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Hoy he reflexionado mucho sobre las formas ingeniosas como el ángel caído, el maligno, seduce y silencia de los hijos amados de Dios para que no le arrebaten almas.
Hay que reconocer que es muy inteligente y hábil, sobre todo muy peligroso.
Se concentra en perturbar, desafiar, tentar y hacerles la vida imposible a aquellos que tienen la posibilidad de salvar muchas almas y llevarlas a Dios, sobre todo los sacerdotes. Esto es evidente. Lo puedes ver.
Si lees la biografía de los grandes santos de nuestra Iglesia verás que a algunos de ellos los atacaba con mayor rabia y odio y hasta desesperación al verse vencido.
Era como si se concentrara en destruir sus vidas. Pero nuestros heroicos santos se aferraban a la oración, una vida de penitencias y no le permitían que los detuviera.
Le ocurrió al Padre Pío, a santa Teresa de Jesús, el Cura de Ars y otros que tuvieron verdaderas luchas físicas con el demonio. Y a menudo terminaban golpeados.
Se cuenta que san Juan Vianney, el cura de Ars una vez explicó:
¿Has visto cuántos sacerdotes caen últimamente en sus fauces?
Cada sacerdote es necesario, lo sabe. Por eso los hace caer con estruendo, necesita que hagan escándalo y mucho ruido para que alejen a las almas de Dios y de la Iglesia.
No es una caída simple, necesita el ruido, que todos escuchen y luego los desacredita para que nadie escuche sus palabras.
Si leyéramos la Biblia y reflexionáramos con más frecuencia, comprenderíamos muchas cosas. Se aclararían tantas confusiones...
Sobre todo, sabrías que estás expuesto a los ataques del maligno, quien quiere que te desanimes, y peques, para alejarte de Dios que es un padre bueno y justo.
Las Escrituras nos advierte sobre lo que vamos a vivir. No es fácil, pero vale la pena luchar, ofrecer nuestros dolores y adversidades, perdonar y pedir perdón, rezar por nuestros enemigos.
Vamos, recupera el buen ánimo.
Nunca lo olvides, eres valioso, valiosa para Dios, que nos mira con amor y ternura desde el cielo.
No te dejes vencer por el demonio. Todos necesitamos de tus consejos, tus palabras, y sobre todo tus oraciones. Dios quiere que lleves la buena nueva por el mundo, y lo ayudes a salvar almas.
¡El buen Dios te bendiga!