“Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones.”
(II Timoteo 3, 12)
Ser católico es lo mejor que me ha pasado. Me siento feliz, acogido en nuestra santa Madre Iglesia. No es perfecta, pero la amo. Sé también que practicar la fe, perseverar en la oración, no me librará de las dificultades de la vida diaria, al contrario, en el camino enfrentaré situaciones de las que solo podré salir con la ayuda de Dios.
Debo confesarte que hay actitudes que nunca he comprendido, como el afán de hacer daño al prójimo. ¿En qué momento olvidamos que todos somos hermanos?
Sufrimos y no comprendemos por qué ocurre.
A mí, en lo personal me cuesta mucho entenderlo. No es primera vez que escucho a un sacerdote en su homilía decir: “Muchas personas se acercan a mí preocupadas y me dicen: padre, voy a misa todos los días, rezo el santo Rosario, me confieso, hago todo el bien que puedo y sin embargo me pasan cosas malas. ¿Por qué? “
¿Por qué les pasan cosas malas a las personas buenas?
Es una pregunta recurrente en la que muchos han reflexionado tratando de comprender y encontrar una solución. Creo que las respuestas están en las Sagradas Escrituras. Debemos leer la Biblia.
A veces se trata de la pedagogía de Dios. Te está corrigiendo para que seas compasivo, humilde, perdones a tus enemigos, y eleves la mirada al cielo. Abre tu Biblia y busquemos en Hebreos 12
“Hijo, no te pongas triste porque el Señor te corrige, no te desanimes cuando te reprenda; pues el Señor corrige al que ama y castiga al que recibe como hijo. Ustedes sufren, pero es para su bien, y Dios los trata como a hijos: ¿a qué hijo no lo corrige su padre? Si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serían bastardos y no hijos. Además, cuando nuestros padres según la carne nos corregían, los respetábamos. ¿No deberíamos someternos con mayor razón al Padre de los espíritus para tener vida? Nuestros padres nos corregían sin ver más allá de la vida presente, tan corta, mientras que El mira a lo que nos ayudará a alcanzar su propia santidad. Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien duele; pero con el tiempo, si nos dejamos instruir, traerá frutos de paz y de santidad.”
La pedagogía de Dios es muy especial y puedes reconocerla, al final del camino, cuando todo cobra sentido. Tal vez si vives en este momento una situación difícil que no comprendes, ayudarían la oración fervorosa, que te abandones en las manos amorosas de Dios y le pidas su consuelo y Misericordia. Dios que es amor, nunca te abandonará. Te lo garantizo. ¡Ánimo!