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A los 35 años, Paula Pareto, también medallista de bronce en los Juegos de Beijing en la categoría de hasta 48 kilos, ganó dos combates en la capital nipona, pero no pudo superar los cuartos de final y luego perdió, con una visible lesión, en el repechaje para aspirar al podio.
La noche anterior la “Peque” había tenido el honor de llevar la bandera olímpica hasta el mástil como representante del continente americano.
Por poner de manifiesto solo algunos de aquellos a los que le tocó representar, baste nombrar a la jamaiquina Shelly-Ann Fraser-Pryce o la gimnasta estadounidense Simone Biles.
Médica traumatóloga, cuyos estudios fue concretando aún compitiendo en la elite del judo, durante la Pandemia se puso a disposición para la atención hospitalaria en la inédita emergencia mundial en el Hospital de San Isidro.
Y ante otra tragedia, como la pérdida en un accidente vial de su amigo el atleta de jabalina Braian Toledo, duplicó sus esfuerzos solidarios en el programa solidario Huella Saint Gobain; y tomó la posta de los proyectos que apoyaba, particularmente un merendero y una sociedad de fomento.
En los Juegos Olímpicos de Río 2016 Pareto se convirtió en la primera deportista argentina de la historia en ganar una medalla de oro en un deporte individual. Instancia que no habían alcanzado si quiera la tenista Gabriela Sabatini, plata en Seúl 88, o Jeanette Campbell, nadadora plata en Berlín 36.
En mundiales Pareto había logrado un oro 2015, una de Plata en 2014 y una de Bronce en 2018, y en panamericanos y torneos internacionales, los títulos son incontables.
Siempre, no obstante, conservó su perfil bajo, su buen humor, la consciencia de que debido a sus proezas deportivas sus declaraciones y hechos inspirarían jóvenes generaciones. Y estuvo a la altura.
Por todo ello, no llama la atención el emocionante abrazo que su vencedora portuguesa en cuartos de final le dio al terminar el combate. La diminuta Pareto caminaba sus últimos pasos en una categoría en la que brilló durante más de diez años, prestigiando al judo.
Ni tampoco la conmovedora recepción que la comitiva argentina brindó a la Peque en su regreso a la Villa Olímpica, una vez que anunció lo esperado, que los Juegos serían su última competencia.
Una gran pasarela de aplausos, provenientes de deportistas de elite amateurs y profesionales, novatos y veteranos, arrancó las lágrimas de alegría que la judoca merecía tras haber ennoblecido el deporte americano durante más de una década encarnando los grandes valores del olimpismo.
El padre dominico francés Henri Didon acuñó junto a su amigo el barón Pierre de Coubertin el lema olímpico “Citius, Altius, Fortius”, en español “más rápido, más alto y más fuerte”.
La Peque Pareto demostró que con 1.48 m y menos de 48 kilos se puede ser más rápido, más alto, y más fuerte, si los pies están sobre la tierra, pero el espíritu sueña en grande.