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¿Es verdad que con un poco de oración podemos mejorar nuestra vida y la de aquellos que nos rodean? La oración puede ser individual o compartida, cantada, escrita, mental o contemplativa. Sea como sea, para perseverar en este mundo no podemos prescindir de ella.
Aunque podemos llegar a sentir que no hay forma para programar un "tiempo de oración" frecuente, lo cierto es que es precisamente debido al ajetreado estilo de vida que llevamos la razón por la que necesitamos contar con uno.
Si aún no hemos encontrado tiempo para rezar, entonces no hemos comprendido cuán importante es para nuestra supervivencia espiritual diaria. La oración es en muchos casos el salvavidas al cual sujetarnos y también aquel que podemos lanzarle a los demás.
Es posible hacer las cosas bien, cumplir con lo debido y no hacerle mal a nadie, pero sin oración siempre nos faltará algo. Entre otras cosas la oración puede ayudarnos a ver las cosas con mayor claridad, a servir mejor en lo que hacemos, a sanar heridas profundas, a madurar y crecer, a unirnos a los demás y a estar siempre acompañados y protegidos.
La oración nos ayuda a identificar y a definir con más detalles aquello que es importante en nuestra vida y todo lo que nos sucede a diario, mientras va fortaleciendo nuestro corazón y nuestra mente para darle prioridad a esas cosas que más valoramos.
Conviviendo en medio de muchos ruidos externos, distracciones y un ritmo acelerado, la oración llega como una pausa necesaria; como un momento de silencio ideal para ordenar nuestros pensamientos y orientar nuestras acciones hacia objetivos profundos y verdaderos.
Cuanto más conscientes somos de la realidad, mejor podemos enfocarnos, discernir y prepararnos para tomar decisiones desde las más simples a las más complejas. Algo muy útil antes de decidir cualquier cosa es recurrir primero a la oración. Asegúrate de incluir proyectos, ideas, trabajos o viajes en una pequeña oración y lo verás todo más claro.
La oración es un motor para el corazón que nos impulsa a darnos a una causa y a los demás. Sin ella, con el tiempo nos vamos enfriando y aquellas actitudes y cualidades que reflejan nuestra humanidad como la compasión y la generosidad, se van poco a poco apagando.
La oración es por excelencia un acto de servicio y al dar también se recibe. Así, en la medida que participamos de la oración estamos intercediendo por los demás en sus necesidades y nos llenamos de bondades. De esta manera somos capaces de hacer algo bueno por alguien y ensanchar el corazón. Nos hace menos egoístas y nos da la oportunidad de poder hacer una obra de bien en pocos minutos y donde quiera que estemos.
Si eres de los que no tiene ni un minuto más y no puedes comprometerte a hacer un voluntariado o participar de una actividad solidaria, la oración es una oportunidad. Mientras vas en el coche, cuando entras en la ducha o esperas en fila para pagar tus cuentas, piensa en alguien que conozcas o simplemente elige una persona que esté cerca tuyo en ese momento y reza por ella. Este hábito te hará más amable y te llenará de gran gratificación.
La oración puede reparar heridas emocionales profundas y es un método prescrito para mantener nuestro bienestar espiritual. Nos ubica en un estado de paz y descanso interior que trae alivio y consuelo en el dolor. La oración puede ser tan sólida que es lo único capaz de sostenernos en las tormentas más fuertes de la vida donde batallamos interiormente.
Normalmente recurrimos a la oración desesperada cuando ya estamos en medio de la tormenta. No esperes a que ese momento llegue y empieza antes, cosa que cuando lleguen en tu vida - porque tarde o temprano llegarán- estés mejor preparado y te encuentren fuerte, con más recursos para hacerles frente y atravesarlas con amor que es lo que garantiza tu victoria.
La oración en las adversidades te unirá más a Cristo y te ayudará a limpiar aquellas manchas de la enfermedad del alma. Entrega tus penas y sufrimientos por Aquel que ya ha sufrido por ti y recuerda que la sanación es posible por medio de la gracia. En un momento de pesar, sentirás el abrazo de saberte amado y acompañado.
La oración es la fuente de muchas virtudes que nos ayudan a ser mejores personas empezando por la humildad. La oración nos hace más humildes porque reconocemos que necesitamos de la gracia y que “solos simplemente no podemos.”
Además, la oración fortalece nuestro carácter en contraposición al orgullo y la arrogancia. No sólo nos permite examinar nuestras deficiencias, sino buscar activamente superarlas. Se trata de una disposición general para preocuparnos por mejorar y aprender de nuestros errores sin castigarnos o criticarnos, sino buscando la verdad.
La oración nos ayuda a madurar en esos aspectos que nos hacen vulnerables para aceptar cuando cometemos un error o incluso cuando otros lo cometen hacia nosotros. Nos permite ver las cosas de modo más misericordioso y menos trágico porque reconocemos que somos todos pecadores y que necesitamos ayuda, así como también a entender que hay una respuesta en Dios a través del perdón.
Sea que hayas cometido algún error presente o pasado o alguien te haya hecho un gran daño, da voluntariamente un paso al frente y haz una oración en tu corazón por esa persona que has lastimado o alguien que te haya lastimado a ti y sentirás aún con gran dolor liberarte de una carga que te permitirá crecer y avanzar.
La oración nos permite mantenernos más unidos a Dios, a su gracia y a la comunidad de los que están rezando con nosotros. Mejora nuestra relación con el creador al ir descubriendo nuestra misión y cómo hacer mejor uso de nuestros talentos, así como también vivir lo que es bueno para nosotros y para los demás.
El Papa San Gregorio Magno decía que “Cuando estamos unidos por el poder de la oración, por así decirlo, nos tomamos de la mano mientras caminamos uno al lado del otro por un sendero resbaladizo; y así, por la generosa disposición de la caridad, resulta que cuanto más se apoyan unos sobre otros, más firmemente estamos unidos en el amor fraterno”.
La oración nos une con los demás de un modo muy especial. Ponte de acuerdo con tu cónyuge, hijos, con un amigo o un vecino para compartir una oración en persona o en la distancia. Pueden fijar una hora y determinar una intención por la cual quieren unirse para agradecer o pedir por algo o por alguien que lo necesite ese día.
El padre Patrick Peyton pronunció la famosa frase “familia que reza unida, permanece unida”. Y el mismo Cristo nos ha dicho “Les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.” (Mat. 18:19-20)
La oración nos permite cuidar de manera más completa a nuestros amigos y familias más allá de nuestros límites. Queremos que estén bien y la realidad es que al final no podemos estar siempre con ellos y en todo lugar, pero con la oración podemos acercarnos. ¿Cuántas veces y sin saberlo nosotros mismos nos hemos beneficiado gracias a la oración de otros?
La oración a medida que fluye reaviva nuestros buenos deseos, los hace fructificar y protege nuestro corazón del mal. Encontramos un refugio seguro en momentos difíciles, sobre todo aquellos donde humanamente es difícil encontrar consuelo o paz y solo ese lazo al cielo nos ayuda a salir adelante.
La oración nos da fortaleza para resistir a las tentaciones de todos los días, a momentos de dudas, miedos, confusión o pensamientos desordenados. Cuando llegue la noche antes de acostarte, termina siempre tu día con una oración sabiendo que estarás protegido y que hay alguien que vela por ti y por los que más amas cuando cierras los ojos.