Los sacerdotes y demás consagrados no dejan de sufrir las mismas debilidades del laicado. La intensidad del trabajo evangelizador y el compromiso social en favor de los más desfavorecidos, en no pocas ocasiones les generan cansancio físico y agotamiento espiritual. Muchas veces son crisis que le generan el deseo de abandonarlo todo.
Esto experimentaba, aunque internamente y en silencio, el padre Luis Otty Ossa Aristizábal, antes del 8 de diciembre de 1991. En esa ocasión le correspondió presidir la misa durante una vigilia con motivo del día de la Inmaculada Concepción en el santuario de Betania, una zona montañosa entre Cúa y San Casimiro (Miranda), en Venezuela.
Pudo haber sido la última misa de su vida sacerdotal. Marcharse de Venezuela donde fue ordenado en 1969 e iniciar un camino hacia lo desconocido, estaba en sus atormentados pensamientos. Monseñor Pío Bello Ricardo (1921 - 2003), para el momento obispo de Los Teques, conocedor de la crisis que experimentaba el sacerdote, le autorizó a tomar un “año sabático”. Si regresaba a Venezuela, “volverían a hablar” de su situación.
Sin embargo, en la vigilia de aquella noche ocurrió algo extraordinario mientras presidía la misa: la hostia consagrada comenzó a sangrar al ser colocada en la patena. Desde entonces el padre Otty Aristizabal quedó marcado con el milagro eucarístico de Betania, el primero reconocido en Venezuela y uno de los más impresionantes del mundo.
Fernando Carreño Larios, músico católico venezolano y residenciado en Colombia, detalla parte de esta experiencia en las redes sociales de Paz y Bien Music. Fernando conoció y se hizo amigo de Otty Aristizabal, celebrante y testigo principal del hecho portentoso.
“Yo había escuchado algo referente a un milagro eucarístico que había pasado allí”, describe Fernando mediante sonido de voz al ser contactado por Aleteia para que hablara de este testimonio. Pertenecía al ministerio de música y, junto a su novia Elizabeth “Nenita” Ferrer (hoy en día su esposa), con frecuencia visitaban el santuario de Betania.
Allí cantaban en las misas y apoyaban en la evangelización que el padre Otty Aristizábal que, como rector del santuario, dirigía a los peregrinos que acudían al lugar donde la iglesia reconoce la cuarta aparición mariana del mundo: María Virgen y Madre Reconciliadora de Todos los Pueblos, ocurrida inicialmente el 25 de marzo de 1976.
En una de sus visitas, Fernando conversó con el padre Otty acerca del milagro eucarístico, ocurrido el 8 de diciembre de 1991. El joven músico le preguntó: “¿Padre cómo es eso de un milagro eucarístico que pasó aquí?”. El sacerdote le dice: “¡Claro! Me pasó a mí. Me pasó a mí. Espérame que termine la misa y te hablo de ello. Luego me senté al lado de él, allí mismo en el altar del santuario y me contó”, describe para Aleteia.
“Me dijo que estaba sufriendo una crisis de fe”. Debido a ello, estaba dispuesto a dejar el sacerdocio y marcharse de Venezuela. “Ya había hablado con el Obispo y este le dijo que tomara un año sabático y al regresar volvían a hablar de su situación. Eso se lo dijo el Obispo como para que no se apartara de una vez, porque su crisis era tan fuerte que Otty decía: ¡Ya no quiero más!”, ratifica Carreño Larios.
El hecho extraordinario del 8 de diciembre de 1991 ha sido publicado hasta en dos ocasiones en Aleteia: “Esta hostia eucarística fue filmada sangrando y latiendo como un corazón en llamas” (17/06/19) y “Venezuela: 27 años del milagro eucarístico en el santuario de Betania” (09/12/18). También ha sido referido en otros trabajos, pero hasta ahora no se había conocido la situación interna vivida por el celebrante principal.
Carreño comentó que el padre Otty Aristizábal le dijo que casi deja caer la Hostia por la impresión de ver cómo brotaba la sangre. “Volvía, la veía y decía: ¡Esto es increíble!”. Las personas, sorprendidas por el hecho, preguntaban: “¿Padre qué pasó?”. Algunos llegaron a pensar que se había herido las manos, pero se comprobó que no fue así.
Esa noche la Hostia fue reservada y al día siguiente cuando la volvieron a ver, todavía estaba sangrando. Luego, con el tiempo, el Obispo ordenó que se le hicieran algunos estudios a la Hostia. El sacerdote le dijo al inquieto músico venezolano: “Era sangre del miocardio del tipo AB positivo, y el hombre al que pertenece la sangre, está vivo”.
En una descripción oficial del padre Otty Aristizábal, explica en detalles lo ocurrido:
“Partí la Hostia en cuatro partes. Cuando miré el platillo, no podía creer lo que veían mis ojos: Vi una mancha roja formándose en la Hostia y de ella comenzaba a emanar una sustancia roja, de modo similar a la manera que sale la sangre por una perforación. Después de la Misa, tomé la Hostia y la protegí en el Santuario”.
“Al día siguiente, a las seis de la mañana, observé la Hostia y encontré que la Sangre era fluida y luego empezó a secarse. Sin embargo, hasta hoy, todavía luce fresca. Asombrosamente, la Sangre está solamente por un lado, sin pasar al otro lado a través de la excesivamente delgada Hostia”.
Los estudios confirmaron que la sangre del sacerdote no coincidía con la del milagro eucarístico ocurrido en Betania aquel 8 de diciembre. En cambio, sí provenía del interior de la Hostia y coincidían con la de otros milagros eucarísticos acaecidos en varias partes del mundo: “Predomina el tipo de sangre AB positivo y el tejido de un corazón vivo”.
El padre Luis Ossa Otty Aristizábal nació el 2 de agosto de 1932, en Manzanares, Caldas, Colombia. Se graduó de sociólogo y economista en la Universidad Nacional de Bogotá. Inicialmente ingresó al seminario de los Padres Sulpicianos de Manizales a los 25 años, donde estudió filosofía y teología.
En 1967 llegó a Venezuela y vivió con los padres Benedictinos en la Abadía de San José durante tres años, lapso en el que culminó su formación teológica en el Seminario Santa Rosa de Lima en Caracas. Luego se incardina en la Diócesis de Los Teques; y con 37 años de edad fue ordenado sacerdote en Guarenas, el 4 de octubre de 1969.
Escribió más de 20 libros sobre importantes temas sociales: la pobreza, las drogas, la juventud, educación, familia y la violencia contra la mujer, entre otros. Nunca fue catalogado como un “padre de sacristía”, porque siempre trabajó insertado dentro de las comunidades, posiblemente, influenciado por sus estudios de sociología y economía.
El padre Otty Aristizábal se jubiló en marzo del año 2014 luego de permanecer durante 30 años como rector del Santuario de Betania. Falleció el 26 de mayo de 2015, muchos años después que la experiencia personal vivida con el milagro de la Hostia sangrante, el 8 de diciembre de 1991, le permitió renovar su opción sacerdotal para siempre.
Si bien, el milagro es lo más importante de esta historia, lo que internamente vivía el sacerdote hasta ahora no había sido conocido. Debe entenderse como una gran enseñanza en medio de la tormenta personal que atravesaba. No hubo año sabático pero la vida espiritual y el compromiso sacerdotal del Padre Otty salieron fortalecidos.
Para Fernando Carreño Larios, la enseñanza es válida para la Iglesia y quienes están fuera de ella. “Cada vez que estemos cansados, como perdiendo la fe, recurramos a la Eucaristía que es el Cuerpo verdaderamente vivo que está ahí, presente, para renovar fuerzas y continuar”, apuntó el destacado músico católico de Venezuela.
Monseñor Pío Bello asignó la custodia del milagro eucarístico a la catedral de Los Teques. Pero en virtud del incremento de número de peregrinos y la insuficiente logística para recibirlos, la otorgó definitivamente a las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús. La Hostia sangrante permanece en la Capilla de Adoración Perpetua en Los Teques.