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Venezuela: Voces (de mujeres) tras las rejas

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Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 21/06/21
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Un impactante informe acaba de mostrar que las penas que padece la población penal femenina es más pesada que la propia condena

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El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) presentó hace horas  el primer informe sobre Mujeres Privadas de Libertad.

Son 17 reclusorios en Venezuela pero uno sólo de ellos fue diseñado para mujeres. El resto opera como anexos de los masculinos. No existen cifras oficiales acerca de estas realidades, como no las hay en Venezuela sobre prácticamente nada. Pero el mismo observatorio ha logrado establecer que la población reclusa en Venezuela es de 37.517 personas, de las cuales 2.318 son mujeres. Esto representa el 6.2% del total de la población reclusa venezolana.

Para esta presentación se tomaron el trabajo de entrevistar a 65 mujeres privadas y exprivadas de libertad en nueve estados del país. También así a 14 familiares, 16 abogados, abogadas y personas que trabajan con mujeres presas además de 11 coordinadores del OVP. Recogieron datos como que el 70% de las reclusas son madres, de las cuales 16 son adolescentes, y la mayoría tiene más de dos hijos, menores que, en el 42% de los casos, quedaron a cargo de las madres de ellas.

Muchas de las mujeres entrevistadas informaron que habrían sido víctimas de actos de violencia antes de su detención, lo cual representa el 37.5% de las entrevistadas.  

Una de ellas relató que, para obtener agua, los funcionarios del centro de reclusión las coaccionaban para tener relaciones sexuales con ellos. Manifestó también que el agua a la que tenían acceso se le llamaba “agua de sapito”, un agua contaminada que causa escabiosis.

Como si fuera poco, son amenazadas para que no cuenten lo que ocurre con ellas: “Los custodios estaban pendientes de que no contáramos nada. No podíamos expresar lo que estábamos viviendo porque eran reglas de allí”.

“A los dos días que llegué a la cárcel –reveló una de ellas- las mismas presas de allí y los custodios querían que yo fuera a la celda de los hombres, porque había uno que me estaba pidiendo y yo no quería, pero me obligaron a ir porque si no iba era peor. Fui abusada sexualmente allí. Después los custodios me llevaron a la celda de las mujeres”.

Según el relato, se trata de una práctica a la que otras reclusas ya están  “acostumbradas”. 

“Después de ser abusada - continuó- pedí el traslado y los tribunales me lo dieron, pero los funcionarios no me trasladaron. Siempre hubo un problema, no entendía, pero me di cuenta que fue por los mismos presos”. La exprivada de libertad relató que de esa violación sexual salió embarazada.

Tener una vida sexual sana parece ser un imposible para ellas.  

Carlos Nieto Palma, del diario El Nacional – con ocasión del Día Internacional de la Mujer 2021 - cita un texto extraído del Informe sobre la Situación de las Mujeres Privadas de Libertad, presentado por la Ong Una Ventana a la Libertad  y que resume claramente la situación de las mujeres encarceladas en Venezuela:

Por si ello no bastara, se encuentran en una situación de desventaja frente a los hombres presos. Las visitas familiares a hombres forman largas colas. Para las mujeres, muy pocas personas.

La falta de atención médica es igual para ambos sexos; pero las mujeres son olvidadas, marginadas, viven desnutridas y el retardo procesal es intolerable.

Hay dos situaciones particulares según respuestas de las privadas de libertad consultadas "más del 60% de las mujeres encuestadas tiene acceso esporádico al agua en detención. El cual es básico e indispensable para la higiene personal y menstrual de la mujer, adicionalmente la ausencia de agua es contraria a la Regla Número 5 de Bangkok”, destaca el OVP.

En cuanto a la alimentación, 48 de las encuestadas dijo que depende de un familiar para poder comer, 34 de ellas obtienen los alimentos en la cárcel, 10 señalaron depender de compañeras en prisión, 3 no tienen quien les provea los alimentos y 1 declaró que su pareja le lleva sus alimentos.

Tampoco hay acceso a atención médica, pese a que más del 40% adquirió una enfermedad después de su detención, ni siquiera tienen acceso a toallas sanitarias.

Las cárceles están abarrotadas de mujeres. Esperan por juicios que nunca llegan. La justicia es lenta y por lo tanto, injusta. Algunas de ellas han pasado detenidas hasta tres o cinco años antes de enfrentar un juicio, imputadas por distintos delitos.

En febrero de 2017 se supo de una mujer presa que  recibió ayuda humanitaria que le permitió amamantar a su hija una vez al día. La situación ha venido empeorando. 

Por esos días, Ana María Arévalo Gosen, fotógrafa venezolana residente en Europa, estuvo  documentando a estas mujeres que acaban en prisiones saturadas durante largos periodos como parte de su proyecto Días eternos. Dijo haber descubierto  un mundo apretado de poca luz, sin atención médica, agua o privacidad. Para marzo de 2018 las descubrió hacinadas en celdas de 3 x 4 metros en donde la mayoría duerme en colchones en el piso y tomó fotografías que muestran un drama que ni los animales viven.

Gossen, con una beca Women Photograph + Nikon y otra de viaje del Centro Pulitzer para Reportaje de Crisis viajó a distintas regiones de Venezuela para constatar las condiciones en que viven las mujeres detenidas. “El sistema de justicia, como todo lo demás en Venezuela, no funciona”- dijo  a David Gonzalez  del NYT- “pasan todo el día en pequeñas celdas, sentadas o paradas, pero sin hacer nada. Las embarazadas tienen muchas infecciones, no se pueden mover. No es saludable”.

El OVP destacó la importancia de que “los sistemas de justicia penal incorporen un análisis con perspectiva de género, que vea a las mujeres privadas de libertad como una población con necesidades diferenciadas que deben ser atendidas”.  

Todas estas irregularidades se mantienen gracias a la complicidad del Estado para la supervisión de estas irregularidades o, lo que es lo mismo, la omisión. Las personas presas están bajo custodia del Estado lo que lo hace responsable de lo que ocurra con ellas, así que debe garantizar su derecho a la salud y a la vida, los cuales son fundamentales en cualquier legislación y no se pierden porque una persona se encuentra privada de libertad.

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