación de tu hogar y el clima donde vives.
Pero no sólo se trata de textiles, también pon atención al tipo de suelo (quizá no puedes cambiarlo, pero podrías agregar una alfombra si, por ejemplo, te molesta un suelo frío al levantarte de la cama) e incluso la manera que el sol o la brisa se siente en tu piel (quizá conviene reconfigurar la distribución de los muebles en la sala o cambiar las cortinas). Y, por supuesto, que no falten los abrazos y caricias familiares.
Quizá ya estás un poco cansado de escuchar el nombre de Marie Kondo, pero en verdad es indispensable que analices cada objeto de tu hogar y botar o donar aquellos que ya no utilizas y sólo producen acumulación (lo que en diseño llaman “ruido visual”).
Además, menos cosas implica una limpieza mucho más sencilla y rápida, permitiéndote así invertir ese tiempo en actividades personales y/o tiempo en familia.
Analiza también la paleta de colores, no tiene que ser todo neutro, esto depende del gusto de cada quien; aunque sí hay ciertos aspectos de la psicología del color que vale la pena tomar en cuenta, como evitar el rojo o el naranja en el dormitorio porque no invitan al descanso.
Asimismo, cuida la iluminación… chequea los puntos de luz natural y utiliza distintos tipos de lámparas que le den brillo a tu hogar.
No dejes de incluir plantas y flores, que son alegría instantánea, y recuerda también siempre tener a la vista objetos que cuenten historias, que sean importantes para tu familia… una foto tiene más poder que un mueble nuevo.
Quizá todo esto pueda sonar abrumador, pero puedes hacerlo poco a poco y en realidad son más que todo detalles. No se trata de comprar decenas de cosas nuevas, ya que eso no es lo que hará que tu hogar sea más acogedor.
Haz una curaduría de lo que tienes primero, reorganiza y dale prioridad a aquello que, más allá de lo material, te haga sentir a ti y/o a tu familia verdaderamente felices.