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El problema moral de las vacunas desarrolladas a partir de líneas celulares procedentes de abortos voluntarios no es nueva. Ya en 2005, y posteriormente en la Instrucción Dignitatis Personae de 2008 (es decir, durante el pontificado de Benedicto XVI) la Iglesia fijó su postura.
Por tanto, la Santa Sede, apoyando el uso de las vacunas, sigue coherente en la línea adoptada desde hace más de diez años, antes de la aparición del COVID-19 en la escena mundial.
El propio monseñor Pegoraro lo explica en esta entrevista realizada por el Consorcio para información fiable sobre vacunas, que lidera Aleteia.