Hoy nos dirigimos a un lugar de horror y esperanza, la Catedral de la Inmaculada Concepción en Urakami, Nagasaki, Japón.
La construcción de la catedral original comenzó en 1895, después de que se levantara la prohibición del cristianismo. Fue construida por los supervivientes de la persecución, una comunidad católica que había perdido a muchos de los suyos en el martirio.
Cincuenta años después, la catedral construida por la devoción y el amor de estos cristianos perseguidos fue arrasada por la bomba atómica que fue lanzada a las 11:01 am del 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración y primer día de la Novena por la Fiesta de la Asunción (15 de agosto).
Todos los que estaban dentro de la catedral murieron incinerados de inmediato. Un signo de lo que sucedió con la probada comunidad católica japonesa, que se concentraba sobre todo en Nagasaki, y que fue drásticamente diezmada por la bomba.
Apenas cuatro años después de la tragedia, los católicos celebraron una primera misa en el lugar. En 1959 se construyó una nueva catedral, en los terrenos de la anterior destruida.
Se encontró la cabeza de una estatua de Nuestra Señora entre las ruinas, con sus ojos destrozados por la bomba. Se la conoce como la Virgen de Urakami y se muestra en la nueva catedral, un ícono abrasador de la destrucción.
Cuando el Papa Francisco visitó Japón en 2019, la imagen se colocó en el estadio donde celebró la misa, y el Papa la bendijo. El aspecto de la reliquia es impresionante: los ojos de la Virgen aparecen como dos huecos quemados y una grieta calcinada en la mejilla derecha evoca una lágrima que recorre el rostro de la Madre.