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Santa María Micaela Desmaisières y López de Dicastillo nació en Madrid el 1 de enero de 1809. Era de familia noble. Su madre era camarista de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Ella tenía el título de vizcondesa de Jorbalán.
Desde muy joven destacó por un profundo amor a la Eucaristía y por la preocupación por los más necesitados.
Visitando el hospital de san Juan de Dios, conoció las salas de enfermedades de transmisión sexual y vio la explotación y el desamparo en que vivían las prostitutas.
María Micaela decide entonces, en abril de 1845, abrir una primera casa de atención para que estas mujeres puedan recuperar una vida digna.
En Pentecostés de 1847 recibió una gracia mística que la une a Cristo en la Eucaristía. Prescindió de la Junta de Señoras que había colocado al frente de la casa de atención a las prostitutas, y en 1850 asumió la dirección y fue a vivir con ellas. Les buscó maestras que las alfabetizaran y les dieran educación.
En 1856 recibió la aprobación eclesiástica de la obra religiosa que había fundado y reunió a un primer grupo de mujeres que seguían esta llamada. Será la Congregación de las Adoratrices, Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Su misión es la de Adoración-Liberación. Viven la adoración de Cristo en la Eucaristía y al mismo tiempo la atención a mujeres en riesgo de exclusión social.
Santa María Micaela, que tomó el nombre de Madre Sacramento, fundó varios colegios en España. En agosto de 1865 se enteró de que a Valencia había llegado la pandemia de cólera y acudió para ayudar a las religiosas y las colegialas. En este acto heroico se contagió y murió el día 24 de agosto de ese mismo año.
Hoy la Congregación de las Adoratrices está en 24 países.
La fiesta de santa María Micaela se celebra el 15 de junio.
Tú fuiste la sonrisa del Sagrario;
te pedimos
que se nos pegue la locura por la Eucaristía
que nos morimos de cuerdos.
Jesús en la Eucaristía era tu pasión dominante,
tu delirio y tu locura.
Tú supiste ver en el sagrario
cómo se derramaba la gracia del Señor sobre la tierra.
Toda tu vida y la de tus hermanas
estuvo centrada en la mesa de la Palabra
y el pan de la vida.
En la Eucaristía encontraste
el anuncio más conmovedor de un Amor
que se da como alimento
y de una transformación del mundo
que puede realizarse verdaderamente.
Tu creíste firmemente en las palabras de Jesús,
compartiste plenamente su mandato
y te dejaste implicar
en el espléndido proyecto de salvación
que el Señor Jesús inauguró en la historia.
Tu vida nos vuelve a presentar
el testimonio de fe en la presencia del Hijo de Dios
en la vida de la Iglesia, centrada en la Eucaristía.
Fascinada por el misterio eucarístico,
consagraste toda tu vida transfigurándola
en un acto de adoración.
Concédenos mirar el rostro de Cristo,
para que, iluminados por la luz del Resucitado,
los bautizados podamos contemplar
el mundo y la historia de sus pueblos
con ojos pascuales,
reflejando el gozo de ser discípulos de Cristo,
camino, verdad y vida.
Es hora, por tanto, de volver a la escuela de Cristo,
para aprender de él la lección de una vida buena y feliz,
también en esta tierra.
Tú eres nuestro modelo.
Amén.
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