El Papa Francisco invitó hoy a orar constantemente, manteniendo el equilibrio entre trabajo y oración. “Una oración que nos enajena de lo concreto de la vida se convierte en espiritualismo, o ritualismo”. Lo dijo en la audiencia general del miércoles, 9 de junio de 2021.
El Papa pidió que el trabajo “no nos absorba hasta el punto de no encontrar tiempo para la oración” y, por otra parte, tener cuidado para que nuestra “oración no se convierta en un espiritualismo, que nos aleje del contacto con la realidad”.
El Papa ilustró que la espiritualidad ancestral de los monjes cristianos y ortodoxos dicta buenos ritmos en la vida: amar, trabajar y rezar.
“En esta circularidad entre fe, vida y oración, se mantiene encendido ese fuego del amor cristiano que Dios se espera de cada uno de nosotros”.
Por ello, invitó a todos los presentes en el Patio de San Dámaso a rezar juntos: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador!”.
Así también “el trabajo y la oración son complementarios”, dijo. El Pontífice rememoró que Jesús, después de haber mostrado a los “discípulos su gloria en el monte Tabor, no quiere alargar ese momento de éxtasis, sino que baja con ellos del monte y retoma el camino cotidiano”.
“Porque - sostuvo- esa experiencia tenía que permanecer en los corazones como luz y fuerza de su fe.
Así, los tiempos dedicados a estar con Dios avivan la fe, la cual nos ayuda en la concreción de la vida, y la fe, a su vez, alimenta la oración, sin interrupción”.
Antes de iniciar la audiencia, el Papa saludó a los fieles y peregrinos; distribuyó bendiciones, saludos, sonrisas mientras pasaba con parsimonia en medio del corredor que lo separaba de la multitud en el Patio de San Dámaso.
Tuvo la paciencia de volver a buscar a un grupo de sacerdotes asiáticos que le pedían un autógrafo y no encontraban un bolígrafo de la emoción.
En la penúltima catequesis sobre la oración, el Papa insistió en la “perseverancia al rezar”.
El Papa citó el itinerario espiritual del Peregrino ruso que empieza cuando se encuentra con una frase de san Pablo: «Orad constantemente. En todo dad gracias» (5,17-18).
El peregrino ruso, es un libro escrito entre 1853 y 1861 de reconocida fama dentro de la práctica contemplativa ortodoxa.
El Papa indicó rezar sin interrupción no es fácil, dado que “nuestra vida está fragmentada en muchos momentos diferentes, que no siempre hacen posible la concentración”.
De ahí que instó a descubrir la llamada oración del corazón. Así, invitó a repetir con fe: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador!”. Los fieles presentes en el Patio corearon junto al Papa la oración.
“Una oración que, - sostuvo el Papa - poco a poco, se adapta al ritmo de la respiración y se extiende a toda la jornada.
De hecho, la respiración no cesa nunca, ni siquiera mientras dormimos; y la oración es la respiración de la vida”.
Subrayó la necesidad de una oración continua, que sea el fulcro de la existencia cristiana.
Rememoró las palabras del monje Evagrio Pontico: «No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar» (n. 2742).
La oración por tanto es “un ardor en la vida cristiana, que nunca debe faltar”, un “fuego sagrado que debe haber también en nosotros”, y que “nada pueda apagar”.
El Papa recomendó, como lo propone San Juan Crisóstomo, orar “bien estando en la plaza” o mientras se da un paseo: “igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo” o “sirviendo en la cocina”.
Levantar el alma Dios, proclamó (n. 2743). Por tanto, - indicó-, “la oración es una especie de pentagrama musical, donde nosotros colocamos la melodía de nuestra vida.
No es contraria a la laboriosidad cotidiana, no entra en contradicción con las muchas pequeñas obligaciones y encuentros, si acaso es el lugar donde toda acción encuentra su sentido, su porqué y su paz”.
Padres y madres ocupados, cansados, personas llenas de compromisos. El Papa les recordó que Dios se ocupa del universo y, sin embargo, tiene tiempo para sus hijos.
“Un padre y una madre, ocupados con mil cometidos, pueden sentir nostalgia por un periodo de su vida en el que era fácil encontrar tiempos cadenciosos y espacios de oración.
Después, los hijos, el trabajo, los quehaceres de la vida familiar, los padres que se vuelven ancianos... Se tiene la impresión de no conseguir nunca llegar a la cima de todo.
Entonces hace bien pensar que Dios, nuestro Padre, que debe ocuparse de todo el universo, se acuerda siempre de cada uno de nosotros. Por tanto, ¡también nosotros debemos acordarnos de Él!”.
El Papa recordó que el trabajo dignifica el alma por su “deber moral de proveerse a sí mismo y a los demás”, también por “una especie de equilibrio interior”. “El trabajo nos ayuda a permanecer en contacto con la realidad”.
“Las manos entrelazadas del monje llevan los callos de quien empuña pala y azada”.
Entretanto, recordó, cuando, “en el Evangelio de Lucas (cfr 10,38- 42), Jesús dice a santa Marta que lo único verdaderamente necesario es escuchar a Dios, no quiere en absoluto despreciar los muchos servicios que ella estaba realizando con tanto empeño”.
Por último , saludó a los fieles: “En estos días en que nos preparamos a celebrar la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, pidamos al Señor que haga nuestros corazones semejantes al suyo: humildes, misericordiosos y perseverantes en el amor, en la oración y en las buenas obras. Que Dios los bendiga. Muchas gracias”.
La audiencia general concluyó con el rezo del Padre Nuestro y la bendición apostólica.